Los caminos de la vida

Tengo un tío que siempre me recomendó que cuando fuera a mi oficina nunca usara el mismo camino, como una especie de precaución.

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Tengo un tío que siempre me recomendó que cuando fuera a mi oficina nunca usara el mismo camino, como una especie de precaución. Nunca le pregunté por qué, pero siempre lo obedecí y tenía más de cuatro rutas diferentes para llegar a mi destino laboral. Sin embargo, en los últimos meses he usado la misma vía y los cambios que en esas calles he encontrado me llaman la atención.

El primero es el aumento en la cantidad de negocios de comida que se han abierto de mayo pasado a la fecha. Nada formal. Si acaso una silla, una mesa y una vitrina donde colocar el alimento para preparar los tacos para los clientes.

El otro es la ampliación en el número de personas que ofrecen espectáculos callejeros. No los critico, pero sí me hace reflexionar sobre lo que debe de ocurrir en la economía de las personas que tienen la necesidad de pararse a mitad de la calle en un semáforo a hacer equilibrios con unas naranjas o a bailar tango mientras los choferes de los vehículos esperan una luz verde. Eso sin dejar de lado las personas que piden para alguna organización de ayuda de una serie de desamparados y las que dan una tarjeta de algún santo de preferencia católico a cambio de una moneda.

Son muchos los que ofrecen el dinero más que para agradecer el espectáculo creo que es para ayudar a quienes necesitan de esos fondos económicos, pero me preocupa que esta buena acción fomente el crecimiento de estos “empleados” de la calle.

Pareciera que los números que encontramos en las noticias de economía no corresponden con la realidad. Aunque nos expliquen que este es el sexenio del trabajo.

Ojala me equivoque en mis preocupaciones matutinas y encuentre en las historias cotidianas las respuestas a estas formas de autoempleo.
Mientras tanto, aprovecho que es lunes y que sonreír es lo único que no causa impuestos para seguir con ánimo la jornada. ¡Que sea feliz!

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