|
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram

Sin más intención que hacer bien mi trabajo, como suele ser mi costumbre, llegué temprano a la cita donde se supone entrevistaría al candidato de la coalición Todos por México y le preguntaría seis cosas que había escrito con antelación. El asunto es que cuando un tema así te ocupa tendrás que esperar tu turno y si tienes mucha suerte escuchar las respuestas que el personaje le da a compañeros de otros medios.

La desventaja es que deberás esperar más que los demás, pero, en el mejor de los casos, obtendrías más información sobre lo que esperas saber del individuo para hacer más fácil tu labor, ya que nunca piensas en el ciudadano que cargas contigo y que el 1 de julio deberá elegir una opción.

Pero esta historia no es privativa de José Antonio Meade. Ocurre con personajes de todos los partidos políticos e incluso con los independientes, aunque personalmente sólo conozco a dos de los que estaban en la carrera y ni idea tengo de cómo será hoy el aspirante de Morena al que hace más de 19 años que no tengo la oportunidad de escuchar de cerca. Eso hace la diferencia.

Los demás, en mayor o menor grado, son accesibles hasta donde su equipo se los permite y lucen amables hasta donde el día les da.

Obviamente esperas siempre tener un encuentro afable porque son las personalidades del mundo de la política y están aquí en búsqueda de espacio.

Aunque esa debería ser mi ocupación, hoy quiero dedicar mis letras a Juana Cuevas, una mujer sin disfraz, que viste siempre una prenda elaborada por artesanas mexicanas que buscan el sustento para sus familias, que se acerca a conversar mientras su pareja da entrevistas.

Con una simpatía sin igual, porta pantalón sin marca de diseñador y blusa bordada a mano de la región, se acerca disfrutando el momento, demasiado sonriente para pensarla falsa.

Habla en voz baja, usa las uñas cortas, pero bien arregladas, con ambas manos sujeta un móvil inteligente, que graba y toma fotos de su estrella, pero sin perder la conexión con los humanos a su alrededor a quienes seguramente no volverá a ver, pero que deja un recuerdo agradable de la charla.

Juana tiene una sonrisa que contagia, a pesar de que confiesa en voz baja dos de sus grandes miedos y relata que los supera todos los días, porque así debe de ser. Te permite creer que se puede. Te permite pensar que se puede vivir en este país lleno de contrastes. Y confiar.

Lo más leído

skeleton





skeleton