La vida entre camiones

Doña Carmen dice que la ciudad ha crecido mucho. Que cuando era joven ella podía trasladarse caminando de su casa al trabajo y a la escuela.

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Doña Carmen dice que la ciudad ha crecido mucho. Que cuando era joven ella podía trasladarse caminando de su casa al trabajo y a la escuela. Las distancias dentro de la ciudad no parecían tan largas, por lo que eran pocas las rutas de camiones que se utilizaban. Ella cuenta que ahora su hija Elena es la que estudia y trabaja, y que prácticamente se pasa el día entero fuera de casa.

Elena es una joven de 20 años que estudia en la Facultad de Derecho, ubicada al otro extremo de la ciudad. Para llegar a su primera clase, a las ocho de la mañana, todos los días se tiene que levantar a las cinco y pico y hacer un trayecto de dos horas abordando dos camiones. Mientras viaja aprovecha para dormir, desayunar o terminar la tarea, aunque a veces le toca ir de pie. Los camiones son lentos, poco cómodos y bastante inseguros; sin embargo, resultan la única opción para que Elena pueda trasladarse de un lugar a otro de una manera “económica”.

Al salir de la escuela, la joven se dirige a su trabajo en un centro comercial del norte de Mérida al que para llegar también necesita dos camiones. Aquí el trayecto es mucho más rápido; sin embargo, al terminar el día, Elena vuelve a sufrir pues cuando se retira a casa miles de meridanos que laboran en esta zona también se mueven al centro para desde ahí tomar un camión que los lleve a sus colonias, cuestión que suele robarle otras dos horas a Elena.

Hace mucho que el transporte público de Mérida dejó de ser una solución y se ha convertido en un verdadero problema. La mayoría de las unidades se encuentra en mal estado, las rutas son ineficaces y no se ofrecen las corridas suficientes, lo que obliga a los meridanos a utilizar servicios de taxi que son carísimos… aún así los concesionarios exigen un aumento del 117%.... ¡tengan tantita alma!

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