El niño que atrapaba remolinos con su sombrero

El 'Ma 'alob iik' secuestraba a niños para enseñarles el arte de curar, atraer la lluvia, adivinar y hacer ofrendas a los dioses.

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En la zona arqueológica de Anikabil, en Caucel, dicen que ahí también el 'viento bueno' enseña a los curanderos mayas. (Jorge Moreno/SIPSE)
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Jorge Moreno/SIPSE
MÉRIDA, Yuc.- En ediciones anteriores hemos hablado de los “hmen” o curanderos mayas, hoy presento una leyenda con relación a la forma en que aprenden los dones que usan para ayudar a las personas y sobre uno de los sitios en donde “estudian”.

Se trata de un cerro que se ubica en la comisaría meridana de Caucel, que es en realidad una pirámide enterrada, tiene por dentro una escuela en la que el “Ma 'alob iik’” o “Viento bueno” enseña a las personas que secuestra, el arte de curar, atraer la lluvia, adivinar y hacer ofrendas a los dioses en diversas ceremonias agrícolas que son parte de la cultura de los campesinos mayas.

Y uno de los casos más conocidos es el que cuenta el señor Primitivo Cob Puc, ejidatario de Hunucmá, ciudad ubicada cerca de Caucel:

“Mi abuela decía que los vientos buenos acostumbraban robarse a los niños que querían convertir en curanderos. Se los llevaban para enseñarles. Ella conoció un caso en que de repente desapareció un chamaquito de diez años y sus familiares lo estuvieron buscando y como no aparecía fueron a ver a un yerbatero que vivía cerca.

Entonces éste prendió su “pom” o vela, empezó a santiguar y luego de ver lo que le pasó les dijo:

“No traten de buscarlo porque lo llevó el Ma'alob iik’ -Viento Bueno-. Lo están enseñando dentro de un cerro de aquí cerca. No vayan porque no van a poder entrar, nadie puede entrar más que los vientos y los que ellos llevan”.

Sorpresa matutina

Habían pasado como seis meses cuando, una mañana en que salió la mamá a la cocina de su casa, situada atrás, vio al niño 'perdido' sentado en el fondo del solar. Entonces le dijo:

¿Qué haces allá?

Nada -respondió.

Ven a desayunar -le dijo la señora- Y entró el niño, pero ya no era del mismo carácter. Estaba serio, ya no reía ni jugaba. Solamente escuchaba y veía. No le interesaba lo mismo que antes. Actuaba como si fuera una persona que sabe muchas cosas y prefiere callarse. Pronto empezó a ir a la milpa a trabajar con su papá. Pero seguía serio, casi sin hablar.

Un día vieron que se acercaba un remolino y el niño le dijo a su papá:

¿Quieres ver este remolino que viene?

Su papá dijo que sí y entonces el chamaco fue corriendo con su sombrerito a un lugar donde él sabía que iba a cruzar el remolino, y cuando llegó lo tapó con el sombrero y desapareció el remolino.

Atrapó un remolino

Y al levantar su sombrero del suelo lo que había era un t'irix —turix o libélula-. Ya que vio que convenció su papá de sus dones, el niño soltó al t'irix y éste caminó y de pronto empezó a girar y se hizo de nuevo remolino y se fue dando vueltas como había llegado.

Lo que significó, que el niño detuviera el remolino, era que ya había aprendido, que ya era un verdadero hmen, de los que salen buenos, porque son enseñados por los mismos aires. 

El t'irix no era un insecto verdadero, sino un duende, estaba encantado, era un aire. Él lo pescó porque sabía cómo hacerlo. Y también sabía cómo hacer el kool, la comida de las milpas, el Ch 'a' Cháak, y todas las ceremonias. 

De esos curanderos buenos existían muchos antes, porque ahorita ya no los hay, con el paso de la modernidad cada vez son menos los niños secuestrados para convertirse en curanderos, ya que actualmente estos se interesan más en otras cosas pues ni siquiera al campo o a la milpa quieren ir con sus papás.

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