Se nos va otro año más, pero uno que ha sido diferente, repleto de achaques y machaques, donde se conoció la verdad relativa y absoluta de cientos de cosas, un año que nos demostró el balance de la fuerza y no sólo en el cine sino también en la vida diaria, pues donde había caídas encontramos subidas. Vimos el precio de la gasolina crecer a los cielos y en la cima de sus costos apareció un México ecologista que volvió a proponer la bicicleta y las piernas como medio de transporte. Se inició incluso en Coahuila la construcción de la planta de energía solar más grande de Latinoamérica.

También surgió la pena del año, los terremotos más fuertes sentidos en el país, que primero trajeron desgracia pero replicaron con gente solidaria, un país fuerte, donde ese “milenial” al que llaman flojo empleó sus herramientas tecnológicas y las convirtió en un método de sensibilización mundial y quien estaba cerca tomó pico y pala y los de lejos reunimos hasta sobras de comida mientras verificamos lo que ya se sabía: al gobierno le valemos cacahuate.

Frente a gobiernos malos salieron los buenos, pues mientras unos buscan dejar al ejército en las calles, otros votaron a favor de retirarle el fuero a los gobernantes como pasó en nuestro Estado y vaya que no fue todo. ¡Por fin! se persiguió a varios exgobernadores que necesitaban estar tras las rejas, como los de Tamaulipas, Veracruz y Quintana Roo, quienes fueron procesados por lavado de dinero y delincuencia organizada. Y para hacerlo más grandioso, en un año de incertidumbre Trump no la regó y por suerte la tercera guerra no comenzó y el Tlcan no se acabó. ¡Vaya!, pues tras años buenos siempre vienen mejores, donde la alegría crece, la esperanza prevalece y la magia aparece.

Feliz 2018