Historias de terror en el cementerio de Valladolid

El velador del cementerio de la Sultana de Oriente ofrece cuatro historias espeluznantes de las que ha recabado en sus años de trabajo.

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El velador del panteón don Santiago Loría, junto a la tumba en donde vio al señor de blanco. (Jorge Moreno/SIPSE)
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Jorge Moreno/SIPSE
MÉRIDA, Yuc.- El 28 de octubre de 2010, previo a la celebración del Día de Muertos, estuve en el panteón de la ciudad de Valladolid, donde entrevisté a don José Santiago Loría Aguilar, quien hasta esa fecha llevaba más de 15 años como velador del sitio. De hecho, heredó el puesto, ya que su papá trabajó en en el cementerio poco más de cuatro décadas, hasta que se jubiló.

En esta ocasión presentaré cuatro de las historias que don José Santiago compartió.

El espíritu del pasillo

“Cuando empecé a trabajar en el cementerio vi cruzar por el pasillo de la entrada principal a un hombre vestido de blanco, no le tomé importancia, pero cuando me di cuenta de que esta persona no salía (a esa hora no había nadie más en el panteón) se me hizo extraño, me acerqué en donde lo había visto y noté que era la lápida de don José María Iturralde y Traconis y en eso empecé a sentir que me corría un airecito por todo el cuerpo, como escalofrío, no podía creer lo que me estaba pasando, ya que no estaba sugestionado, fue real”.  

Los niños juguetones del panteón

“Otra anécdota fue que hace unos años vinieron los papás de unos niños fallecidos y fueron a visitarlos a sus lápidas del área de los infantes y fue cuando les llamó la atención que, siendo un día 31 de octubre y ya las ocho de la noche, vieron a muchos niños jugando en el área, estaban vestidos de blanco.

“Cabe mencionar que no se permite a los niños entrar al cementerio si no vienen acompañados de sus papás; cuando los señores les preguntaron por sus padres, ellos no respondieron. Preocupados, los señores salieron del panteón para averiguar dónde estaban los progenitores de los niños y se llevaron la sorpresa de que afuera no había nadie y que tampoco había algún vehículo.

"El caso fue que, al regresar estas personas al cementerio, ya no encontraron a los niños y una corriente fría los invadió y dijeron que podría tratarse de las ánimas de los niños que están enterrados en el lugar”.

La niña y su papá

“Otro caso es sobre una niña que murió de cáncer hace unos 20 años y fue sepultada aquí, se cuenta que la niña se le manifestaba al papá y le decía que sentía sola y que tenía mucho miedo de quedarse sola y le pedía que le hiciera compañía; de hecho, el señor iba al panteón, incluso, en horas en que debía de cerrar y tenía que sacarlo por la fuerza, porque no se quería ir.

“Él decía que su hija le pedía que no se fuera, de hecho, la gente de Valladolid empezó a creer que se estaba volviendo loco, pasó el tiempo y de pronto varias de las personas que acudían al panteón empezaron a ver que no venía solo, que lo acompañaba una niña, los que no lo conocía pensaban que a lo mejor era otra de sus hijas o una pariente y no le dieron importancia.

“Poco después, el señor enfermó y tuvieron que trasladarlo a la ciudad de Mérida y cuando la gente se preguntó qué había pasado con la niña con la que lo veían llegar al cementerio, así que se pusieron a  investigar y descubrieron que ¡el señor no tenía otra hija ni pariente menor de edad!

“Se trataba entonces del alma en pena de su hija que lo acompañaba mientras la visitaba en el cementerio. El señor se quedó a vivir en Mérida porque ahí tiene parientes, pero hasta la fecha viene a visitar a su hija, aquí en Valladolid”.

El doctor arrepentido

“Hace unos 20 años, un doctor se suicidó tomando herbicida, se cuenta que al momento de que lo tomó se arrepintió y llamó de inmediato a su hermano Víctor, pero fue demasiado tarde, a pesar de que intentaron curarlo se murió y fue enterrado aquí, en el panteón de Valladolid.

“Entonces, su hermano puso en renta la casa en donde vivía el doctor. Poco después los inquilinos empezaron a reportar que les sucedían varias cosas raras. Decían que escuchaban una voz que decía 'Víctor' y que pedía que fueran por él; los que rentaban no estaban enterados de la tragedia que ahí había sucedido ni conocían ese nombre, ya que había hecho el alquiler a través de terceras personas.

“El hermano pensaba que todo era una broma y que de alguna forma los inquilinos se habían enterado de la tragedia que había ocurrido ahí, pasó el tiempo y tanta fue la insistencia de estos que logran convencerlo para que fuera.

“Cuando llegó, se le manifestó su difunto hermano y le pidió que limpiaran la casa, ya que al morir no habían limpiado toda su sangre y, asustado, Víctor accedió, después buscó un sacerdote para que hicieran misas por el eterno descanso de su hermano y fue así como por fin pudo descansar en paz, ya que dejaron de darse las manifestaciones”.

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