El poder de la oración

El Evangelio de San Lucas, dedicado de manera especial a la oración perseverante y llena de confianza.

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La justicia de Dios no es represalia o venganza, sino la plenitud del triunfo del bien sobre el mal, y lo vemos claramente en la pasión de Cristo y la pasión de los mártires. (oracionesmagicasypoderosas.com)
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XXIX Domingo Ordinario
Ex 17, 8-13; Sal 120, 2 Tm 3, 14-4, 2; Lc 18, 1-8

¿Qué significa orar? ¿Cómo hacer oración? ¿Cuál es la relación existente entre la oración de la persona y la acción libre y soberana de Dios en la historia de los seres humanos? Son algunas de las preguntas que nos introducen a la temática de este domingo.

El episodio nos narra la primera lectura acerca de Moisés, que permanece con sus manos alzadas orando por el pueblo de Dios y nos muestra la presencia permanente de Dios y la eficacia de la oración. 

Tema que se repite en el Evangelio, que nos habla de la oración perseverante y llena de confianza, mediante la parábola del juez inicuo y de la viuda que le suplica justicia. 

Por otro lado, la segunda lectura, la carta de Pablo a Timoteo, continua la exhortación a la responsabilidad de la comunidad como modelo para los cristianos.

El hombre de Dios debe sentir la responsabilidad de anunciar en todo momento y circunstancia la palabra de Dios, que tiene en sí misma la eficacia para la salvación.

I.- La oración y la justicia

El combate entre los hebreos emigrados de Egipto y los Amalecitas en el desierto, es la primera gran dificultad a la que se enfrentan los judíos después de la persecución del faraón y su ejército, en su camino hacia la tierra prometida por Dios.

Tienen que enfrentarse contra estos hombres que viven de conducir las caravanas por el desierto y que están incómodos porque este pueblo se ha entrometido en sus caminos.

El combate lo lleva a cabo Josué, mientras Moisés está sobre la colina orando acompañado por su hermano Aarón y Jur. Moisés decide la suerte de la batalla con sus manos alzadas, gesto interpretado como la “plegaria de Moisés” delante de Dios. Es una manera de ilustrar la fuerza de la intercesión de Moisés que obtiene el cumplimiento de la promesa de Dios, quien es realmente el que guía y protege a su pueblo.

II.- Orar sin desfallecer

Es indudable que la narración bíblica de la victoria de Israel sobre los Amalecitas por la intercesión de Moisés prepara a escuchar el Evangelio de san Lucas, dedicado de manera especial a la oración perseverante y llena de confianza.

Esta pequeña parábola se inicia con una frase temática acerca “la necesidad de hacer oración sin cansarse”, o mejor, “sin perder nunca la confianza”.

La parábola tiene dos protagonistas: el juez inicuo “que no teme a Dios ni se condiciona por alguien”, y la pobre viuda que busca obtener justicia contra su adversario. El primero es obvio que representa al opresor prepotente y carente de escrúpulos; y la viuda representa, en la tradición Bíblica, la categoría de los pobres y oprimidos. En el texto mismo Dios es el defensor y protector de esta categoría que reúne al huérfano, a la viuda, y al extranjero.

La insistencia de la viuda ante aquel juez obtiene al final un resultado no tanto atendiendo a la justicia, sino por un interés personal: “ya que esta viuda está tan molesta, trataré de hacerle justicia, para que no esté viniendo continuamente a importunarme”.

Lo que nos sirve para comprender la forma compleja y paradójica -al menos así parece de pronto- de la intervención de Dios en la historia. Ya que si un juez injusto para quitarse de encima aquella viuda tan importuna, le concede su petición, con mucha mayor razón, Dios que es bueno intervendrá favorablemente a favor de los más pobres y oprimidos.

La aplicación se hace con una pregunta y una declaración solemne: ¿Acaso Dios no hará justicia a sus elegidos, y los hará esperar indefinidamente?  “Pues yo les digo que les hará justicia y rápidamente”. Dios interviene como base en su justicia y de manera especial a favor de sus elegidos, es decir de aquellos que son miembros de su Pueblo elegido, que viven una crisis delicada y apocalíptica, es decir la del fin de la historia.

III.- La oración fiel, confiada y perseverante

El silencio de Dios y el que la llegada de su Reino se retrase –entendido este como juicio de toda la historia humana- provoca un cuestionamiento de perplejidad: “¿Hasta cuándo Señor?”.

Dios es justo y fiel, interviene al final de la historia para desenmascarar y desenraizar el mal y la injusticia.

La última palabra con la cual se cierra esta enseñanza en san Lucas con respecto a la oración es una invitación insistente a los que escuchan el Evangelio y que viven en un contexto de prueba.

A ellos se les pide la fidelidad perseverante que se expresa en la plegaria confiada y constante: ¿Pero el Hijo del hombre cuando venga, encontrará fe aquí en la tierra?”.

No es que se dude que habrá creyentes en todos los tiempos, sino que es una invitación estimulante a permanecer firmes y fieles en la esperanza de la venida del Señor, como concluye la Sagrada Escritura: “Maranathá”, “Ven Señor Jesús, Ven”.

Perseverar en la fidelidad quiere decir que cumplamos muy bien el deber recibido de Dios que constituye nuestra vocación humana y cristiana confiando en la fuerza salvadora de su Palabra.

IV. De lo dicho hasta aquí, algunas conclusiones

  • 1.Orar no significa delegarle a Dios las propias responsabilidades en medio de las pruebas y dificultades de la propia historia.
  • Orar significa encontrar la fuerza para resistir y permanecer firmes en las dificultades, luchando contra el mal, la injusticia y la prepotencia.
  • 2.Orar no es resignación o compromiso táctico con la lógica de la injusticia. La oración es la fuerza de los no violentos, que pueden apoyarse en “la justicia y fidelidad de Dios”, quien es Señor de la historia puesto que de él dependen: vida, tiempo y circunstancias.
  • El “hágase” de Dios está en la certeza de la fe y no tanto en la cronología histórica.
  • La justicia de Dios no es represalia o venganza, sino la plenitud del triunfo del bien sobre el mal, y lo vemos claramente en la pasión de Cristo y la pasión de los mártires.
  • 3.El diálogo de la oración es cuando el creyente se une o se deja invadir por la gracia del Espíritu “que ora en él con gemidos inenarrables” (es decir que no pueden expresarse con palabras) y juntos exclaman: “Abba, Padre”. Ese dejarse invadir, dejarse conquistar, dejarse guiar para que sea el Espíritu el que ora en nosotros.
  • 4.Recordar cómo Cristo le responde a la samaritana: lo que cuenta no es el lugar sino la actitud de adorar a Dios en “espíritu y en verdad”. (S. Jn. 4. 21)

Así lo recomienda San Juan Crisóstomo: “no basta que elevemos nuestro ánimo a Dios, cuando estamos concentrados en la oración. Es posible hacerlo cuando estamos en otras actividades, que tenemos el deseo y el recuerdo de Dios, inspirados por el amor a Él, porque si a todo le damos ese sabor del amor a Él, todo será alimento sabroso a los ojos del Señor del universo”.

San Agustín recomienda: “Entra dentro de ti mismo porque dentro de ti habita la verdad, y te espera”.

“Orar asiduamente no significa estar continuamente de rodillas, o con los brazos en alto. Pues hay una plegaria interior, que es tu deseo de Dios. Si es continuo este deseo, será continua tu plegaria. El que desea a Dios encuentra en Él su descanso, y aunque calle con la lengua, canta y ora con su corazón. El que no tenga este deseo (este anhelo) ya puede incluso gritar cuando quiera, pero para Dios estará mudo”. (San Agustín, Comentarios sobre el salmo 37, 14).

Amén.

Mérida, Yucatán, octubre 16 de 2016

† Emilio Carlos Berlie Belaunzarán
Arzobispo Emérito de Yucatán

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