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Hablar del campo es hablar como muchas otras realidades en nuestro país: buenas intenciones pero pocos avances y resultados tangibles que se traduzcan en políticas públicas eficientes y beneficien a la población.

En los albores de una nueva administración pública federal y estatal, el sector campesino del país anhela, por fin, tener la oportunidad de capitalizar la riqueza de la tierra.

Agricultura eficiente equivale a una mejor alimentación, teniendo en cuenta que el aumento de la población está generando un consumo sin precedentes en los recursos naturales de todo el planeta.

Señala Tim Christophersen – especialista de la ONU en Medio Ambiente- que la agricultura juega un papel clave y directo en la consecución de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) como medios para poner fin al hambre, lograr la seguridad alimentaria y mejorar la nutrición.

Reiteró en la necesidad de que la agricultura fuere un elemento central de las estrategias para abordar otros ODS como la pobreza, el agua, la biodiversidad, las ciudades sostenibles, la energía y el cambio climático.

La construcción de coaliciones intersectoriales, transformar nuestros sistemas financieros y avanzar en la educación e investigación también son elementos útiles en la alimentación comunitaria.

En la actual administración estatal, se han encontrado tres compromisos prioritarios en materia agrícola: la modernización y tecnificación de treinta mil hectáreas, con sistemas de riego, centrales de maquinaria e implementos, impulsar la producción e industrialización del chile habanero así como el establecimiento de un marco normativo por medio de la Ley de Desarrollo Sustentable.

Apenas 3 compromisos de un total de 227, que nos demuestran que contar con factores de aprovechamiento no ha sido suficiente, porque éstos no se han traducido en un despegue en la producción del campo yucateco; el recurso humano y la materia prima existen, pero la estrategia no ha sido la adecuada.

Una de las economías más poderosas del orbe, como lo es China, tiene ya más de cuatro décadas desarrollando su agricultura como una prioridad gubernamental, aún con menos del 10 por ciento de su tierra cultivable, según datos de las Naciones Unidas.

El “Dragón Asiático” - cuyas tasas anuales de crecimiento oscilan entre el nueve y el doce por ciento - implementa políticas fiscales y económicas a favor del campesino, como son la eliminación de impuestos, la cooperación y vínculo con créditos y un justo uso de las tierras.

También, el gobierno chino incrementó la infraestructura rural en educación, cultura y salud, construyó mejores vías de comunicación entre las provincias y se encuentra resolviendo la problemática del agua.

Éstas políticas están orientadas a canalizar una mayor inversión hacia el sector, reduciendo la carga financiera y protegiendo los derechos de los agricultores. Esto le garantiza una economía interna fuerte así como contar con la capacidad suficiente para satisfacer la demanda alimentaria de su población por las siguientes cinco décadas.

Siempre he tenido la certeza de que necesitamos comprender la problemática pero también aprender de los modelos que funcionen, porque así como se han dado grandes reformas estructurales, también el campo yucateco requiere generar una nueva visión y cambiar el paradigma.

Estoy convencida de que la tecnificación, el emprendimiento, la regulación de intermediarios y la adecuada comercialización nos proveerá del crecimiento en este ámbito, produciendo riqueza y bienestar a las familias de toda la entidad.

Mantener en buen estado los ecosistemas es otro de los planteamientos que sugiere la ONU, porque la agricultura debe transmutar de ser una fuente de degradación a ser un eje restaurador, garantizando también la sobrevivencia de las especies.

El gobernador electo, Mauricio Vila Dosal, contempló dentro de sus propuestas el Plan de Infraestructura Verde que convierta a Yucatán en un Modelo en su lucha contra el cambio climático y en armonía con el desarrollo regional.

Los elementos (capital humano y recursos naturales) están presentes, pero tenemos que revolucionar en la metodología, transformarnos en un Estado de campo, orgullosos de lo que somos.

*Maestra en Derecho y Doctorante por la Anáhuac Mayab 

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