Vana ilusión

No veo por dónde la renegociación del TLC que propone Trump no beneficie a México.

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Luis Videgaray, nuevamente en Washington, declaró que “México está absolutamente abierto a tener una revisión que modernice y actualice” el tratado de libre comercio con América del Norte, proceso que va a “encarar con ánimo positivo y muy constructivo”. Estas afirmaciones son, sin duda, propositivas y optimistas, miran hacia adelante sin reparos y presentan a un México dispuesto y activo. Son ese tipo de declaraciones que se hacen bajo la creencia de que el relato define la realidad y procuran ignorar ésta. Pero la realidad, además de ser fea y grosera, es tremendamente testaruda, y lo que hoy nuestro país está en condiciones prácticas de obtener en una renegociación del TLC con EU no incluye nada de positivo ni constructivo. El objetivo de Trump en la renegociación de este acuerdo comercial no tiene nada que ver con “actualizar”, “modernizar” o “construir”. El único interés de este individuo, lo dice él, es revertir la balanza comercial, que desde hace algunos años es favorable a México.

Durante ya casi un cuarto de siglo, nuestro país ha amoldado su economía a las necesidades norteamericanas. En este proceso ha pagado costos enormes: se ha generado una dependencia alimentaria y tecnológica sin precedentes, se ha transferido el control de enormes áreas de la economía y se ha construido un sistema bancario y financiero accesorio del norteamericano; amén de la desaparición de ramas enteras de la industria, de la intensa destrucción medioambiental, y del confinamiento en la pobreza de 60 millones de compatriotas. En medio de estas condiciones, un reducido número de enormes empresarios ha encontrado ganancias descomunales, absorbiendo los principales beneficios del comercio con el vecino del Norte. Ninguna de estas condiciones podrá mejorar en una nueva negociación del TLC. Muy por el contrario, los nuevos términos que para lograr su objetivo puedan imponer los estadounidenses tenderán, precisamente, a inhibir las exportaciones mexicanas, generando en consecuencia un decremento en la captación de inversión extranjera directa y en la cantidad y calidad de empleos vinculados a ésta.

Estas duras condiciones tienen que ver simplemente con la disputa por el destino de las ganancias económicas, que no crecerán rápidamente en el futuro previsible, de forma tal que lo que en las negociaciones gane EU lo perderá México. Las fantasías de los acuerdos “ganar-ganar”, la creatividad de los pactos y la imaginación y el deseo como guía del futuro económico son ilusiones sin fundamento en la realidad. No tendrán más utilidad que hacer declaraciones tan publicitariamente correctas como vacías, que no atemperarán el impacto destructivo de la guerra económica que el forajido de la Casa Blanca nos ha declarado.

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