El amor y la caridad guían al cristiano hacia la perfección

XXIII Domingo Ordinario. Ez 33, 7-9; Salmo 94; Rm 13, 8-10; S. Mateo 18, 15-20.

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La síntesis de toda las leyes es el amor a Dios, que se manifiesta y constata en el amor al prójimo. (SIPSE)
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MÉRIDA, Yuc.- “La armonía de los  hermanos es melodía a los oídos de Dios” (San Ireneo).

 I.- Ez 33, 7-9

Encontramos el texto que hemos escuchado en la tercera parte del libro, en el cual el profeta durante el asedio de Jerusalén consuela a su pueblo prometiéndole un futuro mejor.

Subraya además la importancia de la responsabilidad personal cuando se trata de la actuación moral. Se especifica la función del profeta y el deber de aquellos que lo escuchan.

El profeta ha sido puesto como centinela, es decir como aquel que tiene el deber de vigilar la fidelidad del pueblo a la alianza, y el cumplimiento de la Ley de Dios.

Con firmeza y celo debe cumplir su misión, que es la de comunicar la Palabra de Dios de manera integral.

Lo que incluye la amenaza hacia los que se portan mal y hacia los impíos.

Dios le recuerda al profeta que debe dar cuentas a aquellos a los que no ha amonestado, así como explicitar su rechazo del pecado, porque el profeta es como un centinela. A su vez el que escucha la Palabra de Dios debe llevarla a la práctica, el impío debe cambiar su conducta y convertirse al cumplimiento de la Ley de Dios, puesto que si no obedece estará perdido.

Es claro el subrayado sobre la responsabilidad de la conducta personal, moral.

La amenaza: “impío, tú morirás” no sólo se refiere a la muerte física que abarca a todos los hombres, incluidos los justos, sino que implica una sentencia que va más allá de la muerte biológica.

II. Rm 13, 8-10

El texto se encuentra en la parte exhortativa de la carta, que tiene como objetivo indicar la norma de la conducta que corresponde a la dignidad de “cristiano” que se ha recibido.

El apóstol ha tratado el tema de pagar las deudas, y por ello lo lleva a considerar que cada uno debe pagarle a los demás la deuda de caridad que tiene hacia ellos.

Esto no se realiza nunca en su totalidad, y por otra parte imprime el tono de que todas las relaciones deben ser solidarias y fraternas como corresponde a la familia cristiana.

Los mandamientos que cita los toma del Deuteronomio 15, 17-21 compendiados en el precepto del amor al prójimo del Lev 19,18. Pero en una dimensión universalista, ya que se refiere no sólo a los del pueblo de Israel, sino a toda la familia humana unificada en Cristo.

El amor al prójimo se comprende como el cumplimiento pleno de toda la ley, y se ve que la ley misma no tenía otra finalidad: sino la del amor, la caridad, que guían al cristiano a la perfección.

Y de eso se da cuando el creyente que se deja guiar en todo por la acción del Espíritu, que es el único animador y guía de la ley en el Nuevo Testamento, y el Espíritu nos guiará y estimulará hacia la caridad. Así la vida según el Espíritu obtiene su plena realización. El apóstol presenta aquí una síntesis de toda la vida cristiana.

III. Mt 18, 15-20

Le lectura escuchada es la parte discursiva del quinto acto del drama de la venida del Reino de los Cielos y que se denomina “discurso eclesiástico”, en el cual Jesús da las normas a la nueva comunidad.

Tres áreas abarca:

  1. El deber de la corrección fraterna.
  2. La función de ligar y desligar otorgada a los apóstoles.
  3. Y la eficacia de la oración realizada en comunidad.

Mateo es un evangelista particularmente sensible a la organización de la Iglesia, y por eso además pretende la transparencia y limpidez de la misma, pues la quiere “sin mancha ni arrugas” (Ef 5, 27).

Eso mismo nos guía a la proposición de la corrección fraterna de manera articulada y gradual:

  • En secreto.
  • Ante dos testigos.
  • Delante de la Iglesia.
  • La separación.

Que refleja una metodología pastoral que debe adecuarse según los diversos contextos culturales.

En el substrato de este anhelo de autenticidad en la caridad está el don de “ligar–desligar” confiado por Cristo a Pedro (Mt 16, 18).

El Reino es una institución de gracia, y por tanto de poder eclesial, en el “ligar–desligar” de Mateo o en el de “retener y perdonar” de San Juan, pero en orden a la santificación de sus miembros.

Mateo se preocupa del deber de caridad pastoral que deriva de la presencia de cristianos pecadores al interno de la Iglesia. Son los débiles, pero que tenemos el deber de no dejar que se pierdan, y que la caridad nos urge a tener el máximo de solicitud para reconducirlos al camino de la fidelidad.

Es el pastor que debe de ir con solicitud a la búsqueda de la oveja perdida.

Sólo cuando la obstinación es tan orgullosa de configurar un rechazo total es cuando entonces se llama “la blasfemia contra el Espíritu Santo”, ya que ha rechazado los esfuerzos de ayuda, catequesis y convencimiento.

Se deduce de la lectura de la ley la obligación que tenemos todos como comunidad y compromiso fraterno pastoral hacia los débiles, lejanos, probados.

Surge también una celebración de misericordia, contra todo rigorismo, permaneciendo en la firmeza de la fidelidad.

De hecho el sacramento de la confesión es sacramento de reconciliación, perdón, reintegración, paz y gozo interiores. Así podremos también orar con serenidad y confianza. El Padre Nuestro: “perdónanos como nosotros también perdonamos a los que nos ofenden”.

El amor se transforma así en el centro coordinador y animador del culto y de la vida íntegra entendida como existencia cristiana.

Tema del segundo himno Paulino de la Caridad (Rm 13, 8-10, Rm 13, 8-10), después del maravilloso himno de (1Cor 13).

El amor es la base de las prescripciones y de los consejos evangélicos, es decir de la existencia cristiana. El elemento que coordina el íntegro cuadro referencial de la ética cristiana es el amor, como plenitud de la ley (v.10) y como plenitud de realización cristiana y humana.

Conclusiones:

1. Ante tantas incertidumbres que vivimos y que crean un clima de desconcierto y pesimismo nos sirve mucho la recomendación paulina: “Dios ha reconciliado consigo al mundo por medio de Cristo y nos ha encomendado a nosotros el mensaje de la reconciliación (2Cor 5, 19).

2. Debemos ser constructores de reconciliación y de armonía fraterna, reconstruir la unidad nacional y no favorecer las divisiones.

3. La síntesis de toda las leyes es el amor a Dios, que se manifiesta y constata en el amor al prójimo.

4. Todo verdadero liderazgo debe acompañar y orientar a los demás y amar, como dice el refrán castellano: “nos amamos diversos, nos aceptamos complementarios”.

Respetar diferencias, valorar lo positivo en los demás, ser firmes en decir no: a la división, violencia, desprecio, manipulación de los demás.

El pasado día 5 celebramos el XVII aniversario del fallecimiento de la beata madre Teresa de Calcuta, a la que una vez dialogando con ella le dije: “Me gusta definirla a usted como la que sabe abrir puertas y tender puentes”. Y vaya que lo hizo al dejar a su muerte 594 casas fundadas en 131 países, y actualmente tienen 657 casas  en 135 países.

5. Saber tener valor en denunciar errores, pecados, fallas, negligencias, y todo lo que se opone o desprecia la Ley de Dios. Pero al mismo tiempo con esa metodología evangélica ejemplar, que respeta al máximo a la persona y su posibilidad de evolución y cambio, bajo la acción del Espíritu y contando con la colaboración del sujeto.

6. En cambio vivimos una época de descalificación sistemática de etiquetar personas, de hacerlo del conocimiento público o en reuniones a través de los medios de comunicación, es la época que más se habla del respeto a la persona y se ve como anhelo, porque es la época en que más se manipula y desprecia.

7. Respetar el proceso de hablar a solas con el que se equivoca y yerra, si no hace caso invitar a otros dos, si ni así, a la comunidad, y si tampoco hace caso apártate de él. Reprender para transformarlo y no para humillarlo.

8. La importancia de la confesión como sacramento de reconciliación, recuperación de la alegría y la paz, purificación interior, que certifica nuestro reconocimiento de que somos pecadores, nos arrepentimos y queremos cambiar y mejorar nuestra vida.

9. De la oración, me gusta mucho esta definición: “Orar es escuchar y dialogar con Dios, para ser capaces de comprometernos con el hermano”. Imaginemos la fuerza donde dos o más se reúnen en su nombre y tienen comunión de sentimientos y plegarias.

10. Promovamos oraciones comunitarias por la justicia, libertad y democracia para que los corazones se abran al amor y la paz.

Que no seamos sordos a la voz de Dios (Sal 94), a su invitación a transformar nuestras vidas y la comunidad en la que debemos germinar, florecer y fructificar, con los frutos de las buenas obras al servicio de nuestros hermanos, gestando a través del diálogo el verdadero amor. Amén.

Mérida, Yuc., 7 de septiembre de 2014.

† Emilio Carlos Berlie Belaunzarán
Arzobispo de Yucatán

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