"Aprender la esperanza"

La fortaleza de la Orquesta Sinfónica de Yucatán radica en su vínculo con la sociedad que le permite subsistir independientemente de los cambios de gobierno.

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Las visitas de José Sanchís Sinisterra y Luis de Tavira a la ciudad de Mérida dejaron una provocación creativa, avivaron una llama en los que tuvimos la suerte de asistir a las reuniones, pero sobre todo nos dejan una oportunidad y una necesidad. La oportunidad de continuar reflexionando sobre lo compartido.

En el caso de Sanchís su inspirador discurso de bienvenida a los alumnos de la Licenciatura en Teatro de la ESAY, donde contó su vida y lucha por recuperar el valor del texto dramático y cerró con la lectura de un monólogo que escribió desde la voz del personaje, hermoso encuentro que nos obliga a reinventarnos para sobrevivir en un mundo acelerado, descorazonado-virtualizado, económicamente vertiginoso, en donde aumentan la pobreza, la ignorancia, la falta de certeza y la soledad.

Ahí radica nuestra necesidad, en resistir a este devenir de la mejor manera, articulándonos desde nuestros quereres, saberes y diferencias para funcionar en un gran engranaje que nos permita una estabilidad inicial para continuar con un crecimiento sólido y no sólo de temporal. “La esperanza no es fruto de temporada”, dicen los personajes de Puente Alto, obra de Enrique Ballesté.

La fortaleza de la Orquesta Sinfónica de Yucatán radica en su vínculo con la sociedad que le permite subsistir independientemente de los cambios de gobierno, porque existe un patronato que la protege y procura. Así responde la sociedad para garantizar sus intereses culturales; el ejemplo podrá calificarse como clasista, no es mi intención, pero aun si así fuera, ¿no tendríamos nosotros, artistas escénicos, mayores motivos para articularnos a través de un patronato o compañía que nos represente? Estoy seguro que de ser así se elevaría la calidad de nuestros quehaceres y la sociedad podría defender mejor sus productos culturales y dejar una estructura sólida para los que vienen atrás.

Me emociona pensar que pueda llegar a suceder, pero considero que el primer paso es volver a revisarnos y contestarnos las preguntas con las que inició el maestro Luis de Tavira su seminario. ¿Cuál es la causa del teatro?, ¿cuál es su razón? ¿Por qué insistir en hacer teatro hoy? Quizá después de esta revisión encontremos la manera de aprender la esperanza y, como dice una canción de Enrique Ballesté: “…Se sabrá, se sabrá, compañeros se sabrá que en tu voz y en mi voz la mañana comenzó”.

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