|
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram

Diana Puga Pérez/SIPSE

Mérida, Yuc.- Los animales, asombrados, pasaron su mirada del cerdo al hombre, y del hombre al cerdo; y nuevamente del cerdo al hombre; pero ya era imposible distinguir quién era uno y quién era otro.- George Orwell, Rebelión en la granja

Hace unos días, a la hora de la comida, les conté a mis padres que mis compañeros de Universidad están planeando un viaje escolar al interior de la república. Antes que pudiera terminar mi historia y petición, mi madre contestó: “No puedes ir con ellos, últimamente las cosas están muy peligrosas”.

Aquella respuesta, que fue como un acto de reflejo, me hizo pensar, me hizo darme cuenta de que en realidad estamos viviendo en un país que, a pesar de lo que los libros dicen, no nos pertenece.

Soy estudiante universitaria y estoy consciente, como muchos lo están después de los últimos días, de lo injusto y preocupante que es tener que mirar sobre nuestro hombro cada cincuenta pasos para asegurarnos que nadie sigue nuestro rastro. Esa sensación de no conocer la libertad, de tener que cuidar la hora de salida y de llegada, de tener que cuidar cada decisión y cada lugar que visitamos, porque una mala elección podría dejarnos sin hogar, sin familia, o sin vida.

Me gusta escuchar las historias de mi padre cuando me cuenta cómo eran las cosas cuando era joven, cuando salía; me gusta escucharlas porque me hace pensar en un especie de lugar utópico, un lugar que nunca mi generación, estoy segura, nunca tendrá la oportunidad de conocer. Me gusta escucharlas, pero después, me topo de frente con la realidad. Me topo con lo que tenemos hoy, me topo con el miedo y la desesperación de 127 millones de personas, me topo con un país que ha dejado de buscar lo que se le pierde porque ya sabe que no lo va a encontrar.

Hace unos días, alguien me dijo que era demasiado joven para pensar en la muerte, pero ¿cómo no hacerlo?, ¿cómo no pensar en eso cada vez que mi familia me habla para saber si estoy bien?, ¿cómo no tener miedo?, ¿cómo no hacerlo cuando veo todo lo que nos hace falta?, ¿cómo no tener miedo cuando pienso en todo lo que otros han pasado?

El miedo no es solo mío, el miedo es de todos los demás, el miedo, ahora, es de todo de México.

Lo más leído

skeleton





skeleton