'Los Balam no siempre son buenos'

Los Balam se colocan en las entradas de los pueblos, cuidando los puntos cardinales.

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Los Balam son antiguos protectores de los pueblos mayas. (devianart.net/Foto de contexto)
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Jorge Moreno/Milenio Novedades
MÉRIDA, Yuc.- El monte maya es la morada de muchos seres sobrenaturales.  Muchos de éstos se relacionan de manera directa con los seres humanos, les brindan su ayuda y protección, pero demandan respeto y ofrendas. Si no se hace así, pueden causar mal directamente, la falta de su protección puede ser motivo de muchas calamidades.

Dentro de los seres de buena disposición encontramos a los Balam (Balamoob en plural de la lengua maya). La palabra Balam significa jaguar, pero también se aplica para nombrar a los espíritus protectores de los pueblos.

Se presenta a los Balam como hombres de gran estatura, usan sombrero de ala ancha, sandalias y portan túnicas flotantes. No tienen alas, pero pueden volar por los aires con la velocidad de un ave. Tienen barbas muy largas y unos rostros horribles.

Difícilmente algún ser humano podría resistir la mirada de un Balam. De día no pueden verse, pero si alguien tiene la mala suerte de ver alguno, es señal de que pronto habrá de enfermarse. Por lo general, duermen de día, porque en la noche se encuentran activos y alertas para evitar males y accidentes.

Los Balam se hacen cargo de los pueblos y los protegen. Son cuatro para cada lugar y en el cumplimiento de sus funciones, se colocan en las entradas de los pueblos, cuidando los puntos cardinales. No sólo protegen los campos de humanos y animales, sino también de espíritus malignos capaces de realizar todo tipo de atrocidades.

En ocasiones los pobladores oyen en la noche silbidos y extraños ruidos, que son interpretados como señales de que algún Balam está luchando con algún ser maligno; los silbidos indican que están pidiendo ayuda a los otros Balam, debido a que en algunas ocasiones, un solo Balam no puede derrotar al adversario en cuestión.

Cuando la batalla se torna realmente difícil, los Balam hacen uso de unos proyectiles llamados “pilis-tsoncab”, que ellos mismos fabrican con fragmentos de obsidiana o de pedernal; el disparo lo hacen con las manos y con una fuerza increíble. Los citados proyectiles se encuentran comúnmente en los montículos arqueológicos, son muy apreciados por los hechiceros como objetos mágicos para hacer sangrías.

A veces, caminando, el campesino llega a un lugar en el que hay ramas quebradas, árboles arrancados de raíz y piedras rotas y diseminadas. ¡Es la señal de la lucha del Balam contra un ser maligno!

Aunque como mencioné al principio, son cuatro Balam para cada población, existe también la creencia de que existe un quinto Balam llamado “Tup” (palabra maya que se usa generalmente para señalar al más pequeño de una familia o grupo). El “Tup” se localiza revoloteando en el punto central de la población, listo para descender en ayuda de los auxilio de los demás Balam, en su lucha contra las fuerzas malignas.

Los Balam no siempre son buenos, son muy serios y poco pacientes con aquellos que los ignoran y les escatiman ofrendas. Se encargan de poner a los viajeros en el buen camino, pero si el encuentro es con un niño, el pequeño quedará atontado o tendrá un carácter excéntrico durante toda su vida. Se dice que a veces raptan niños para que le sirvan en sus asuntos, pero eso a veces en los pueblos desaparecen niños sin dejar rastro alguno.

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