'La confianza en Dios supera toda tormenta'

XII Domingo Ordinario. Lecturas de hoy: Job 38, 1. 8-11; Sal 106; 2 Cor 5, 14-17: S Mc 4, 35-41

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El libro de Job es un poema, su objetivo es presentar a la persona cuando se ve turbada y probada por el dolor. (obrerofiel.com)
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Introducción

En este domingo se subraya la idea de que Dios cuida de toda la creación, y que se sintetiza en esas dos palabras tan significativas: Dios crea y conserva; como expresión de una verdad muy profunda que popularmente profesamos: “La Providencia de Dios”.

I.- Job 38, 1. 8-11

El libro de Job es un poema, su objetivo es presentar a la persona cuando se ve turbada y probada por el dolor.

Israel estaba sumido en la catástrofe del destierro, de Babilonia en el año 587 a. de C. Algunos estaban tentados a negar valor a su existencia y ponían en duda su fe.

Un poeta alrededor del año 575 a.C. redacta este libro, movido por un fin pastoral y profético.

Pone en escena a Job víctima de sufrimientos no merecidos, y sus tres amigos que discuten el valor de la existencia de la persona.

El Señor invita a Job a defenderse, pero Job se muestra arrepentido de su presunción.

El poema concluye reconociendo la santidad de Dios; una santidad que supera la imaginación de los hombres, y la idea que nos hacemos de Su providencia y bondad.

Se aborda una noción de pecado, que supera la distinción entre bien y mal, y que deja entrever que también lo es la ambición egocéntrica de un hombre que se considera virtuoso.

Dios no explica ni se justifica, sino pregunta. Con ello obliga a reconocer a la persona que no sabe nada. En el trozo que nos ocupa Dios habla de su criatura: el mar, que tanto respetan los marineros y que está sujeto a la voluntad y designios de Dios.

Ojalá que no perdamos nunca la capacidad de admiración ante la creación, que debe conducirnos a valorar la infinita sabiduría y bondad de Dios a favor de la persona, ya que todo ha sido creado para que le sirva.

II.- 2 Cor 5, 14-17

El apóstol San Pablo delinea una serie de contrastes entre miseria y grandeza de la existencia cristiana. Se llega al vértice con la antitesis fundamental entre vida y muerte, pasado y futuro, pecado y salvación.

Sobrepasar la actitud negativa y de muerte a la de vida y luz, nace del amor a Cristo que el apóstol celebra y canta con entusiasmo y pasión.

Este amor nos separa de una lógica egocéntrica, proyectándonos totalmente en Cristo y hacia Cristo (v.15). De esta manera cambia radicalmente nuestro concepto y actitud en el seguimiento de Cristo, ya no será “según la carne” con los reduccionismos de la figura de Cristo a Mesías político, líder social o figura taumatúrgica; buscando con Él de justificar los criterios con los que se viven propios del “mundo viejo”, pecador, escéptico, crítico; que en síntesis dice: “solo está bien lo que yo hago”.

La nueva forma de seguir a Dios y servir al prójimo es “según el Espíritu”, como criaturas nuevas, renovados y regenerados; personas de luz, optimismo, esperanza y comunión. (cfr. 5, 17).

III.- Mc 4, 35-41

En esta estupenda narración, tenemos un cuadro en el que sobresalen tres actores. El primero es el cosmos que se manifiesta en un mar, símbolo visible de las tempestades de la historia y de la naturaleza de las contradicciones que se dan en toda vida y de la oscuridad.

El evangelista hace referencia a la narración de Jonás (1,4) y evoca el signo del mar como lo presenta el libro de Job.

Los segundos son los discípulos que le dicen a Jesús que intervenga y le dan el título de “Maestro”. Sabemos que el poder de tranquilizar las aguas según los libros sagrados de Jonás y de Job pertenece tan sólo a Dios.

Y el tercero es Cristo que domina la escena y que se pone a confrontación con el primer elemento, el mar. Dice el Evangelista que “reprendió al viento y dijo al mar: ‘Cállate enmudece’ entonces el viento cesó y sobrevino una gran calma” (Mc 4, 40) que son expresiones típicas en contra del poder diabólico del mal.

Así la escena se transforma, ya que al evitar un naufragio físico, se le da un significado misterioso de la victoria sobre el mal. Así como Dios ofreció la salvación del pueblo de Israel al abrir las aguas del Mar Rojo, y otorgándoles el don de la libertad, así como hizo emerger el esplendor de la creación (Gn 1, 9 y Sal 104) así también agradece el marinero en su “ex voto” en ese esplendido Salmo 107 que es un canto de gratitud y reconocimiento al amor de Dios y que dice:

“…a silencio redujo la borrasca y las olas callaron, se alegraron de verlas amansarse y Él los llevó hasta el puerto deseado” (Sal 107, 23-31).

Así Cristo se manifiesta Señor del cosmos y de la historia y Él es la victoria sobre el pecado, el mal y la muerte.

La pregunta conclusiva: “¿Quién es éste que hasta el viento y el mar obedecen?”, trata de iluminar el misterio de salvación de la persona de Jesucristo.

Comentando este pasaje San Agustín nos dice:

“El viento entra en tu corazón como si navegaras en esta vida en un mar peligroso y lleno de escollos… y tu pequeña nave parece que va a zozobrar. ¿Qué son estos vientos? Te hicieron una ofensa, y reacciones con ira: la ofensa es el viento,  la ira son las olas encrespadas. Te preparas a responder, con otra más grave y tu nave se acerca al naufragio. Despierta a Cristo que duerme. Porque el sueño de Cristo en tu corazón, es el olvido de la fe, si despiertas a Cristo, ¿qué cosa te dice Cristo que ha despertado en tu corazón? ¿Acaso que busque yo la venganza? Cuando la fe habla en tu corazón, es como si Cristo mandara a los vientos y a las olas: y así sentirás como luego se hace “una gran calma”. (In Ioan 49,19)

Conclusiones

Considero muy oportuno transcribir esta frase de San Bonifacio de Maguncia: “La verdad puede ser atormentada, pero nunca ni vencida, ni engañada” (Epist. ad Cutheb 15).

La confianza en Dios es el mensaje de este domingo. Que Cristo esté alerta en mi corazón y así superaré el miedo.

San Pablo que le pedía a Dios ser liberado de aquel problema serio que enfrentaba y la respuesta fue: “Te basta mi gracia, porque la potencia de Dios se manifiesta en la debilidad”.

En la gran novela de Manzoni de “Los novios comprometidos” (“I PromessiSposi”) llegaron a esta conclusión Renzo y Lucía:

“Los problemas vienen a veces porque hemos dado ocasión; pero aún la conducta más  cauta e inocente no basta para tenerlos lejanos, y cuando éstos vienen, con culpa o sin ella, es la confianza en Dios la que los hace llevaderos e incluso los vuelve útiles para una vida mejor”.

La confianza inquebrantable es condición de la fidelidad (Heb 3, 14) dada a los testigos de Cristo con una seguridad gozosa y valerosa; pues saben que acceden a Dios (4, 16) y que el camino se abrió por la sangre de Cristo (10, 19); su osadía no es pusilánime (13, 6) porque nada puede separarlos del amor de Dios (Rm 8, 38) que los ha redimido, les ha comunicado la vida divina, y el poder ser hijos de Dios; lo que los hace fuertes y valerosos en las pruebas de la vida (Rm 5, 1-5) de tal manera que ellos saben que todo coopera para su bien (Rm 8, 26).

La confianza es condición de la fidelidad, ya que el amor perseverante y constante, da a la confianza su plenitud. Dios siempre escuchará nuestra plegaria, y cambiará las pruebas presentes en un gozo que nadie podrá quitarnos. (Jn 16, 20 y 17, 13).

Concluyamos con la oración colecta:

Padre misericordioso, que nunca dejas de tu mano a quienes has hecho arraigar en tu amistad, concédenos vivir siempre movidos por tu amor y un filial temor de ofenderte.

Amén.

Mérida, Yuc., junio 21 de 2015.

† Emilio Carlos Berlie Belaunzarán
Administrador Apostólico de Yucatán

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