Por: Rogelio Sotelo Boyás
Muchos aspirantes y alumnos actuales de ingeniería petrolera o ingeniería química petrolera tienen el sueño de trabajar en Pemex. Quizás porque alguien les dijo que “se ganaba bien”; sí, probablemente, pero en algunos es más importante el hecho mismo de ser petroleros. El sentir los colores del oro negro a lo largo de 9 semestres y después correr el riesgo de respirar el olor sulfuroso del gas ácido; sentir la vibración de los monstruosos equipos de la industria petrolera; saber distinguir los diferentes tipos de crudos, gases y derivados, así como el haberse sentido identificados cuando conocieron a los ingenieros que operan las plantas, les lleva a apreciar mucho más a Pemex a través del tiempo.

Algunos petroleros logran su sueño de trabajar en plataformas o refinerías, o incluso en la Torre ejecutiva de Pemex. Otros, con la ambición de trabajar en Pemex Internacional o incluso empresas extranjeras, son perseverantes en el inglés y pasan el examen correspondiente. El brazo petrolero es tan amplio que no resulta difícil encontrar petroleros mexicanos trabajando en Argentina o Kenia; o bien entrenándose en Estados Unidos o Alemania por especialistas de talla mundial.

En México el petrolero es parte de una familia, orgullosa de ser la que sustenta al país. De igual forma, el petróleo debe ser querido y respetado por los mexicanos, no sólo en el ámbito político, sino en el aspecto técnico también. El respeto integral hacía él impulsa la cultura petrolera que deben tener las comunidades alrededor de esta industria. Este impulso nace ahora en Yucatán, donde el Instituto Tecnológico del Petróleo y Energía (ITPE) se prepara para formar a los ingenieros petroleros más competitivos del país.

Esta competitividad empieza desde comprender el origen del petróleo hasta entender cómo producir petróleo sintético, siempre con una alta responsabilidad social, buscando la mayor eficiencia energética posible o el uso mismo de fuentes de energía renovable.

La evolución de nuestra industria petrolera necesita profesionales mexicanos comprometidos con el desarrollo sustentable; no sólo con la capacidad de resolver problemas técnicos sino con una visión de negocios, de seguridad operativa, de trabajo en equipo, de respeto por el medio ambiente y por los valores que se resguardan en las comunidades, con conocimientos en tecnologías de vanguardia, pero sobre todo con el arrojo de aportar día con día innovaciones tangibles y rentables. 

El petrolero tiene una capacidad de desarrollo profesional inmensa, dada por la proyección global y por la experiencia de estar en contacto con los equipos más sofisticados y más costosos de la industria, con retos técnicos tan complejos que un error puede costar millones de pesos o incluso vidas humanas; todo esto, junto con el hecho de estar rodeado de gente talentosa de todas partes del mundo, eleva tanto su espíritu profesional como su carácter personal a límites que no tienen comparación entre los ingenieros.

Hoy más que nunca se requiere una institución educativa mexicana que cuente con la capacidad de promover en los jóvenes el hambre por ser los mejores ingenieros petroleros del mundo, de estar a la vanguardia en conocimientos técnicos e infraestructura didáctica. Este año el ITPE arranca con la misión de proveer con los egresados más calificados a la industria petrolera.

En un futuro cercano será muy interesante ver cómo reaccionan universidades públicas y privadas mexicanas ante el reto de formar verdaderos especialistas petroleros. ¿Quién se ganará este prestigio?