Wanja, Einstein y la felicidad

La mayor parte de la heroína que se produce viene de Afganistán, casi toda llega a Estados Unidos y Europa a través del Asia Central.

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La mayor parte de la heroína que se produce viene de Afganistán, casi toda llega a Estados Unidos y Europa a través del Asia Central; sin embargo, en los últimos años la cantidad confiscada en Tanzania y Kenia ha crecido de manera exponencial. Los estragos han sido amplios, muchas fuentes estiman que entre 20,000 y 50,000 kenianos se inyectan heroína, en estos cálculos no se encuentran incluidas aquellas personas que consumen la droga a través de la nariz. La cantidad de seres humanos que día a día caen presas del vicio es cada vez mayor, miles y miles de vidas se dirigen a la destrucción.

Todo esta situación se hizo presente en la vida de una mujer llamada Wanja Mwaura un día que se dirigía a un mercado en una población relativamente cercana a la capital Nairobi. Era una mañana tan común y corriente como cualquier otra, cuando al ir atravesando el mercado escuchó que alguien la llamaba por su nombre; intentando localizar de dónde venía la voz que le llamaba Wanja miró hacia varias direcciones, en uno de tantos giros de su mirada sus ojos se toparon con un hombre extremadamente delgado, vestía una ropa tan dañada que eran prácticamente harapos, evidentemente desnutrido la miraba con los ojos desorbitados.

Wanja buscaba y buscaba en su memoria, tratando de encontrar entre sus recuerdos esa cara que de momento no le parecía conocida; por más que se esforzaba no alcanzaba a identificar a ese desconocido que se dirigía a ella de manera tan familiar y fue hasta que el hombre le dijo su nombre, Patrick “Hinga” Wanjiru, que Wanja pudo entender quién se encontraba ante ella.

Muchos años habían pasado desde la última vez que lo vio; finalmente pudo darse cuenta de que Patrick era un antiguo compañero suyo de la primaria; lo recordaba como un niño alegre y fascinado por el futbol, era tan buen jugador que todos en la escuela lo llamaban “Pelé” y él orgulloso hacía todo lo posible por mantener esa imagen.

Patrick vivía con su abuela en un barrio miserable, cuando no pudo seguir pagando la escuela tuvo que dejar de asistir, un poco tiempo después perdieron su hogar; como si las desgracias no fueran suficientes su abuela murió; solo y desorientado no pasó mucho tiempo antes de que comenzara a consumir mariguana, de ahí al consumo de heroína el camino fue muy corto; su vida se redujo a redrojar entre la basura para encontrar algo que pudiera vender y así comprar heroína y tal vez comer algo.

Wanja, decidida a rescatar a su amigo, acudió a las redes sociales para solicitar donativos para su rehabilitación; la respuesta fue escasa, sin darse por vencida, lo llevó a la clínica de desintoxicación, una semana después presumía en redes sociales los progresos logrados. Sin que ella lo supiera, un empresario conmovido por el caso replicó su llamado de auxilio y así la tan esperada ayuda por fin llegó, el hospital accedió a proporcionarle el tratamiento de forma gratuita.

Patrick ha dejado atrás las drogas y se encuentra en plena rehabilitación, agradecido ha afirmado: “Wanja es un ángel caído del cielo. Le debo mi vida”, a lo que ella ha respondido que él también ha cambiado su vida y ha afirmado que ahora se da cuenta de que una pequeña acción puede cambiar la vida de otra persona.

Probablemente Wanja no conozca la receta de la felicidad que Albert Einstein escribió en un cuarto de hotel en Tokio; un mensajero le había entregado un paquete, al no encontrar efectivo para la propina, el sabio le escribió algunas frases sobre la felicidad y le añadió su firma.
Einstein escribió: “Una vida humilde y tranquila trae más felicidad que la persecución del éxito y la constante inquietud que implica” y remató las líneas afirmando: “Donde hay una voluntad, hay un camino”.

Wanja ha llevado una vida humilde y tranquila y casi con seguridad no dedicarla a grandes empresas le ha permitido ocuparse de las pequeñas, esas que pueden ser entregarse con bondad y cariño a ayudar a recuperarse de las garras del vicio a un antiguo compañero de escuela, esa vida humilde y tranquila que ha sabido ser para su prójimo.

Einstein tenía razón, donde hay una voluntad hay un camino; esa voluntad de entregarse por el bien del otro se llama amor. Con ese amor Wanja logró redimir a Patrick, encontró un camino para hacerlo y le ha abierto a él un nuevo camino; sin duda alguna Einstein estaría muy satisfecho de la comprobación de su teoría.

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