¿Dónde están los Millennials?

¿Qué tal si el tucho no es como lo pintan? Ya vimos que podemos ser decentes.

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Siempre dudé de la existencia de una generación Millennials (los nacidos entre 1980 y 2000 a los que también les dicen Generación Y o Generación Peter Pan) –esos jóvenes que, según los estereotipos, son valemadrinas, despreocupados, sin horizonte largo, viviendo el día a día-.

Censurados por quienes son sus antecesores, los llamados Generación X o Baby Boomers que crecieron en la cultura del esfuerzo, los supuestos Millennials –como son descritos por los que inventan esas denominaciones-, dieron, con motivo de los sismos, un rotundo mentís a esos “científicos sociales” que los encasillan.

Presentes, actuantes y solidarios, miles de jóvenes se volcaron en ayuda de quienes padecieron la tragedia. Excavando con sus manos, haciendo largas cadenas para entregar víveres, consolando a quienes perdieron algún familiar, contado cuentos a los niños y cantando para alegrar a los adultos, esos muchachos demostraron que lo de Millennials es sólo una jalada de cabellos de seudo científicos.

Esa presencia constante en los momentos trágicos de México y una plática con jóvenes universitarios –una en especial que, enojada porque, un poco para picar su amor propio, les pregunté si se pensaban Millennials- me convencieron de que es una patraña, un mal invento. Como en todas las generaciones, hay para quienes la vida es irla pasando lo más tranquilo posible, pero ni son todos ni son la mayoría siquiera.

Mucho le adeudamos, eso sí, a esas nuevas generaciones, quienes los antecedimos: sus padres y abuelos, porque les estamos entregando un mundo dañado, atacado, explotado sin misericordia y con inventos económicos y sociales que nos tienen en la bancarrota financiera y moral, eso aparte de la violencia generada por las guerras en todo el orbe. Menuda tarea les dejamos.

No quiero cerrar este escrito sin antes decir algo sobre el tema de los gastos multimillonarios de los partidos y la eliminación de los pluris –legisladores de representación proporcional- propuestos por los partidos, especialmente el PRI. Quienes defienden la permanencia del financiamiento alegan que de otro modo habría dinero ilegal en las campañas (el INE ya admitió que hay) y quienes están en pro de los pluris dicen que son una manifestación necesaria de las minorías, aunque en la práctica sirven para acomodar a quienes serían líderes de bancadas sin el peligro de exponerse a una elección o para desfogar las nóminas partidistas.

Aunque suena ingenuo, pediría que ya que las viejas fórmulas de la democracia han fracasado, nos aventuremos en busca de otras distintas. ¿Qué tal si el tucho no es como lo pintan? Ya vimos que podemos ser decentes.

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