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El juego de campeonato del Mundial de Futbol Rusia 2018 tiene, se quiera o no, ribetes de reivindicaciones sociales. De un lado, una afirmación de la dignidad humana violentada por el colonialismo más salvaje ejercido por la culta Europa en África. Del otro, la seguridad de que no importa que seas pequeño si tienes corazón suficientemente grande para imponerte a la barbarie de una guerra cuyo trasfondo es la pureza racial y religiosa.

En el lado del campeón, Francia, 14 de cuyos integrantes son de origen africano, cuando uno mira a esos poderosos atletas negros tiene que recordar –si algo sabe de historia- el 15 de noviembre de 1884, fecha en que las potencias europeas (y Estados Unidos) se reunieron en la Conferencia de Berlín para literalmente repartirse África y medio mundo más y evitar los pleitos entre ellas (fecha que también marca un hito en las grandes conflagraciones que llevarían a las dos guerras mundiales en el siglo XX).

En el lado de Croacia, subcampeona heroica, es imposible no traer a presente la llamada guerra de los Balcanes, un episodio sangriento que se derivó de la muerte de YosipBroz, Tito, el presidente de hierro que logró unificar en una entelequia llamada Yugoslavia a seis naciones que al fallecer el dictador hicieron estallar el nacionalismo contenido y exacerbado por fanatismos pseudorreligiosos -católicos, ortodoxos y musulmanes- en una vorágine de sangre y destrucción. Algo de esta historia se ha expuesto al conocerse la vida azarosa de los jugadores de la selección croata, varios de ellos inclusive mayores que su propia nación que apenas empezó a existir como tal en 1992.

De modo que detrás del elogiado meteoro negro KylianMbappe (19 años) –el nuevo astro, dicen los que saben, del balompié mundial, o del menudo N’Golo Kanté (1.68 m de estatura), que fue una muralla en la media cancha gala y que de niño vivía de recoger basura, o de la visión de campo, las gambetas y la proyección que le da a su equipo el también breve de estatura (1.72) centrocampista croata Luka Modric (balón de oro del certamen ruso), hay tragedias, sangre, dolor, explotación de siglos (el capitalismo más salvaje) y guerras en busca de la “limpieza étnica”, horror inmundo que revela lo peor de la humanidad.

Lamentablemente el espacio no nos da para hablar de la extraordinaria mujer que hoy encabeza a la pequeña Croacia (4.2 millones de habitantes), Kolinda Grobar-Kitartovic, cuya presencia desenfadada y sin poses en Rusia fue ejemplo para los mandamases del mundo.
Justicia divina, en uno y otro caso, y lección para todos quienes nos decimos parte de la humanidad. El futbol los hizo libres.

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