La lección que no aprendimos

Hace algunos años había un programa para niños que se llamaba Odisea Burbujas.

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Hace algunos años había un programa para niños que se llamaba Odisea Burbujas. Los niños de aquella época lo veían felices porque no había muchas más opciones en la televisión. En este programa había un villano que recorría el mundo tratando de acabar con el planeta tirando basura y descuidando el medio ambiente. Los cinco personajes protagonistas lo vencían con acciones sencillas y daban lecciones a los jóvenes de cómo cuidar su entorno.

Hoy, al caminar por las calles sólo puedo pensar que alguien dejó suelto al Ecoloco, que era como se llamaba ese villano. Por todos lados hay basura, en cada esquina, en los terrenos desocupados, en los parques, en las playas, en los cenotes. No podemos escapar de ella, y lo que no nos quedó muy claro es que es nuestra responsabilidad.

Consumimos de manera descontrolada productos y objetos desechables que llenan nuestro entorno de basura. Todos los días cada familia genera bolsas y bolsas de basura, la mayoría de plástico o productos que nos se degradarán en muchos años. Objetos temporales hechos con materiales resistentes. De manera incomprensible seguimos esperando que algo pase que salve a nuestro entorno, que algún político tenga la capacidad de limpiar nuestras playas, pero el país más limpio no es en el que más se recoge, sino aquel en el que menos se tira.
Tenemos que comenzar a responsabilizarnos por los desechos que producimos. Como consumidores tenemos un poder sobre las compañías que elegimos consumir. Debemos exigirles el uso de materiales biodegradables en sus empaques y el mantener estos en el mínimo tamaño posible. En cuanto a la materia prima que utilizan, debemos exigir ingredientes más sanos, evitar el uso de semillas transgénicas, el azúcar adicionada, las porciones gigantes.

El problema de la basura ya es tan grande que los protagonistas de aquel programa no podrían hacer nada porque la solución no está en manos de unos pocos, está en manos de todos y sólo tomando conciencia y generando menos basura podremos hacer la diferencia en un futuro que hoy pinta muy negro si no cambiamos el rumbo.

Cada persona , cada familia, debe reducir su consumo y sus desechos. Limpiar nuestra casa y nuestra calle, un pedazo de playa, una parte de nuestro entorno, todo el tiempo nos quejamos de cuánta basura nos rodea, de lo poco cuidado que está nuestro medio, pero pareciera que alguien más tiene que llegar y solucionar este problema, que nos es ajeno, que alguien debería hacer algo, pero la única solución posible está en nuestras manos, está en que cada persona haga su parte y no genere o no tire basura. Cada persona, cada familia, deja una huella de carbono en nuestro entorno, es decir, genera un perjuicio para el medio ambiente, que es cuantificable en cuánto carbono produce.

Esta huella se logra calcular con una fórmula que contempla todos los aspectos de tu vida: el número de aires acondicionados que utilizas, los viajes que realizas, cuánta gasolina usas, la basura que generas, las televisiones, el teléfono celular, la energía eléctrica. Todo esto va dañando al medio ambiente, pero muchas de estas acciones tenemos que seguirlas haciendo, no podemos dejar de usar el coche o no usar luz, pero sí podemos compensar al medio ambiente por el carbono que producimos. Los primero es responsabilizarnos de nuestra basura y reducirla, otra acción es plantar árboles y cuidar que crezcan o hacer donativos a asociaciones que lo hagan, como KananKab o Pronatura, convertirnos en consumidores responsables y ciudadanos capaces de cuidar su entorno. Son tiempos electorales, pero no hay candidato que pueda hacer el milagro del cambio, eso sólo podemos hacerlo los ciudadanos, las personas, todos y cada uno de nosotros. Podemos cambiar la historia si tan sólo aprendemos la lección y comenzamos a cuidar a nuestro entorno.

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