El mundo: climas y elecciones
Verónica García Rodríguez: El mundo: climas y elecciones.
Los últimos días hemos vivido situaciones climáticas sin precedentes. A finales del año pasado se anunciaba que tendríamos el invierno más frío en las últimas décadas y, por supuesto, suponíamos que era la antesala de una época de calor también intensa. Sin embargo, no esperábamos o no sabíamos que la oleada de calor que viviríamos podría llegar a los 60º C de sensación térmica en algunas zonas.
Cada día es más agobiante trasladarnos de un lado a otro, conducir o esperar el transporte público; caminar por las calles al mediodía y a las primeras horas de la tarde nos recuerdan el cuento de Juan Rulfo, “Nos han dado la tierra”: “Después de tantas horas de caminar sin encontrar ni una sombra de árbol, ni una semilla de árbol, ni una raíz de nada, se oye el ladrar de los perros […] Cae una gota de agua, grande, gorda, haciendo un agujero en la tierra y dejando una plasta como la de un salivazo. Cae sola. Nosotros esperamos a que sigan cayendo más y las buscamos con los ojos. Pero no hay ninguna más. No llueve”.
El calor sin lluvia, ríos secos, tormentas solares, auroras boreales, como profecías anunciadas por Nostradamus y Baba Vanga, terminan por no extrañarnos ante la enajenación y la barbarie. ¿Será acaso la naturaleza avisándonos que ha llegado el fin?
Lo cierto es que mientras nos quejamos del calor, la construcción de desarrollos habitacionales exclusivos acaba con los pulmones naturales de la Tierra. Este calor nos es más que una advertencia de que hemos hecho mal nuestra tarea, y no es que seamos muchos, sino que producimos demasiado por el consumo desmedido, alentado por los grandes capitales, a quienes no les interesa nuestro futuro ni bienestar.
Un ejemplo son las grandes guerras de este nuevo milenio, primero Ucrania y Rusia, fraguada de intereses geopolíticos y económicos, después Israel y Palestina, ambas por la disputa de un territorio, han dejado claro que nada importa para los intereses del poder.
Las guerras han llevado a la destrucción de ciudades enteras, de historia, de cultura, de conocimiento, de la alegría, de los recuerdos de infancia y de la esperanza de muchos seres humanos, ¿importará, entonces, el entorno natural?
La política y la economía aparecen como dos gigantes, en cuyas sombras se oculta el poder, del cual, como dice Foucault, no podemos escapar como si del destino se tratase. Pero, aunque las apariencias digan lo contrario, aun podemos elegir.
En México se vive un nuevo periodo electoral en el que hemos visto asesinar a decenas de candidatos, lo que refleja el alto nivel de violencia e impunidad y en el que hemos sido testigos del quebranto de los principios y voluntades. Los cambios abruptos de un partido a otro evidencian el cinismo político que ha existido siempre, pero que ahora no importa que se vea, lo único es conservar las prebendas del erario. Sin máscara alguna, piden el voto a al pueblo que traicionaron. Ante tal ignominia, podemos elegir votar o no, ser cómplices de unos u otros, pero siempre podemos elegir.
Hoy, el planeta arde por dentro y por fuera, el odio y la ambición parecen no dar tregua, de la misma manera que el Sol nos hace una llamada de atención para ver lo que estamos a punto de perder por no elegir la vida ante el dolor y la muerte, para atesorar las cosas pequeñitas como una mañana fresca, una gota de lluvia o el espectáculo de un árbol reverdecer.