'Dios castiga a los pecadores por amor'

Él quiere atraer a los lejanos y les da una nueva oportunidad, como signo de su misericordia.

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Zaqueo era un recaudador de impuestos y nos representa a todos, porque todos hemos sido egoístas, aprovechados, ventajosos, insensibles a las necesidades de los demás. (esplaielnen.org)
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MÉRIDA, Yuc.- XXXI Domingo Ordinario.
Sab 11, 22-12,2; Sal 144; II Tes 1, 11-2,2; S. Lc 19 1-10
¿Por qué Jesús pone en discusión nuestra manera de vivir, nuestras ideas y criterios, nuestros compromisos y perspectivas?

Eso mismo nos lleva a preguntarnos por qué se hace amigo de los pecadores, los busca, comparte su mesa, dialoga con ellos.

¿Por qué antes de comprometerse con ellos no les exige cambiar de vida, dejar sus conductas, y modificar su forma de pensar?

I.- ¡Dios ama todo lo creado!

Zaqueo era un pecador, era hombre rico que había acumulado dinero explotando a otros, sirviéndose del poder de los romanos. Por ello había sido abandonado por todos, y muchos lo rechazaban y excluían.

Jesús al acercarse a los pecadores puede provocar el alejamiento de los buenos, de aquellos que han permanecido siempre fieles, y es claro que ello a veces confunde porque no define los límites entre el bien y el mal; además puede provocar descrédito para su buen nombre y el de sus discípulos. 

Éstas y otras consideraciones se han hecho por aquellas personas distinguidas y notables de la sociedad, que estaban alrededor de Jesús en su vida terrena, y que aún ahora por su cercanía, quieren condicionar la vida de la Iglesia y de nuestras comunidades religiosas.

No saben distinguir que la cercanía en el afecto no es para condicionar de acuerdo con sus criterios, sino para fortalecer la libertad de la persona amada en el cumplimiento de su deber.

En todos los tiempos y circunstancias encontramos este tipo de personas, que quieren “cobrar su cercanía a la Iglesia” de acuerdo a sus criterios, intereses y perspectivas.

Por otra parte queda bien clara la motivación en el libro de la Sabiduría conforme lo escuchamos en la primera lectura: “Porque tu amas todo cuanto existe y no aborreces nada de lo que has hecho, pues si hubieras aborrecido alguna cosa no la habrías creado” (Sab 11,24).

Es la misma respuesta que Dios le da a Jonás cuando éste se molesta con el Señor porque siempre no castigó a Nínive, una ciudad pecadora y enemiga del pueblo de Dios, y con ella se ve como delante de su espíritu de conversión, Dios es grande en misericordia. (Jonás 4, 2)

Dios le reclama a Jonás porque él siente compasión por una planta que en una noche brotó y se secó y “¿no voy a tener compasión de Nínive, la gran ciudad en la que hay más de ciento veinte mil personas...?”

Con esta indicación de la misericordia de Dios, procuraremos penetrar un poco en el misterio de la vida, el por qué de tantos acontecimientos incomprensibles, el por qué del sufrimiento y de la muerte ya que todo es amado por Dios, y por ello lo que nosotros vemos que podría ser motivo de llamada de atención rechazo ó castigo; puede ser asumido por Dios con un amor de creador y Padre mucho más profundo, que nos enseña que Él quiere atraer a los lejanos, y que busca, espera, da una nueva oportunidad, como signo de su misericordia.

II.- Pecado es rechazar el amor

Se puede decir que en cierta manera Zaqueo nos representa a todos, porque todos hemos sido egoístas, aprovechados, ventajosos, insensibles a las necesidades de los demás.

Suelo decir que la santificación del domingo debe comportar la participación en misa en familia, el descanso, la cultura y la solicitud por los olvidados, ¿por qué esto último? Porque hay muchas personas solas, abandonadas, sin afecto, sin atención, que en este día – que conmemoramos la Resurrección del Señor- debieran atraer nuestro afecto, visita y atención.

A ellos deberíamos decirles como Jesús: “hoy tengo que hospedarme en tu casa”.  (Lc 19,5)

Debemos educar nuestro corazón a encontrar a Dios en el hermano, sobretodo sí solo o abandonado, ya que estos son tantos en nuestro mundo consumista.

Y ello no debe ser tan solo un “parche”, un “checar tarjeta” un cumplimiento”, sino una educación del corazón, que se vuelve compromiso cristiano. El rechazo al amor es la esencia del pecado porque el pecado excluye, la virtud incluye, el pecado es separación y división, la virtud es acogida y comunión.

Jesús va a casa de Zaqueo para que se sienta tomado en cuenta, valorado y por lo mismo amado.

En el lenguaje bíblico “cenar con uno”, es entrar en una relación más cercana, formar parte de su vida. Así la vida de Zaqueo cambia y se transforma porque empieza a vivir la vida de Jesús.

Nos cuesta trabajo a veces descubrir a Dios en los acontecimientos, interpretar a la luz de su voluntad los signos de los tiempos; pero se vuelve más difícil aún cuando se trata de los acontecimientos de una vida desordenada y errada. Porque sabemos que nos cuesta trabajo incluso descubrir a Dios en nuestros equívocos y desaciertos.

Solemos tender a la visión dialéctica, de contraposición en los acontecimientos y no de inclusión y comunión; dividimos el mundo en malos y buenos, (¡por supuesto que nosotros somos de los segundos!) lugares permitidos y lugares prohibidos, los que merecen ser atendidos y los que deben ser rechazados siempre muchos quieren vivir en la “adolescencia de la exclusión”. Este es el trabajo del maligno, de Satanás, del Padre de la mentira.

Jesús entró a casa de un pecador y llevo consigo a sus discípulos para llevar consigo el pecado del otro, ofrecerle su amistad porque vio el deseo que aquel hombre tenía de conocerlo y por ello se deja encontrar, propicia el encuentro.

Pecado no es aceptar ese designio de Dios: de buscar, encontrar, reconciliar; y quedarse en la actitud de rechazar, despreciar, excluir, considerándose a sí mismos como el único juez, el único parámetro, el único que posee la verdad; este es el más sutil y grave orgullo germen del pecado, porque sólo Jesucristo es Camino Verdad y Vida.

III.-  La conversión

Zaqueo era un egoísta y explotador; pero Jesús no lo regañó, ni lo humilló: “Tu tienes compasión de todos, porque todo lo puedes y pasas por alto los pecados de los hombres para que se arrepientan”. (Sab 11,23)

Cuando detectamos el pecado nos sentimos en el deber de gritar y denunciar, en cambio Jesús no condena, sino que le pide entrar en su casa, que en el fondo fue entrar en su corazón para cenar con él, y así provocar, al compartir su pecado de opresor que modificará la conducta, decidiendo un cambio de actitud.

¡Qué lección pastoral nos da con esto Jesús!
Habiendo “cenado con Jesús”, habiendo estado delante de su presencia en la Eucaristía, habiéndolo escuchado en el silencio de nuestro corazón, será más fácil dilatar nuestra benevolencia hacia los demás, aleccionados por el ejemplo de su misericordia.

Podremos entonces alentar a otros, o quizá cada uno lo puede decir para sí: Voy a dar la mitad de mis bienes a los pobres y si he defraudado a alguien le restituiré cuatro veces más”. (Lc 19,8)

Todo lo que es vanidad, ostentación, presunción, extravagancia, son demostraciones de que el Señor Jesús no ha sido hospedado en casa, y no ha podido “cenar con nosotros”.

Es el criterio de la “vanidad de vanidades”, de todo lo que se lleva el viento, fútil como el humo, inconsistente como el polvo, como el agua que se escapa entre las comisuras de los dedos, al final de toda esa vanidad no queda nada.

Cuando lleguemos al grande acontecimiento de nuestro encuentro con el Señor al final de la vida, llenos de alegría renunciaremos a todo lo obtenido con años de fatiga, y que hemos defendido a costa de tantos sacrificios, porque habremos encontrado el tesoro más precioso que es encontrarse y estar con Él y en Él.

IV.- Conclusiones

  1. Conforme al libro de la Sabiduría, Dios ama a todos y por ello castiga a los pecadores por amor, para que aprendan a regresar al verdadero amor.
  2. Como nos dice San Pablo no vivamos con miedo y sobresalto por la segunda venida del Señor. Porque Él, como a los discípulos de Emaús, nos acompaña en el camino de la vida, nos explica la Escritura y parte para nosotros el pan, y esto tiene que excluir todo miedo y angustia. 
  3. La conversión del corazón comporta una opción vital, hacia Dios y al servicio del prójimo, en un compromiso a favor de la justicia, el respeto, el diálogo y la paz; para forjar así una nueva comunidad, con un nuevo orden de relaciones. Cristo es el único liberador por ello dice un autor: “Nadie libera a nadie. Nadie se libera solo, y las personas solo pueden liberarse en la comunión”. (P. Freire)
  4. La reconciliación rompe el asilamiento egoísta y la soledad del pecado, para abrirnos a la comunión con los demás y con Dios.
  5. Jesús nos enseña que la bondad y paciencia de la misericordia de Dios, es el mejor camino de la conversión del corazón.
  6. Que cada uno vea la justicia en los salarios de sus trabajadores, la justicia en el pago de los impuestos, la justicia en sus relaciones familiares e institucionales; porque siempre el camino de la paz, pasa por la justicia.

Concluyamos con la oración colecta:

 "Ayúdanos, Señor, a vencer en esta vida cuanto pueda separarnos de ti”. Amén

Mérida, Yuc., 3 de noviembre de 2013.

† Emilio Carlos Berlie Belaunzarán
Arzobispo de Yucatán

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