Golpismo

Hay quien afirma que tras la batalla por la instalación de la Mesa Directiva de los de diputados hay un solo ganador: Anaya.

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Hay quien afirma que tras la batalla por la instalación de la Mesa Directiva de los de diputados, que fue retrasada por 4 ó 5 días, hay un solo ganador: Anaya, y que lo hizo sin costo alguno. Lo que, visto a bote pronto, puede parecer cierto si consideramos que ha logrado dar dos pasos a favor de sus aspiraciones presidenciales: registrar ante el INE la alianza de su partido, el PAN, con el PRD y MC erigirse en su indiscutible caudillo, al decidir unilateralmente el motivo del pleito y cuándo arrancar la batalla y cuándo detenerla.

Pero, desde la óptica de las razones declaradas que precipitaron el conflicto: el veto al procurador general para ocupar en automático la nueva Fiscalía, el resultado fue nulo, toda vez que ya lo había aceptado la Presidencia de la República a través de una iniciativa enviada hace más de un año; peor aún cuando constatamos que el asunto les compete, más que a los diputados, a los senadores. Lo que exhibe su incapacidad para alcanzar lo que originalmente planteó: paralizar ambas cámaras.

Ahora que si analizamos el asunto de los costos, el saldo no fue tan blanco, pues la primera premisa de cualquier demostración de fuerza consiste justamente en no exponer las debilidades propias; la segunda es fortalecer a los aliados. Demostrar públicamente la incondicional subordinación de Alejandra Barrales no contribuye a ganarse la adhesión de los perredistas, o de lo que quede de ellos; su fracaso en el Senado que, en maquiavélico lance, designó a Cordero su presidente, así como su rabieta para expulsar del PAN a los que apoyaron al calderonista, hablan de su flagrante debilidad.

Lo peor fue el desaseo de sus operadores que exhibieron su falta de planeación, de control y, peor aún, la oscura cara golpista del PAN que, con el discurso civilista, había logrado ocultar por mucho tiempo. Marko Cortés, en un intento por administrar los daños quiso transfigurarse de golpeador en presidente de la Junta de Coordinación Política, agradeciéndole no sé qué a César Camacho, lo que le valió el primer abucheo generalizado de la legislatura.

Tanto el registro de la alianza que regentea Anaya, como su peso en ella, dados los votos de los partidos que la conforman, pudo haberlo hecho “sin disparar un tiro”; no obstante, su victoria, pírrica para unos, invaluable para otros, consiste en haber desviado de momento la atención sobre las graves acusaciones de corrupción que pesan sobre él y que resurgirán, sin duda, oportunamente.

Si la alianza está sustentada, como se dice, en el compromiso de postular a Anaya para la candidatura presidencial y darle la de la Ciudad de México a Barrales, aquí ha quedado muy claro que se precipitaron al quemar las naves, pero, como diría el escorpión, es su naturaleza.

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