La triste historia de 'El cara de zopilote'

Lucio era un campesino maya que siempre robaba la comida de sus compañeros, hasta que lo descubrieron y le dieron un escarmiento.

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Por comer la comida ajena, Lucio fue hechizado por un brujo y le dejó una cara repugnante, similar a la de un zopilote. (Jorge Moreno/SIPSE)
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Jorge Moreno/SIPSE
MÉRIDA, Yuc.- Muchas de las leyendas mayas que hemos presentado en esta sección tienen sus respectivas “lecciones” o moralejas. Es decir, el malo o quien obra mal acaba pagando de una forma u otra sus acciones.

Hoy presento un caso que no es la excepción. Se trata de una leyenda maya que nos envió nuestro amigo y colaborador del municipio de Akil don Víctor Navarrete, esperamos que sea de su agrado.

Diariamente, un grupo de cinco hombres se dirigía a trabajar a una lejana milpa y como la jornada era muy larga siempre iban preparados con suficientes víveres, consistentes en pozole, comida y agua. Todos llevaban sus alimentos, excepto Lucio, quien sólo cargaba un calabazo lleno de agua y una pequeña bolita de pozole acedo.

Cuando sus compañeros le preguntaban por qué no llevaba más comida decía que desde pequeño estaba acostumbrado a pasar largas jornadas en el campo sin sentir hambre.

Los milperos eran muy trabajadores, casi no descansaban, sólo hacían una pausa para tomar sus alimentos. Así fueron pasando los días y semanas hasta que pasó algo extraño que sorprendió a todos. Por increíble que pareciera, empezó a desaparecer la comida de alguien del grupo, cuando se disponían a comer de daban cuenta de que no estaban los víveres de uno de ellos.

Esto empezó a suceder frecuentemente con diferentes víctimas, los demás compartían sus alimentos con el infortunado, menos con Lucio, porque afirmaba que no sentía hambre y se conformaba con un poco de pozole.

Sin embargo, los milperos se cansaron de lo que estaba sucediendo en aquel lejano lugar, entonces decidieron averiguar quién o qué se llevaba su comida.

Comienza la sospecha

Poco después se dieron cuenta de que Lucio siempre se iba al monte minutos antes del descanso, cuando regresaba decía que había ido por necesidades del ser humano. Todos empezaron a sospechar de él y decidieron tenderle una trampa. Un día no se presentó a trabajar uno de ellos, como parte del plan habían acordado que iría más tarde a la milpa y se escondería para vigilar los alimentos. El vigilante así lo hizo y observó a Lucio acercarse a los sabucanes de sus amigos, revisarlos, escoger con toda tranquilidad el guiso de su preferencia y comérselo rápidamente dejando a un milpero sin alimentos.

Cuando el vigía comentó el proceder de Lucio al resto el grupo todos se molestaron e indignaron por lo que decidieron darle un escarmiento a su ingrato compañero. Para lograrlo contrataron los servicios de un brujo. Este personaje les dijo que era fácil darle su merecido, después de pagar una buena cantidad de dinero recibieron la receta. Les indicaron buscar huevos de zopilote, sancocharlos y hacerlo pasar como de gallina, todos debían hacerlo para que Lucio se comiera los huevos del zopilote sin importar el sabucán que revisara.  

Aquel día Lucio se retiró al monte, como era su costumbre se desvió y fue en busca de comida, revisó un sabucán tras otro y en todos vio el mismo guiso: huevos sancochados. Al principio le pareció extraño, pero le restó importancia al darse gusto comiéndose aquellos huevos.

Sus compañeros ni se preocuparon por cerciorarse si funcionó el plan, sabían que el atrevimiento de aquel hombre lo haría caer en la trampa. Todo siguió con normalidad, pero al cabo de un mes las mejillas de Lucio comenzaron a cubrirse de manchas y verrugas negras como las que tienen los despreciados zopilotes.

A los dos meses todo su rostro se había cubierto hasta parecerse al de aquellos grandes pájaros. Desde ese día y para siempre Lucio fue conocido como “el cara de zopilote”, todo por su insolencia y malos hábitos de comer la comida ajena.

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