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Aun cuando no se han dado a conocer los resultados de los maestros del tercer grupo que presentó el pasado diciembre el examen de la Evaluación de Desempeño Docente, en días pasados circuló una nueva convocatoria para aquellos maestros que, de manera voluntaria, se avienten al ruedo con la promesa de que, en el caso de resultar destacados, se harán acreedores a beneficios como: incremento en el sueldo base de un 35 por ciento, promoción de horas adicionales y créditos hipotecarios.

A tres años de que el primer grupo de docentes presentara por primera vez, existen maestros que ya fueron evaluados dos veces, contrastando con un grupo mayor que todavía no ha sido convocado de acuerdo con la Ley de Servicio Profesional Docente. ¿Qué ha pasado? ¿Por qué los tiempos que marca la ley se han ido alargando juntamente con el calendario? ¿La política ha descarrilado a la evaluación, ya que apenas se han evaluado poco más de 300 mil maestros del más de un millón cuatrocientos mil registrados en todo el país? Todo indica que la evaluación se ha convertido en un proceso incompleto quedándose en un registro para las autoridades y que no está cumpliendo con su objetivo.

Rechazada por especialistas en materia educativa, la evaluación docente estigmatiza al maestro, mostrándolo como un servidor público que no cumple con sus responsabilidades, además de que no domina las competencias o los enfoques pedagógicos ni los contenidos curriculares. Sin embargo, cierran los ojos y se niegan a entender que los procesos y los resultados educativos, en términos de aprendizajes, constituyen un fenómeno complejo en el cual incide un conjunto de factores tanto al interior como al exterior de la escuela: el perfil de los directivos escolares y sus estilos de liderazgo; el clima organizacional; los usos y costumbres de los actores educativos; la normatividad y el cumplimiento de la misma; los hábitos y métodos de estudio de los alumnos, el diseño de los libros de texto y demás materiales didácticos o recursos de apoyo educativo; la participación escasa de los padres de familia, el contexto en que se desenvuelve la comunidad escolar, generalmente carente de diversos servicios de apoyo a la escuela. Cabe preguntarse: ¿sólo son los docentes quienes no cumplen con el perfil idóneo? ¿Están dispuestos a mirar de manera completa el fenómeno educativo? Aquí quedan las preguntas.

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