No me pidan tabletas... no sé nada de electrónica: Santa Claus

El rechoncho personaje es capaz casi de todo, pero hay noches en que, de plano, no duerme: no se explica por qué hay niños sin juguetes...

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Santa Claus fue entrevistado en Plaza Galerías de Mérida, donde recibe cartas y escucha los deseos de los niños. (José Acosta/SIPSE)
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Eduardo Vargas/SIPSE
Mérida, Yuc.- En su barba cabe el mundo entero, mil 700 años de vida, y todos los regalos que puedas imaginar, pero no es capaz de detener sus lágrimas cuando un niño le pregunta “¿Por qué a los niños pobres no nos traes nada?”

Santa Claus es, de cualquier forma, un personaje irresistible no sólo para los niños: los adultos se acercan a pedirle a veces dinero, a veces salud, pero también algunas palabras que les acaricien el alma maltrecha.

Ese regordete personaje de traje de magia, cielo y nubes, que no se resiste a los panuchos yucatecos cuando viene a traer juguetes a estas tierras, tiene no sólo regalos para todos sino también respuestas para cada pregunta que un niño, con monstruosa inteligencia, puede hacerle, pero no sabe qué responder cuando uno de ellos le lleva juguetes porque “le sobran” y quieren “regalárselos” a los que no tienen…

“¡Pero si yo les doy regalos a todos! ¿Por qué hay niños que no tienen!”

Horas antes de su viaje más largo por el mundo, ‘estacionado’ en una plaza comercial de Mérida donde recibe cartas y escucha los deseos de los niños, Santa se da tiempo para reflexionar...

-¿Por qué ser Santa Claus, qué te motivó a convertirte en lo que hoy eres?

Para acercarme a los niños, para hacerlos felices. Para tratar, de alguna manera, de compartir lo que uno tuvo, pero que hoy otros no tienen.

-¿Te agrada ser quién eres? ¿Qué es lo que más te gusta de ser Santa Claus?

La parte más gratificante es cuando los niños interceptan tu mirada y se quedan fijos y uno no puede saber si dentro hay fascinación o incredulidad, si es real, si es cómo a él le contaron, aunque algunos cuando se acercan entran en pánico, pero cuando se dan cuenta de que soy una persona muy parecida a los demás, que no soy un muñeco, el resultado es increíble.

Si tuviera que resaltar algo: lo más bello es la sonrisa, es la magia que tienen al mirar…

-¿Por qué consideras que impactas tanto en ellos?

Porque con una sola palabra les puede generar emoción, una alegría… la promesa de un regalo, de algo que anhelan. Hay otros niños que, posiblemente sólo por el puro gusto de verte, de que les hables y que les digas, quizás lo mismo que les han dicho sus papás, pero que viniendo de ti es realmente emocionante.

-¿Y sólo los niños te piden algo o también los adultos?

Sí se acercan los adultos a pedir, algunos jugando y otros no tanto; por ejemplo, la gente mayor pide “salud”. Hay quienes se acercan, y en tono de broma me dicen: “A mí no me regales nada, con dinero puedo solucionarlo todo”. Pero han habido casos de personas que, cuando se acercan, puedes percibir que tiene algún problema, que sufren, y aunque uno no es psicólogo, se acercan a que les digas cosas positivas, que todo estará bien, quieren escuchar un “sé feliz”, “todo va a solucionarse”...

-Qué es lo más difícil que te han pedido…

Más que una petición, lo más difícil ha sido contestar una pregunta, la de una niña: “¿Por qué a los niños pobres Santa Claus no nos trae nada?”

-Supongo que lloraste por eso…

Sí… la verdad es que conmueve; conmueven los niños enfermos también, pero más allá de eso, lo que verdaderamente sacude es la diferencia entre los que tienen y los que no. Hay niños que llegan a mí y no necesariamente piden lo que quieren sino lo que saben que pueden recibir y a veces éstos son más felices que los que te piden ocho cosas.

-¿Hay quien te pide algo de última moda, un celular, una tableta?

¡Sííí! Y siempre les digo: “Yo fabrico juguetes… ¡de electrónica no sé nada!... si me pides eso, me pones en un aprieto. Entonces, platico con ellos y los convenzo de que pidan algo como un juguete; “mira -les digo, que la tableta te la compre tu papá, que para eso trabaja… yo hago juguetes ¿quieres uno?”, les pregunto y la gran mayoría se convence, cambia su forma de ver el regalo.

-¿Alguien te ha pedido algo difícil como, por ejemplo, que le ‘devuelvas’ a un ser querido que ya no está?

No, generalmente me ven como algo fantástico, así lo han tomado, es una condición diferente, pero sí hay casos como el de otra niña que me pidió que le llevara algo -nunca me dijo qué exactamente- a su primita que ya había muerto…

-Prácticamente te piden milagros…

Muchos me piden “salud”, y yo se las concedo; les digo que se las concedo...

-¿Te asusta ser Santa, te da miedo?

No, en ningún sentido; al principio era complicado porque mucha gente se acercaba y como que estás expuesto a la crítica, pero entienden que es algo real: que pidas y se te conceda, es algo mágico y, al final, todo depende cómo lo recibe la gente.

-Pero hay quienes no creen en ti ¿qué les dices?

-Hay niños que creen que no existo, pero son muy pocos; algunos papás se han acercado a decirme que a sus hijos les han dicho en la escuela (sus compañeros) que Santa Claus no existe, pero yo les muestro que sí: les digo, “¡tócame!”, mientras les extiendo mi mano, “¿Lo sientes?, ¿Eso te parece que no es real?”, los cuestiono. Y se convencen…

¿Y qué les dices a los que no creen en ti?

-Los respeto mucho, pero es algo que, en el fondo, no es tan real porque -les digo a algunos que me cuestionan- “¿No te gusta recibir regalos?, ¿no es emocionante que te vas a sorprender?”. Todo esto es mágico y es cuando ellos se convencen de que creer en Santa ¡ es bueno para ellos!

-Los niños suelen hacer preguntas difíciles ¿no te preguntan qué comes?

¡Jo, jo, jo! Dan por sentado que yo ¡como galletas y leche!

-Pero cuándo traes juguetes a Yucatán ¿qué te gusta comer?

Soy fanático de los panuchos… ¡cómo que le vienen bien a mi cuerpo!

-Y no te preguntan ¿Por qué no te has rasurado!

¡Sííí!, pero siempre les digo: “¿no se ve bien mi barba?” Ellos siempre responden “Sí”, y yo les digo: “¿Para qué cortármela entonces?

Yo puedo hasta cortarme el cabello, pero nunca la barba porque demuestra los años que tienes ¡imagínate: tengo mil 700 años!; además, es bonito el color…

-Santa, parace que todo lo puedes, pero ¿nada te quita el sueño?

-Sí, pensar que algunas de las respuestas no son del todo convincentes para los niños, por ejemplo, alguien llegó a decirme que tenía muchos juguetes y que quería dármelos para que se los llevara a los niños que no tienen, pero yo me pregunto ¿hay niños que no tienen? ¿por qué! ¡Si yo les traigo a todooos! No encuentro cómo explicar eso, ni yo me lo explico…

-¿Y qué es lo que más te piden?

La mayor parte, digamos un 40 por ciento de los niños, piden regalos “sorpresa”. No importa tanto qué sea, pero eso piden que sea sorpresa…

-Santa, sería difícil imaginar que tú le escribes un carta a Santa, pero ¿si no fueras Claus, qué le pedirías?

Paridad, igualdad para todos los niños… que todos reciban regalos… Mi otro deseo....

(Santa medita por algunos segundos, ¡no sabe qué pedir! Quizás no está acostumbrado y demora en la respuesta…)

¡Alegría, un poco más de alegría!, y mi tercer deseo es: mayor entendimiento entre los padres; a veces están muy alejados unos de otros…

A mí me gusta ve cómo el papá, ese que va caminando muy ufano, casi flotando, cuando trae a su hijo de la mano y el niño me ve ¡el padre se quiebra! ¡Pierde toda pose! y pregunta al niño “¿Quieres ir?” ¡Esa fiera se vuelve un gatito! Creo que le pediría a Santa Claus que eso pasara más seguido, que los papás se dejaran tocar el corazón, mostrarse más humanos con los niños…

-Hablas de algo así como ¿soltar el corazón?

-Dejarse tocar el corazón, porque solo lo hacen a través de los hijos… cuando el niño te ve y “se atora”, él ve la cara de fascinación del pequeño y cuando yo le digo dos o tres palabras al niño, ¡al papá se le caen todas sus defensas! Se le quita la arrogancia… No me ha tocado que alguien, algún papá, se resista a eso… 

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