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La economía en 2018 dicen que es impredecible, pero eso no es totalmente correcto. La presión es hacia la baja y si te quitaba el sueño el TLC es el menor de los problemas; la reforma de impuestos en Estados Unidos, el déficit público y los gastos adicionales por los sismos hacen el próximo año difícil; las elecciones agravan el escenario.

Primero, siempre he minimizado el TLC porque adorna las cifras de la macroeconomía, pero en la realidad sólo afecta a las grandes empresas; me explico: si hay 100 empresarios y 3 exportan a Estado Unidos un millón de dólares al mes y 97 pymes venden a un millón de pesos, con el dólar a 20 pesos se vende 60+97=157 millones. Si acaba el TLC, se pierde pero afecta a sólo 3 empresarios. El TLC tiene números grandes pero afecta a pocas empresas cuyos empleados puede absorberlos la sustitución de importaciones.

Bajo la perspectiva internacional, se sabe que Trump va a afectar el comercio exterior de México y Hacienda puede devaluar la moneda para conseguir una ventaja comercial; esto provocaría que las inversiones se pospongan y presionaría más el ingreso de dólares al país creando un círculo vicioso. La única receta para romper esta imagen internacional es un superávit fiscal, o sea que el gobierno tenga para invertir y no necesite de agentes internacionales, pero esto no es así, México tiene déficit fiscal y, lo peor, las elecciones y los sismos agravan más el gasto, teniendo como tentación la deuda.

Carstens jamás tuvo una relación buena con el gobierno, siempre Hacienda y Banxico diferían en cifras de crecimiento; mientras uno quería subir la reservas para apuntalar el crédito interno, Hacienda quería las ganancias de Banco de México para gastar. Carstens construyó un superávit fiscal en el sexenio pasado y en este vio cómo se incrementaron la deuda y el déficit y además se transfirieron recursos del Banxico a Hacienda, lo que no es malo pero sólo se puede aplicar cuando la economía está bien no cuando está mal.

Carstens huyó a Suiza porque vio cómo se destruyó su proyecto exitoso de superávit fiscal y reservas este sexenio, pero parece como si Peña tuviera la culpa, y eso tampoco es totalmente correcto: el precio del petróleo se desplomó a una velocidad tan rápida que tuvo que adquirir deuda, y sí recortó el gasto público pero menos de lo que debió. El dólar estará fuerte si México logra el superávit fiscal.

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