El investigador francés Didier Boremanse publicó un mito bastante atípico y muy interesante. Éste y muchos otros relatos fueron recopilados por él en las comunidades lacandonas de Chiapas entre los años 1971 y 2006.

Cuentan los lacandones que en cierta parte de la selva hay una gruta que estaba habitada por un ser sobrenatural llamado el Amo de la Caverna, quien devoraba a la gente que entraba a la cavidad. En una pared de la cueva estaban marcadas las huellas de sus pies. Si alguien las tocaba, las piernas del Amo empezaban a salir de la roca, se alargaban y devoraban a la persona.

Hubo una vez un hombre osado que fue a cortar las piernas del Amo de la Caverna. Sin embargo, cada vez que las cortaba, ellas crecían. Cuando se cansó, se detuvo y lo devoraron.

Uno de los parientes de aquella persona, viendo que no regresaba, llamó a tres hombres valientes y los convenció para que fueran con él a ver qué había pasado. Cuando llegaron a la cueva no vieron el cadáver del pariente, pero sí miraron las piernas en la pared y decidieron cortarlas. A medida que las cortaban volvían a crecer.

Las piernas cortadas se amontonaban en medio de un charco de sangre. Los hombres se turnaban para cortarlas. Cuando uno de ellos se cansaba, otro lo reemplazaba. Siguieron así hasta que por fin dejaron de retoñar. Pero temiendo que volvieran a salir decidieron retirarse.

Al día siguiente, regresaron para mirar dentro de la cueva y vieron al Amo de la Caverna, fuera de la roca, sentado y aparentemente muerto. Era un ser del tamaño y apariencia humana, con una túnica que parecía la piel de un jaguar. Al regresar a sus casas tuvieron fiebre causada por haber matado al Amo de la Caverna. Cuentan que oraron mucho hasta que la fiebre cedió. Temerosos, dijeron que nunca volverían a la cueva.

Opino que el miedo que los lacandones tiene al Amo de la Caverna aun cuando lo mataron es porque saben que la muerte de un ser sobrenatural es sólo una fase de su eterna existencia y siempre retorna fortalecido.