Transportar almas, un oficio que se ejerce en Yucatán

Lo ejercen personas tienen el donde ayudar a las personas a cruzar el umbral del más allá.

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Posiblemente haya “transportadores de almas” en Yucatán, aunque trabajan de forma “secreta”. (Jorge Moreno/SIPSE)
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Jorge Moreno/SIPSE
MÉRIDA, Yuc.- En todo el mundo existen oficios y trabajos muy variados, desde los más comunes (electricistas, recepcionistas, panaderos, contadores, doctores, licenciados, etc.) hasta los más sorprendentes e inesperados, como los “ondeadores de banderas”, “paseadores de patos”, “olfateadores de sobacos”, “balanceadores de dados”, entre otros.

Hoy hablaré de un oficio que puede sonar extraño y quizás hasta de “mal gusto” para las personas que no son de mente abierta. Me refiero al “transportador de almas”, ¿ya había escuchado usted de ese oficio?

Data de más de trescientos años y viene de España, también se practica en México así como Centro y Sudamérica, pero, ¿en qué consiste?

De acuerdo con antiguas creencias, se piensa que cuando una persona fallece, antes de que transcurran 24 horas, su alma aún esta muy cerca de su cuerpo y para poder cruzar el umbral e irse al cielo en paz, debe recibir la ayuda de una persona viva.

Para eso sirve el “transportador de almas”, quien junto al cuerpo del difunto, ya sea en la casa en donde lo están velando, en la funeraria o en el panteón poco antes del entierro, debe acercarse, mirar a los ojos al occiso (aunque éste los mantenga cerrados tal y como marca la tradición), hacer contacto físico por unos segundos (tocarle la mano, el brazo, el hombro, o cualquier parte del cuerpo, no importa que toque su ropa) y hacer una muy breve oración.

De esta forma las penurias, incertidumbre o miedo se le quitan al difunto en cuestión de segundos y éste ya descansa en paz. A principios del siglo pasado esta tradición era muy arraigada en España y los “transportadores” eran muy requeridos, principalmente en los cementerios, pues se afirma que esto es más efectivo que hacerlo en el velorio.

Personal especializado y sin miedo

¿Pero quién podría ser un transportador de almas? Evidentemente tal y como en cualquier oficio o trabajo, no puede ser cualquier gente; de entrada debe ser una persona que no le tenga miedo al más allá, que sea fría de carácter (para que no le gane el sentimiento cuando esté ante muchas personas llorando) y también debe saber esa oración secreta.

Algo muy importante es la extremada discreción, es decir, cuando reciben la llamada de un familiar para que acuda a ver al difunto, éste llega de forma desapercibida, con cualquier ropa, y a veces se hace pasar por un familiar o conocido, y como su trabajo requiere a veces menos de dos minutos, basta que en un momento determinado se acerque al féretro para hacer lo que antes señalado y con las mismas se va.

En ciudades como México, Guadalajara, Tampico y Villahermosa se tienen antecedentes de estos trabajos, al menos hasta mediados de los ochenta, aunque no hay un registro exacto porque evidentemente no existen sindicatos, ni se anuncian en las páginas del directorio comercial ni en los periódicos.

Quizás usted se esté preguntando cuál es el costo de este peculiar trabajo… pues aquí existe otra peculiaridad que lo hace especial y que en cierta forma le da veracidad al mismo, pues ¡no se cobra nada!

La explicación que se da ante la nula tarifa es que se hace de buena fe, de corazón y que no se debe lucrar con ese don especial que Dios les da a los “transportadores de almas”; antiguamente se sabía que se les “gratificaba” con una taza de café, una comida o una imagen de algún Cristo o santo, es decir con algo muy simbólico.

Sólo una oración

El único requisito es que después del trabajo, el o las personas enteradas, cada vez que recen, deben ofrecer una pequeña oración a favor del “transportador”.

Al principio algunas personas niegan requerir estos servicios, ya que por el dolor de perder a un ser querido o la poca difusión de esta tradición no les permite realizarlo; además de que hay quienes piensan erróneamente que esto está prohibido o va contra la iglesia (debido a que se hace independientemente de los servicios, “santos óleos” o despedida que hacen los sacerdotes al difunto).

Una persona que ha requerido de estos servicios dijo una vez: “La verdad no se pierde absolutamente nada por contratar a una de estas personas, ni dinero porque es sin costo, y creo que de ser real todo esto, nuestro ser querido lo agradecerá eternamente”.

Por cierto, hace unos años me enteré de una persona que realizaba este oficio en Yucatán, tanto en los panteones como en las salas de velación; me platicó sobre la oración especial y me dijo que debido a mi tipo de trabajo, yo era una persona idónea para ser un “transportador de almas”. ¿Se animaría usted a llamarme?

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