Perdón

Mañana domingo 3 se inicia el tiempo al que la Iglesia Católica llama “Adviento”.

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Mañana domingo 3 se inicia el tiempo al que la Iglesia Católica llama “Adviento”. Es un período que se recomienda para la reflexión y ejercer el valor del perdón. Aun si no profesas la religión católica, yo te invitaría para que estos días previos a la Navidad hagamos una profunda reflexión sobre el perdón.

Antes de que exista el perdón, tuvo que haber existido una ofensa, un daño que necesita ser reparado, una herida que tiene que ser sanada. Por supuesto que perdonar no es, por ningún motivo, un acto por el cual se “soporta” indefinidamente en el tiempo la ofensa, o se permite que continúe o incluso aumente el nivel de los daños, “haciendo como que no existe”. El perdón tiene la capacidad de transformar, de causar una verdadera regeneración, de crear un nuevo y mejor orden de las cosas.

Uno de los campos más fértiles para el ejercicio del perdón es dentro del matrimonio y la familia, ya que es ahí donde las culpas que son perdonadas de corazón tienen la capacidad de transportarnos a un amor más humilde y agradecido, es ahí donde la ofensa que naturalmente se asume con dolor tiene el poder de regenerar y de reconstruir una auténtica comunión de personas. Cuando todo parece perdido, el perdón, y sólo él, puede abrir el camino a una donación y acogida mucho más profunda y madura.

Cuando se comprende que el mal que hay en el otro es simplemente una manifestación de una enfermedad, carencia o necesidad, se está en el camino correcto del perdón, que busca, a través de la misericordia, la corrección de la persona y nunca su castigo.

Así, es posible llegar a la conversión, ya que el perdón no admite complicidad con el mal, siempre se ajusta a la verdad, por lo que exige del culpable el reconocimiento de su falta y de las consecuencias que se derivan sobre los demás, hacerse el propósito firme y sincero de enmendar el daño que ha ocasionado, y posteriormente acoger el perdón que decidan otorgarle gratuitamente aquellos a quienes ha ofendido.

Pero debe evitarse desvirtuar el perdón, quien lo otorga debe sacudirse cualquier intento de sentirse mejor persona que el perdonado o de buscar reconocimiento y ventaja alguna. Quien reconoce con humildad que nadie es mejor que su semejante y que todos en algún momento somos culpables, entonces es apto para recibir perdón y se encuentra en una mejor disposición para perdonar.

Cuando esto se supera y se coloca tanto al que otorga el perdón como al que lo recibe en su verdadera dignidad personal, cuando se acepta el sacrificio de pagar un precio, pero no impuesto sino como tributo que se ofrece en absoluta libertad, entonces es cuando el perdón se convierte en un acto de amor que a todos nos conviene practicar.

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