‘El testimonio del amor a Cristo es renuncia al egoísmo’

III Domingo de Cuaresma. Lecturas: Ex 20, 1-17; Sal. 18; 1Cor 1, 22-25; San Jn 2,13-25

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Los diez mandamientos de la Ley de Dios fue de lo primero que aprendimos en lo religioso. (Contexto/editoriallapaz.org)
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SIPSE.com

I Ex 20, 1-17

MÉRIDA, Yuc.- Los diez mandamientos de la Ley de Dios fue de lo primero que aprendimos en lo religioso. De tal manera que los teníamos muy claros desde antes de nuestra primera Comunión.

El término técnico les denomina Decálogo, que en griego significa “10 palabras”.

“Yo soy el Señor Tu Dios”…” Inicia con el recuerdo de los beneficios de Dios a favor de su pueblo para dar sentido a las exigencias que siguen.

“No tendrás otros dioses…” Dios es omnipotente y trascendente, hay que aceptarlo y someterse con humildad a Él y a sus designios, y no poseer un “Dios a medida de los propios deseos por lo mismo manipulable”. «yo soy el Señor tu Dios», su amor, aceptación y adhesión no tolera pretendidos rivales.

“No harás mal uso del nombre del Señor…”

Israel recibió la revelación del nombre del Señor para alabarlo, invocarlo y darlo a conocer a todas las naciones pero siempre con un enorme respeto.

“Castiga la maldad de los padres… y es misericordioso hasta la milésima generación con aquellos que le aman y cumplen sus mandamientos”.

La misericordia de Dios es siempre mucho más amplia que el castigo.

La bendición o el castigo son hereditarios en la medida de que los descendientes persisten en la actitud de sus padres. Si un hijo de un explotador sigue explotando a sus semejantes, se hace merecedor del mismo castigo que su padre. Si un hijo de un hombre bueno, positivo y honesto sigue los pasos de su progenitor, se hará merecedor al mismo reconocimiento y premio de su padre.

“Acuérdate de santificar el sábado…”

La santificación del séptimo día, se relaciona con la creación y es su culminación. Exaltación del culto a Dios y de la creatividad de la persona, que orando entra en intimidad con Dios y participa de su perfección.

El 4º. Mandamiento codifica y orienta la vida social, papá y mamá son el símbolo de todas las relaciones humanas que deben ser vividas con serio compromiso y con pasión.

Los dos siguientes son el derecho a la vida y al matrimonio. El de ‘no robar’ no solo se refiere a no tomar lo que no es de uno, sino a no esclavizar a nadie, y respetar así el derecho a la dignidad, personalidad y propiedad de cada persona.

El derecho al honor de cada quien, se explícita en el 8º. Mandamiento y el derecho a la autonomía, la independencia, la propia intimidad y el espacio creativo personal, lo garantizan los 2 mandamientos finales.

Esta solemne página del Sinaí, en la que Moisés recibe los Mandamientos podría ser de gran utilidad para el examen de conciencia de esta cuaresma, y para encontrar en la conversión a Dios, nuestro yo y nuestro prójimo.

El Decálogo es el clímax de la Alianza. “Carta Magna” de la Alianza Sinaítica, el compromiso que nos da a conocer lo que se pide y espera de cada creyente.

Los diez Mandamientos, son la propuesta de Dios y respuesta de la persona que se articulan en dos grandes direcciones.

  • • Una vertical: de la persona a Dios-fidelidad al monoteísmo de Israel.
  • • Otra horizontal: de la persona a las demás personas-respetando su vida, honor y posesiones.

Dos líneas que se entrecruzan precisamente en el corazón y la conciencia de cada persona.

Así se comprende la doble exigencia de la Alianza:

Fidelidad a Dios – solidaridad con el prójimo; que están expresadas en el Decálogo

Y Cristo enseña en su predicación. (Mc 12, 28-31, y ambas dimensiones y direcciones las encontramos en el símbolo de la Cruz.

II. 1Cor 1, 22-25

Pablo escribe esta carta como respuesta a algunos planteamientos, que han traído divisiones en esta comunidad.

Quiere además responder a un peligro que es el de considerar el cristianismo como una filosofía más de la época, -y que el apóstol denomina “Sabiduría humana”-.

Con todo su valor bíblico, la salida de Egipto, el signo de la alianza en la sangre del cordero pascual, preparan y prefiguran, la Pascua definitiva que se realiza en la muerte y resurrección de Cristo, y cuyo signo es la Eucaristía.

Ante la expectativa del Mesías victorioso, por parte de los judíos, y de una cosmovisión que explique todos los porqués del universo por parte de los griegos. Pablo centra todo su mensaje en la persona de Cristo (JLT).

El apóstol insiste que el cristianismo no es una ideología sino que pone en el centro el Kerygma cristiano de un Dios que está cercano a nosotros a tal grado que experimenta nuestras vicisitudes y muere con la muerte infamante de los esclavos.

Cristo crucificado, “escándalo para los judíos y locura para los paganos”, es fuerza y salvación para los que creen en Él; particularmente en el acto supremo de libertad y amor de la oblación en la cruz, culminando en la Resurrección.

III. S. Jn 2, 13-25

En esta lectura vemos como Jesús en su gesto simbólico y profético purifica al templo de los intereses económicos, oponiendo a una religiosidad superficial, interesada y manipuladora, la pureza de la fe centrada en su persona. Las palabras de Cristo citan las de otro profeta: “Aquel día no habrá ya comercio en el templo del Señor Todopoderoso”. (Zac 14, 21).

Dios no quiere estar presente en un templo material cuando no favorece el encuentro con Él, sino que sirve tan solo como expresión de superstición o de otros intereses. Su presencia privilegiada y plena es en el Templo de su Hijo. (v.21).

Es con la experiencia de la fe madura pascual que se reconoce a Cristo. Esta purificación del templo nos lleva a examinar nuestro corazón tanto respecto al culto hacia Dios, como respecto a la casa de oración o Templo y el argumento de autoridad para hacerlo con el que Cristo responde: “Destruyan este templo y en tres días lo reconstruiré”.

El Templo es el signo visible de la presencia de Dios en medio de su pueblo. Cristo resucitado, es el nuevo templo de la humanidad creyente. (Jn 4, 24). Además como dice el Apóstol: “Cristo es la cabeza del cuerpo que es la Iglesia”. (Col 1, 18). Podemos afirmar que la comunidad de creyentes, con la Jerarquía, somos la Iglesia, Templo que hace presente a Cristo en este mundo.

“El Templo de Dios, o sea de toda la Santísima Trinidad es la Santa Iglesia, toda entera, la del cielo y la de la tierra” (San Agustín Enchirid, 56. 15).

Conclusiones

1º. Cada uno debemos sentir la exigencia constante y creciente de nuestra fidelidad a los mandamientos: (Jn 14, 15).

2º. Se pregunta San Agustín: “¿Para qué sirve adquirir en este mundo bienes temporales, transitorios, sea dinero, sean placeres del vientre, o sean honores de las alabanzas humanas?” ¿Qué son todas estas cosas sino humo y viento?. Todo pasa, todo se va. Pobres de aquellos que se apeguen a esas cosas, porque pasarán con ellas. ¿No son todas ellas como un río que va a desembocar al mar?. Pobre del que cae dentro, porque será arrastrado al mar. En resumen, debemos de dominar nuestros afectos de semejantes concupiscencias”. (Comment. In Ioann. 14, 4-6).

3º. Ser cristiano es una actitud integral que comporta: rectitud de vida moral, participación a la vida litúrgica y sacramental en la comunión de la Iglesia, y compromiso de promoción del hermano en el marco de la solidaridad y justicia.

4º. Centro de toda vida cristiana es Cristo Nuestro Señor muerto y resucitado, que funda la Iglesia y con ella y por ella como “Madre y Maestra”, caminamos a su encuentro.

5º. No hay mejor espejo en el cual puedas ver lo que te falta y de lo que tienes necesidad, que los 10 mandamientos, en los cuales encontrarás de lo que careces y lo que debes buscar.

6º. La muerte y resurrección de Cristo son la batalla decisiva. Ahora debemos vivir en la esperanza, comprometida, trabajadora y transformadora de su victoria definitiva cuando será “todo en todos”.

7º. Hemos escuchado mucho sobre el agua, es bueno recordar que tan solo el 1% de este vital líquido en el planeta es dulce y por lo mismo potable. Siendo indispensable para la sobrevivencia humana, se impone por tanto un uso racional y legislado, al que todos debemos contribuir  con un inteligente ahorro y con nuestra justa cooperación económica.

Es un derecho fundamental humano que debemos respetar, promover y proveer. Debe existir una pedagogía para su correcto uso en todas nuestras escuelas.

Oremos por la victoria de Cristo cada día, en cada uno de nuestros corazones que son templo vivo del Espíritu Santo.  Amén.

Mérida, Yuc., marzo 8 de 2015.

† Emilio Carlos Berlie Belaunzarán
Arzobispo de Yucatán

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