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La tierra se mueve y la población se espanta. Ya pasó una semana desde que se sintió un temblor en Mérida y las conversaciones aún giran en torno al cuestionamiento de sentir las protestas del planeta.

Sigo diciendo que el calentamiento global tiene su reflejo físico y quienes habitamos este mundo debemos hacer nuestra parte, al mismo tiempo de hacer la crítica a los gobiernos que no se ponen las pilas y a los empresarios que continúan el desarrollo a costa del medio ambiente.

En este siglo XXI lleno de “empresas verdes”, me cuestiono qué nos ocupa a los humanos de a pie con un mundo dañado. Es común escuchar de los árboles que deben ser derribados por una autoridad para que no tiren los cables de la energía eléctrica si hay mucho viento, que no levanten el asfalto, pues complican el tránsito de los vehículos, que no dañen las tuberías de viviendas y negocios porque las raíces en búsqueda de la humedad afectan la plomería, que no tiren las hojas porque debemos barrer. Hay un sinfín de problemas que provocan las plantas al medio ambiente de los humanos, que sólo buscan paz.

El calentamiento global provoca cambios en la Tierra, que a su vez modifican el ritmo al que los seres vivos nos hemos acostumbrado. Ejemplo de ello es ver al mismo tiempo tres huracanes en el Golfo de México o las lluvias interminables que provocan el cierre de aeropuertos, socavones en las calles o inundaciones de avenidas.

El tema es aportar un poco de nosotros para depositar las pilas en los contenedores especiales, reciclar el papel, el vidrio, el aluminio y hasta el cartón, sembrar árboles en los espacios adecuados, pero también conocer cuáles son los reglamentos a seguir en caso de contingencia para estar preparados.

Yo aprovecho que es lunes para admirar la belleza que hay a mi alrededor y buscar un cómplice que recicle hasta las charlas. ¡Qué sea feliz!

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