Una Alondra en la batuta

Fue una noche exquisita la del concierto de Alondra de la Parra y Natalia Lafourcade.

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Una de las mujeres que más admiro hoy día se llama Alondra de la Parra, directora de orquesta mexicana que ha triunfado en el mundo en un ambiente donde predominan las batutas masculinas. Hace tiempo me ofrecí que, a la primera ocasión que hubiera, tendría que ir a un concierto que dirigiera Alondra. Gracias a personas que me quieren mucho, el sábado 27 pasado pude cumplir ese deseo inmenso: estuve presente en la función que ofreció, con la cantante Natalia Lafourcade, en el Coliseo Yucatán.

No obstante que lo que Alondra y Natalia nos ofrecieron esa noche no fueron arias de ópera ni sinfonías mozartianas ni nada de los genios musicales que ya todos conocemos: Bach, Beethoven y cía., disfruté enormemente la noche viendo a esa mujer extraordinaria desde el podio: es un espectáculo con la batuta en la mano –además de bella y gentil- y no me disgustó oír cantar a Natalia algunas canciones mexicanas que me llegan al alma: Te quiero dijiste (Greever), Amanecí en tus brazos (José Afredo) y Un viejo amor (Esparza Oteo), entre otras.

De la llamada Orquesta Filarmónica del Caribe que estuvo bajo la dirección de Alondra no encontré información ni de sus orígenes ni de su trayectoria, pero supongo que para que la maestra De la Parra aceptar dirigirla no debe ser cualquier cosa. Lo cierto es que no se si por falta de suficientes ensayos o por las deficiencias del sonido, no me convenció su Huapango, de Moncayo, ni el Vals sobre las olas, de Galindo, y menos el Danzón No. 2, de Arturo Márquez. Y no se tocó Sensemayá, de Revueltas.

En el bastante mal elaborado programa de mano, donde no hay datos de los autores de las piezas interpretadas –y se incurre en lamentable error tipográfico al poner Cielito linfo en vez de Cielito lindo a esa canción de origen desconocido que algunos dicen que es mexicana, aunque en México no haya Sierra Morena y en España sí-, nada se dice de la OFC.

Pero no quiero ponerme exquisito y puntilloso. El público lo disfrutó, aplaudió de pie y pidió más y más (y las artistas lo complacieron). Con haber visto a Alondra está más que pagado el boleto (al que me invitaron). Como dijo uno de los asistentes: Yo sí la invito a cenar (y si quiere puede llevar a Natalia, no me disgustaría).

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