"El aprendizaje infinito"

Ayer concluí un taller de dramaturgia en la Escuela Superior de Artes de Yucatán.

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Ayer concluí un taller de dramaturgia en la Escuela Superior de Artes de Yucatán. Fue muy grato compartir con un grupo de 16 personas un cúmulo de memorias, situaciones y anécdotas que un día serán un texto teatral. Me importa que la gente escriba sobre su vida, que juegue un proceso de despersonalización y pueda verla convertida en letra. Quizá así, eso que duele o afecta se convierta en una lluvia catártica que libere esos recuerdos tan enclavados en el corazón y que muchas veces nos obligan al silencio. Hay que hablar de lo que nos duele o, al menos, escribir sobre ello y confiar en que la letra tendrá una suerte de exorcismos en nuestra historia. Llamó mi atención la poderosa presencia de algunos maestros de la licenciatura de teatro, su entrega a los ejercicios y la libertad para abordar espinosos temas que han marcado su vida.

Agradezco a la maestra Ligia Barahona -directora de la Licenciatura de Teatro-, más allá de la invitación y la alegría de crear juntas, todo lo que está transformando en la escuela. Es respirable en el ambiente, en alumnos y maestros, la visión conciliadora y generosa de Ligia, a quien conozco y admiro como actriz, pero humanamente no habíamos coincidido tan de cerca.

Gracias a estos tiempos, sé de su interés por generar espacios que abran caminos al diálogo sobre la violencia que se ejerce sobre las mujeres y su deseo de crear a partir de la sororidad. Me devuelve la esperanza conocer gente que, a pesar de ser brillante en su trabajo como artistas, consideren importante hacer un esfuerzo para seguir compartiendo espacios de creación. Bien decía la maestra Beatriz Rodríguez Guillermo: Siempre hay algo que aportar y algo que aprender. Pienso que Ligia está en esos tiempos de cosecha; como actriz nos marcó camino y nos maravilló con “Las inquietudes pasajeras” y “La sordera humana”. Años después se integró como actriz a la Compañía Nacional de Teatro y a su regreso a Mérida continuó formándose como pedagoga. Su nombramiento como directora, creo, es parte de esa cosecha que sin duda se comparte hoy con alumnos y maestros. La paradoja de la enseñanza es que uno quiere enseñar y en realidad aprende. Pero siempre es necesaria la humildad para pensar que el otro tiene algo que enseñarlos, y principalmente en el arte, esta conciencia es vital, sólo así seremos artistas que crean en aprendizaje infinito.

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