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El centralismo informativo que padecemos en provincia ha hecho obligatorio para todos el tema del nuevo aeropuerto que necesitan, se asegura, quienes viven o transitan en y por ese magno y múltiple error que es la Ciudad de México y su enorme e ignominiosa área conurbada. Ignominiosa por sus características urbanas, no por sus habitantes, que conste.

Este jueves 25 comenzó la consulta o “farsa” disque para conocer el sentir de la población acerca de si se debe seguir construyendo la terminal en la zona de Texcoco, o mejor adecuar las instalaciones militares de Santa Lucía.

Quienes vivimos fuera de la citada caótica región realmente no tenemos vela en el entierro, al menos no en el entierro en torno al cual bordan 20 mil historias los medios chilangos.

Lo que muchos quisiéramos que expusieran esos medios es la clara inconveniencia de que alrededor de la tercera parte del presupuesto que se ejercería en 2019 para construir infraestructura en todo el país se vaya a destinar a una sola obra, que sería ese nuevo aeropuerto o cualquier otra instalación similar.

Lo que ningún medio menciona es que el país ya no necesita la centralización de todas las actividades económicas, administrativas, políticas, educativas, culturales y etcétera en una sola zona, aquélla en donde viven los que durante décadas se han apropiado del poder.

No, lo que necesita nuestro país desde hace mucho tiempo es que se establezcan y fomenten polos de desarrollo en las diferentes regiones, aprovechando desde luego la vocación productiva, laboral y humana de cada una.

El tema de la descentralización del desarrollo, el poder y la política mexicanos es el verdadero tema de fondo que deberíamos estar debatiendo todos los mexicanos, no solamente los del centro y de algunos estados cercanos.

Pero a ningún medio de comunicación parece interesarle ir al fondo que debería tener este asunto del aeropuerto; claro, ellos comen y medran de esa centralización de las actividades mexicanas, la cual defienden y promueven mientras relegan las aspiraciones de desarrollo de las “comunidades indígenas” que pueblan el resto del país.

Para desgracia de los centralistas, nada podrá evitar que la excesiva concentración demográfica cobre sus facturas, que incluyen la ya severa escasez de agua que padecen habitantes de la Ciudad de México y su vasta zona conurbada.

Bueno, la padecen los pobres, pues los ricos todavía pueden regar sus campos de golf, sus ranchos, huertos y residencias campestres.

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