'Jesús espera de nosotros este homenaje eucarístico'

Jesús quiere decir que hagamos todo lo que Él ha hecho: ofrezcan su cuerpo en sacrificio como han visto que yo he hecho.

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El Mons. Emilio Carlos Berlie encabeza las solemnidades por el Viernes Santo en la Catedral de Mérida. (SIPSE)
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SIPSE.com
Hermanos: como Jesús mismo ha querido que su memoria se perpetuase junto a nosotros, no a través de un simple recuerdo sino por medio de un “memorial”, que consiste en la celebración de la Eucaristía, Él se espera de parte de nosotros este homenaje eucarístico.

La Iglesia de Yucatán se prepara, por tanto, meditando en la Eucaristía y rindiéndole un extraordinario homenaje de adoración por medio del próximo Congreso Eucarístico Nacional en Monterrey que tiene como lema: “Eucaristía, Ofrenda de Amor: Alegría y Vida de la Familia y del Mundo”, a celebrarse del 8 al 13 de septiembre del año en curso. La Iglesia se esfuerza por penetrar más profundamente en el ministerio, por comprender mejor su sentido y su valor, por vivirlo con mayor fe y más amor. 

Es un buen modo no sólo para seguir afrontando los retos de este nuevo milenio sino también para preparar todo el desarrollo futuro de la Iglesia, porque a través de la Eucaristía  Jesucristo “viene” al mundo. Y con su venida se realiza la expansión de la comunidad fundada  por Él para reunir a toda la humanidad y compartir su vida divina. 

“Haced esto en memoria mía”

Es San Pablo quien nos conservó ese mandato de Jesús. De esta orden divina nace la celebración de la Eucaristía en la Iglesia. San Lucas hace eco de estas palabras de Jesús en el Evangelio (22, 19). Estas palabras: “Haced esto en memoria mía” indican claramente lo que se debía hacer para que la memoria de Cristo fuese actualizada como quería Él.

En la carta a los Romanos leemos estas palabras del Apóstol san Pablo: “les exhorto, pues hermanos, por la misericordia de Dios, a que ofrezcan sus cuerpos como víctima viva, santa, agradable a Dios: tal será el culto espiritual de ustedes” (Rom 12, 1). Estas palabras del Apóstol de los gentiles nos recuerdan las que pronunció Jesús en la Última Cena: “Tomad y comed, esto es mi cuerpo que se entrega por vosotros. Haced esto en memoria mía”.

Con esto Jesús quiere decir que hagamos todo lo que Él ha hecho: ofrezcan su cuerpo en sacrificio como han visto que yo he hecho. Les he dado ejemplo para que también ustedes hagan como ya he hecho con ustedes. Esto quiere decir que “no se puede hacer memoria de Jesús en la acción litúrgica sin recordar su gesto de amor total en el vivir cotidiano”. 

Todos los sacrificios que los israelitas ofrecían a Dios en el Antiguo Testamento eran muy buenos, pero solamente representaban el ofrecimiento que el Hijo de Dios haría por nosotros a su Padre, desde que se encarnó en el vientre de la Virgen María. Y ese mismo Jesús que se entregó a Dios Padre desde su Encarnación hasta la muerte, se sigue ofreciendo a Él por nosotros: “Tomen y coman, esto es mi cuerpo”.

Jesucristo se ha quedado verdaderamente presente en la Sagrada Eucaristía. Él fue quien dijo, en la Última Cena, tomen y coman, repartiendo entre los apóstoles aquel pedazo de pan que se había transformado en su Cuerpo; y luego  tomando la copa de vino, la fue pasando a los Apóstoles diciendo: “Tomen y beban, esta es mi sangre...”.
La comunión, entonces, con el Señor es la fuente inagotable de la que la Iglesia se alimenta incesantemente para vivir en la libertad, para darse y servir. Alimentarse del Pan Eucarístico, entrar en comunión con Cristo, es celebrar y testimoniar la libertad con la cual Cristo Jesús nos ha liberado.

“Os he dado un ejemplo” 

Ahora bien, san Juan nos ha dejado en su Evangelio una afirmación que no debemos soslayar. Él nos dice que Jesús, en su discurso sobre el Pan de Vida, afirma lo siguiente: “Lo mismo que el Padre, que vive, me ha enviado y yo vivo por el Padre, también el que me coma, vivirá por mí” (Jn 6, 57). La preposición “por” significa que quien come el Cuerpo de Cristo vive “de” Él, es decir, en virtud de la vida que proviene de Él, y vive “para” Él, para su gloria, su amor y su reino. Como Jesús vive de Dios Padre y para el Padre, así también al comulgar con el Santo Misterio de su Cuerpo y de su Sangre, nosotros vivimos de Jesús y para Jesús.

En el lavatorio de los pies Jesús quiso resumir todo el sentido de su vida para que quedara bien grabado en la memoria de sus discípulos, y así, cuando pudieron comprender, comprendieron: “Lo que yo hago, lo comprenderás más tarde...”  (Jn 13, 17). Aquel gesto nos expresa que toda la vida de Jesús, desde el principio hasta el final, fue un “lavatorio de pies”, esto es, un servir a la humanidad.

El Papa Francisco en esta misma misa el año pasado, nos decía que: “Nosotros tenemos que ser servidores unos de los otros, y por eso la Iglesia, en el día de hoy cuando se conmemora la Última Cena, cuando Jesús ha instituido la Eucaristía, también hace en la ceremonia este gesto de lavar los pies, que nos recuerda que nosotros debemos ser siervos unos de otros”.

Sin embargo, debemos profundizar en el significado del “servicio”, para poderlo realizar en nuestra vida y no quedarnos sólo en palabras. El servicio indica una condición de vida, un modo de relacionarse con los demás, en el propio trabajo. El servicio evangélico nos invita a ponernos a disposición de los demás, de modo que cada vez que participamos de la Eucaristía, nuestra motivación para servir debe verse alimentada y promovida por Aquel que “no vino a ser servido, sino a servir”.

Que el mejor fruto que saquemos de cada Celebración Eucarística y del próximo Congreso Eucarístico sea la conformación de verdaderos discípulos de Jesús, puestos unos al servicio de los otros. Que cada comunidad parroquial y diocesana encarne este ejemplo de Jesús en la Última Cena. “Porque el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido”. m

     Mérida, Yuc., 2 de abril de 2015.

† Emilio Carlos Berlie Belaunzarán
Arzobispo de Yucatán

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