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El tercer maestre Fernando Candelario Hau Pasos (recuadro) mandó el último mensaje antes del hundimiento del Remolcador R-4. (Especial)
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Daniel Uicab/Milenio Novedades
MÉRIDA, Yuc.- De niño vivió la tragedia aérea que enlutó al mundo del espectáculo en 1957: la muerte del ídolo Pedro Infante, en Mérida; 17 años después, fue uno de los protagonistas del naufragio de un buque de la Armada.

“Tenemos una vía de agua... ya no puedo más... nos hundimos”... El silencio que siguió a este mensaje telegrafiado fue el indicio de que el Remolcador R-4 se hundía en el Golfo de México, cerca de Roca Partida, Veracruz. Era la noche del 25 de febrero de 1974, cuando el primer maestre de Comunicaciones Navales, Miguel Avilés Arteaga -originario de Yucatán-, recibió el mensaje de su paisano, el tercer maestre radio-operador Fernando Candelario Hau Pasos, a quien, a través del hilo telegráfico, le dijo que saliera del barco y se lanzara al mar, pero la respuesta fue contundente: “No puedo, mi obligación del deber no me lo permite...”

Fernando Candelario, nacido en la ciudad de Mérida el 2 de febrero de 1944, emitió el llamado de auxilio desde la estación de radio del buque; al principio no pudo ser escuchado, pues necesitaba una señal fuerte. Sin embargo, no cesó en su intento sino hasta que fue escuchado su S.O.S. por el oficial de guardia de la estación de radio de la entonces Quinta Zona Naval de Ciudad del Carmen, Campeche.

Según cuenta Miguel Avilés (hoy teniente corbeta retirado y radicado en Mérida), la comunicación fue breve y con interrupciones, algo normal cuando un barco se mueve mucho, en ese entonces las comunicaciones se realizaban en HF (alta frecuencia) y en telegrafía o código Morse.
Luego vino el silencio, recordó Avilés Arteaga. El reloj marcaba las 19:00 horas, “no sabemos si Candelario quedó atrapado en la cabina de la estación radio o si logró salir a cubierta y fue succionado por el mar al hundirse el barco”. La Armada giró órdenes urgentes a las zonas y sectores del Golfo de México para que sus barcos iniciaran la búsqueda, salvamento y rescate del R-4 y sus tripulantes.

“¡Un avión vuela muy bajito!”

Rosa María Hau Pasos no olvida aquella mañana del lunes 15 de abril de 1957 cuando su hermano Candelario, entonces de 12 años, entró gritando a su casa ubicada en la calle 85 x 52 y 54 “¡mamá, mamá, un avión vuela muy bajito!”, luego escucharon un estruendo y el caos en el vecindario; después se enterarían que se había desplomado una aeronave de la empresa Tamsa en que viajaba Pedro Infante, en la calle 54 x 87 de Mérida.

Seis décadas después, Rosa María sigue asociando ese hecho con su hermano, quien era parte de la tripulación del R-4 que, al mando del teniente de navío Marco Antonio Pasquel Urieta, retornaba de Isla Mujeres a Veracruz remolcando un chalán que les hizo una vía de agua en popa en medio de un mar embravecido.

En entrevista, la mujer recuerda que se enteraron del naufragio porque “el 26 de febrero de 1974 salió en el periódico”. Al conocer la noticia, sus padres se trasladaron al puerto de Veracruz donde tras 15 días de espera se les informó del desenlace: 35 marinos desaparecieron (entre ellos su hermano), se recuperaron 4 cadáveres y sólo tres sobrevivieron a esa tragedia ocurrida en los días del Carnaval veracruzano.

“Tiempo después, a los desaparecidos se les dio por muertos oficialmente; a mis padres los pensionaron, aunque mi madre nunca se resignó a la pérdida y, hasta que murió (en 1997), siempre decía ‘algún día veré a mi hijo’”, agrega Rosa María, quien recuerda que Candelario estudió electrónica y telegrafía en la “Academia de Radio Marconi” de Mérida, de 1958 a 1961, lo que facilitó su ingreso a la Marina donde su carrera iba en ascenso. “Era un buen hermano, alegre, sano, sin vicios, y dejó una novia en Mérida”.

Algunos de los fallecidos en el naufragio del R-4.

¿Un héroe olvidado?

El Capitán de Corbeta de Comunicaciones Navales Electrónico, José Alberto Herrera Mingüer, conoció a Fernando Candelario en 1969, durante las maniobras navales (Operación Alerta) en la ex hacienda San Luis Carpizo, en Campeche, hoy Centro de Adiestramiento de la Armada. “Fuimos afines en muchas cosas; me contó que cuando era niño vio caer cerca de su casa el avión en donde viajaba y falleció Pedro Infante, yo vivía a tres cuadras y también lo vi, pero a él le afectó mucho ese accidente”.

Herrera Mingüer, retirado de la Armada en 1997, refiere que cinco años después volvió a encontrar a Candelario, “lo vi contento, platicamos brevemente porque se iba a embarcar en el que, sin saberlo, sería su último viaje, en el Remolcador R-4”. Recuerda que “fue un joven de buenos principios, noble, humilde, amigable, de esos seres que dejan un legado, como debe ser nuestro paso por la vida”.

En su apreciación, el capitán Herrera Mingüer considera es digno merecedor de reconocimiento el radiotelegrafista Fernando Candelario Hau Pasos, quien ofrendó su vida en aras de un deber cumplido y gracias a su persistencia se supo de la posición del R-4 y se activaron las operaciones de búsqueda y rescate en esta tragedia de claroscuros en la historia de la Marina mexicana.

Coincidencias y misterios de dos buques

El Remolcador 4 se hundió en la misma área donde el 23 de enero de 1955 naufragó el Remolcador Río Blanco, en travesía de Coatzacoalcos a Veracruz, sólo sobrevivió el primer contramaestre Inocencio Tagano Aguirre. El comandante era el teniente de navío Francisco Hilario Reyes Pérez, el hijo de él (Francisco Hilario Reyes Rodríguez), siendo también teniente de navío, sobrevivió al naufragio del R-4. Se dice que otras tres personas se salvaron, sólo se recuperaron 4 cadáveres y fueron 35 los desaparecidos. La Procuraduría de Justicia Militar informó que sólo dos se salvaron, Reyes Rodríguez y el teniente de fragata servicios especiales Ramón Morales.

Acerca de este suceso, el almirante retirado Gustavo Orozco Peralta escribió en el artículo “Condestables y Contramaestres”, publicado en la revista “Noble Estirpe” (Agosto 2016, pág. 4 y 5), lo siguiente: “El hermetismo oficial no permitió sacar conclusiones de esa trágica experiencia, dando paso al rumor que facilita la multiplicidad de versiones”.

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