De crímenes y constituciones

Ya no digamos si alguien se atreve a impedirle jugar con su próxima constitución como juega a las canicas.

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No resulta para nada difícil demostrar que los países más poderosos del llamado Occidente han sido, desde la noche de los tiempos, y continúan siendo imperialistas, entendida con esta palabra su voluntad por sojuzgar a los pueblos más débiles. Especifico lo del “llamado” Occidente porque la geografía no es imperialista y ha puesto a Latinoamérica, por ejemplo, en el occidente de Occidente. Pero que el Occidente, para nosotros oriental, ha sido imperialista es perfectamente fácil de probar. No vale la pena perder el tiempo en hacerlo.

En lo que se requiere profundizar más es en el uso que se da a la palabra imperialismo. Por ejemplo, para Nicolás Maduro y todos sus seguidores en cualquier parte del orbe, ya occidental, ya oriental, es imperialista cualquiera que lo moleste. Si el zumbido de un mosquito le impide dormir es porque se trata de un mosquito imperialista. Si un niño se muere de hambre en las calles de Caracas es porque tiene un estómago imperialista. Ya no digamos si alguien se atreve a impedirle jugar con su próxima constitución como juega a las canicas.

Desde luego es lamentable, pero, si Maduro no ha leído ni una hagiografía de Bolívar ni un resumen del ¿Qué hacer? de Lenin, resulta cruel pedirle que defina palabras que repite de puro oído. Pero que se pretenda, desde posiciones de izquierda, convencernos de que Maduro es el adalid latinoamericano contra el imperialismo, ya es otra cuestión. Es tomarnos por idiotas, aunque sean camaradas de “atinada” izquierda (maduristas como fueron priistas) o han perdido la brújula, aunque oigan pajaritos con la voz (poco canora, por cierto, en tiempos de “¡Aló, Presidente!”) del Comandante.

Maduro no es Chávez. Hugo Chávez se la jugó, dio un golpe y conoció la cárcel antes de hacer su Libro Rojo, a lo Mao, con su Constitución. La de Nicolás Maduro será una traición a la Constitución de Hugo Chávez que es legítima y vigente, sea buena o mala, perfectible o no por el poder legislativo elegido por el pueblo.

No basta con gritar “¡Que viene el imperialismo!” para deponer un poder legislativo, si estamos hablando de una república seria. Y matar venezolanos porque son imperialistas al mostrarse contrarios a la nueva Asamblea Constituyente, elegida no en las urnas, sino por el dedo de Maduro, es simple y sencillamente un crimen.

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