'Asumiendo la fe de Pedro en comunión de fe con el Santo Padre'

XXI Domingo Ordinario. Is 22, 19-23; Sal 137; Rm 11, 33-36; Mt 16, 13-20

|
Asumir la fe de Pedro –como don del Espíritu- para proclamar y vivir en comunión de fe, nos pide este domingo la homilía. La image es San Pedro, representado en un ícono encáustico del siglo VI, ubicado en el Monasterio de Santa Catalina del Monte Sinaí. (Wikipedia.org)
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram

SIPSE.com
MÉRIDA, Yuc.- I.- Is 22, 19-23.- El primer Isaías (Caps. 1-39) conserva el testimonio de este gran profeta del siglo VIII a.C. y de los creyentes que han continuado su obra.

Es la segunda parte que contiene los “oráculos contra las naciones”. En la profecía está el hecho histórico de la sustitución de Sebná con Eleacín, como mayordomo del Rey Exequias.

Isaías inicia su ministerio denunciando la corrupción de Jerusalén bajo Jotam, muerto ya Ozías (740 a.C.)
Es opinión común que Dios se le apareció en la Liturgia del Templo y lo escogió para hacerlo mensajero de su salvación.

El oráculo es contra la megalomanía y lujo soberbio de éste personaje, que se hizo construir un grande sepulcro, e influenciaba la política del rey. El centro de la profecía está en la simbología “de las llaves”, pues la apertura y cierre de las puertas del palacio del rey era una función del mayordomo.

Esta imagen de las llaves de la casa de David volverá a ser tomada en el libro del Apocalipsis, para indicar la dignidad y el poder supremo de Cristo.

La misma metáfora viene usada por Jesús en el Evangelio de san Mateo para expresar que la dirección de la Iglesia se le confía a Pedro.

Pedro pasaría analógicamente –como un primer ministro- en el Reino inaugurado por Jesús, que actúa como un Padre.

El poder “atar y desatar” sería una concreción del poder más amplio de permitir o rehusar la entrada al reino.
Basta recordar a Isaías:

“El abrirá y nadie cerrará, lo que él cierre nadie lo abrirá” (22,22).

En la mente de Cristo es uno el que tiene la llave, no es algo parecido a una presidencia sustituible con su sucesor. En cambio aquí es una persona específica, y nadie puede tener una doble llave.

Es importante saber que toda comunidad, que participa activamente de la Iglesia, está fincada y cimentada sobre la roca de Pedro, quien tiene el ministerio de las llaves.

II.- Rm 11, 33-36

Nos encontramos en este capítulo en donde se trata de posición de Israel en la historia de la salvación.
El texto es un himno a la sabiduría y al designio de Dios.

Después de que San Pablo ha buscado penetra y explica el misterio del proyecto de la forma de actuar de Dios, celebra los inescrutables caminos del designio de Dios, con el tono y ritmo de un himno.

Las riquezas inescrutables de las fuentes que explican como Dios guía la historia, su sabiduría y su ciencia, que para la persona humana es un abismo de profundidad que no se puede medir.

Los juicios de Dios y sus caminos son inaccesibles para los hombres.

Dios delante de la persona, permanece como siempre, misterio, fascinante, tremendo, completamente otra dimensión. El santo, el trascendente, es diferente. Pablo expresa esta intuición citando a Isaías 40,13.

Aún los pensadores más profundos deben de reconocer sus propios límites delante del misterio inefable e incomprensible de Dios.

Llega el momento que esta trascendencia y distancia, debe ser aceptada en humildad por la persona delante de Dios y colmada por la oración que reconoce la distancia entre la persona y Dios que tan sólo puede ser colmada con la oración humilde y silenciosa.

La doxología final celebra la unidad de origen de todas las cosas de su destino. Dios domina el desarrollo de la creación y de la historia. ¡Todo depende de Él, bajo todos los aspectos!

Cumpliéndose a través de los siglos el plan de Dios, retornará a Él en la manifestación y participación de sí mismo que es su gloria difundida por Él en abundancia sobre toda la creación, y conduciendo la historia de salvación hacia la plenitud de que:

“Esperamos, según nos lo tiene prometido, nuevos cielos y nueva tierra en los que habite la justicia” (2Pe 3,13).

III.- Mt 16, 13-20

Hemos escuchado la profesión de fe de Pedro acerca de la identidad de Jesús, y que a él se le concede el Primado en la comunidad fundada por el Señor.

Jesús les pregunta las opiniones de la gente y la respuesta que los discípulos le dan son varias expresiones de identificación: “Juan Bautista, Elías, Jeremías o alguno de los profetas” y es entonces cuando ante la insuficiencia de las respuestas, insiste en su pregunta personificándola a los apóstoles.

Viene entonces la respuesta de Pedro que por inspiración superior lo lleva a afirmar la identidad de la persona que tiene delante de sí.

Los títulos de “Mesías” y de “Hijo de Dios” son mesiánicos indican una profunda relación con Dios, que depende de la elección y misión que Dios da a una persona.

Esta manifestación de Pedro indica el carácter único y decisivo de la persona de Jesús, que tiene con el Padre una relación filial de salvación y que es trascendental para la humanidad.

En la mente del Evangelista que escribe a la luz de la fe pascual el título de “Hijo de Dios”, expresa su divinidad, y la igualdad con el Padre, del cual es generado y enviado al mundo.

La respuesta de Jesús al aprobar la fe de Pedro, contiene tres grandes símbolos que ilustran la misión de Pedro y de la Iglesia como Jesús la concibió.

a) La Roca: Solo una casa fincada sobre la roca puede resistir el asalto de las aguas, vientos, y tempestades, y esta imagen Jesús quiere hacerla más sobresaliente al cambiarle su nombre de Simón Hijo de Juan, por el de Kefa que en el arameo, lenguaje popular que ellos usaban quiere decir piedra.

El sentido es claro: Pedro tiene la misión de hacer visible la función de fundamento, unidad, estabilidad, que Cristo ofrece a la Iglesia. El nombre de Pedro aparece 163 veces citada en el Nuevo Testamento.

Los creyentes en Cristo no estarán ni aislados, ni dispersos, sino apoyados en la roca de Pedro, que en nombre de Cristo reúne y consolida a la Iglesia de Dios.

b) Las llaves: Tiene como referencia el texto de Isaías escuchado hoy, del traspasar las llaves del palacio de un tal Sebná a Eleacín, hombre justo. Las llaves de una casa siempre tienen significado y valor, son signo literario de autoridad en lo jurídico y cultural. 

Pedro será así quien administre los tesoros de la salvación, será el camino ordinario por el cual los dones del amor Dios serán continuamente donados y difundidos.

c) Ligar y desligar: Una imagen de la literatura jurídica.

La misión de Pedro es la de ofrecer el perdón de Dios, y de consolar, guiar, apoyar, amonestar y exhortar al pueblo de Dios.

Es una página la de hoy que retrata a la Iglesia de Cristo reunida en torno a Pedro y bajo la guía de Pedro, “Cum Petro et sub Petro”.

d) Vale la pena recordar aquí el texto de la Ordenación Episcopal:

e) “Efunde sobre este siervo tuyo elegido por Ti, la fuerza de tu Espíritu para que pueda ser cabeza de tu Iglesia: ese Espíritu que diste a tu Hijo Jesucristo, y que él transmitió a sus apóstoles los cuales fundaron tu Iglesia sobre la tierra como un santuario para la alabanza y gloria de tu nombre” 

Conclusiones

1) Asumir la fe de Pedro –como don del Espíritu- para proclamar y vivir en comunión de fe con el Santo Padre

2) En el Santo Padre reconocemos, respetamos y nos adherimos a la persona y doctrina de Magisterio que Él nos enseña, como supremo guía de la Iglesia y 266 sucesor de San Pedro.

3) La Iglesia es el signo histórico del Reino y su expresión visible, aunque las fronteras pasan a través de las líneas invisibles de los corazones.

Debemos amar esta edificación del Espíritu, construida por Cristo, partiendo de la sucesión apostólica del Papa y los Obispos, pasando a través del sacerdocio ministerial y del común celebrando el esplendor de los carismas y la armonía de la unidad con el fundamento sólido común, viviendo así la gozosa posibilidad del perdón y del encuentro en torno a la Eucaristía.

4) Cada uno debe de responder con su vida, testimonio, oración, compromiso de servicio e interés por los demás a la pregunta de Cristo: “¿Quién soy Yo para ti?”. El encuentro personal con Cristo es inalienable e ineludible.

5) Cada uno está invitado a ser signo, instrumento y forjador de la comunión eclesial. En la propia vocación ahí donde estudiamos, trabajamos, servimos. Que nos guíe nuestro Plan Diocesano de Pastoral.

6) Bien decía Tertuliano:

Por este motivo todas las Iglesias (particulares), por cuanto numerosas y grandes que sean, no son otra cosa que la Iglesia primitiva apostólica, de la cual todas proceden. Todas son primitivas, todas son apostólicas, porque todas juntas son una sola” (dum una omnes) (“La Prescripción contra los herejes” 20,6).

7) Concluyamos con el Salmo Responsorial:

“Señor te damos gracias por tu lealtad y tu amor: siempre que te invocamos, nos oíste y nos llenaste de valor”.
 “Cum Petro et Sub Petro”: “Con Pedro y bajo la guía de Pedro”.

Amén.

Mérida, Yuc., 24 de agosto de 2014. 

† Emilio Carlos BerlieBelaunzarán
Arzobispo de Yucatán

Lo más leído

skeleton





skeleton