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La musicalidad se relaciona con lo bello, lo estético, la armonía y lo tangible de la música, pero también con aquello que nace dentro, lo que se percibe en literatura y, de forma concreta, en la poesía. En otras palabras, lenguaje verbal y lenguaje musical son complementarios, participan de la misma naturaleza sonora y estructural y se expresan inextricablemente unidos.

En la lengua maya, además del canto, es en la poesía, en los rezos sacerdotales o las plegarias y en las narraciones de tradición oral donde la musicalidad se halla con más vigor y pasión. Las letras, con valor de consonantes glotalizadas, y vocales de alturas tonales variables (cortas, bajas, altas, glotalizadas, y rearticuladas), propicia que la cantidad y duración silábica, la carga acentual y la altura tonal produzcan una riqueza rítmica, sonora y a veces explosiva.

Por ejemplo, puksi’ik’al es una voz arcaica del bagaje lingüístico maya con musicalidad por sus vocales con tono corto y rearticulado y consonante glotalizada. Ha sufrido modificaciones desde la época prehispánica, significa corazón material, pero también es el meollo del maíz, aunque en determinados contextos funciona como corazón inmaterial, casi equivalente al óol: Táan u kikilaankil in puksi’ik’al (Mi corazón palpita con prisa); Uts u puksi’ik’al (Ser de buen corazón, caritativo); Yaan ok’om tu puksi’ik’al (Hay tristeza o pena en su corazón).

En la narrativa maya o tsikbal, como las historias, cuentos, leyendas y fábulas, hallamos elementos retóricos –fórmulas repetitivas y un sinnúmero de onomatopeyas– que cumplen una función expresiva y pueden causar sensaciones en el receptor por su fuerza, ritmo y musicalidad.

Donde también hallamos con ímpetu y pasión la musicalidad de la lengua maya es en la poesía. Dos poetas mayas, modelos de la evolución lingüística y literaria en la península, son Briceida Cuevas Cob (voz de los cuerpos y de las almas de las mujeres mayas) e Isaac Carrillo Can (poeta-escritor de las jats’uts’ t’aano’ob o palabras bonitas) y de las yóok’otilo’ob o danzas; ambos poseedores de una gran cadencia y musicalidad tanto por sus recursos estilísticos como por sus contenidos étnicos y costumbristas.

Otros ámbitos donde la musicalidad de la lengua maya se halla en su máxima expresión son en las canciones, rezos e himnos que entonan los “maestros cantores” en el oriente del Estado, personajes asociados al culto católico, cuyo oficio es, quizá, de raíz prehispánica. Así como en los rezos sacerdotales mayas o payalchi’o’ob, a los que me referiré en la próxima entrega.

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