"Al compartir el pan descubrieron a Jesús"

III Domingo de Pascua. Hech 3, 13-15. 17-19; Sal 4; 1S.Jn 2, 1-5; Sn Lc 24, 35-48.

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Jesús resucitado se apareció ante sus discípulos en Emaús, dejándolos perplejos y temerosos. (galeria.encuentra.com)
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La misión de la Iglesia ha sido a lo largo de los XXI siglos de su historia dar testimonio de la Resurrección de Cristo. Ella es la fuente de donde brota todo lo que es y hace la Iglesia.

Ninguna otra religión se atreve a afirmar que su fundador haya resucitado de entre los muertos.

Y así como podemos afirmar las glorias de los que hace 200 años, como héroes de nuestra Patria, lucharon y lograron la Independencia Nacional, así también, como fieles hijos de nuestra madre la Iglesia, podemos dar testimonio de la Resurrección de Cristo nuestro Señor.

I.- Hech 3, 13-15; 17-19

Esta primera lectura forma parte de un episodio que comienza con un milagro en  uno de los pórticos del templo de Jerusalén, sigue con un discurso misionero explicándolo, continúa con el arresto de los apóstoles Pedro y Juan y el proceso del Sanedrín como si éstos fuesen delincuentes, y concluye con la oración de la comunidad y el descenso del Espíritu Santo en forma sensible (Hechos de los Apóstoles Cap. 3 y 4).

En la parte del texto que corresponde al día de hoy hemos escuchado el discurso de San Pedro, que sigue a la curación milagrosa de Pedro y Juan a un tullido que pide limosna a las puertas del Templo. La gente se agolpó en torno a los dos apóstoles y San Pedro aprovecha la ocasión para anunciar el Evangelio.

A la pregunta que todos tienen en sus labios,  Pedro les responde, que quien verdaderamente ha curado al paralítico es Jesucristo, pues en su nombre, dice, le ordenamos caminar para que  se muestre la eficacia de la acción de  Dios y  de esta forma sea evidente que el Padre glorifica a su Hijo. 

Ustedes -los oyentes- rechazaron al Mesías y prefirieron pedir el indulto de un asesino. Pero Dios los ha resucitado y “nosotros somos testigos, pues lo vimos, escuchamos, tocamos y comimos con Él”. 

Pedro disculpa a los autores del crimen, pues ignoraban el plan de Dios anunciado por los profetas, pero ellos necesitan arrepentirse de esta oposición al plan de Dios, para merecer el perdón.

El sincero arrepentimiento trae consigo la conversión que es la transformación interior, que hace pasar a la persona de la ignorancia a la fe; aceptar a Cristo en su vida, adherirse a su persona y enseñanzas, vivir acorde a los mandamientos, realizando los designios de Dios, en lo personal y en la comunidad.

II.- 1 Jn 2, 1-5

Las palabras de Jesús a sus discípulos, según las cuales con su muerte y su resurrección se actúa la remisión de los pecados, se celebran en esta carta como el acontecimiento más consolador y lleno de esperanza para los pecadores. 

El anhelo del apóstol es el de evitar que los cristianos pequen. Jesús conoce nuestra debilidad y fragilidad y es nuestro abogado defensor delante del Padre; ya que Él es la víctima de expiación. Y con su muerte redentora mereció ante el Padre, el perdón de los pecados para todo el mundo.

La grande absolución que Él nos obtuvo, cada uno puede aprovecharla en beneficio propio, cuando se arrepiente y convierte de su pecado.

Esto exige una relación personal y vivir en comunión con Él. La fe auténtica se expresa en obras.

El mentiroso que se dice cristiano, pero no guarda los mandamientos, persiste en la ignorancia  y vive en la contradicción, por tanto, no está al servicio de la verdad.

El amor y compromiso con Cristo debe ser: afectivo, volitivo, y efectivo. Una decisión que por amor a Él, es eficaz.

El criterio de autenticidad es la fidelidad a los Mandamientos.  

Comenta sabiamente Blaise Pascal: “El Antiguo Testamento ve hacia Cristo como al Esperado, el Nuevo Testamento lo ve como a su modelo y ambos como a su centro”.

III Lc 24, 35-48

Este capítulo nos narra dos episodios del Domingo de Resurrección, acontecidos en la mañana y por la noche. En el primero las mujeres que fueron al sepulcro, y en el segundo la experiencia de los discípulos de Emaús.

Los discípulos de Emaús que lo reconocieron al partir el pan regresaron de inmediato a Jerusalén para informar a los demás de su experiencia, y es ahí donde se presenta a todos Jesús resucitado y los deja perplejos y temerosos. Al grado tal que nuestro Señor les dice que no es un fantasma, e incluso se puso a comer delante de ellos. Esto para significar que Cristo resucitado no es ilusión o psicosis colectiva.

Aquí Jesús tiene la iniciativa de hacerse presente en medio de ellos, la reacción de los discípulos no hace más que corroborar el que la Resurrección de Jesús trasciende la verificación experimental, debe de vivirse y comprenderse en la perspectiva de su veracidad y en la proclamación de la fe.

Y luego viene la misión de la Iglesia que tiene como fuente a Jesús Resucitado y la Escritura, que se difunde y proyecta en la predicación de la conversión para el perdón de los pecados como lo había hecho Jesús. 

La Resurrección de Jesús contiene la doble faceta:

+ Misterio de salvación que trasciende toda verificación experimental,  (“desconcertados, creían  ver un fantasma”).

+ Y es un hecho histórico que se experimenta como realidad humana   

+ “Tóquenme, convénzanse, un fantasma no tiene ni carne, ni huesos como tengo yo”…

+ “… y él se puso a comer delante de ellos”.

El versículo final, no incluido en el texto que leímos, contiene la promesa del Espíritu. Las dificultades presentes de los discípulos para creer y predicar la conversión y el perdón de los pecados serán superadas por la fuerza del don del Espíritu. (J.T.).

Conclusiones:

1º.- El don de la Pascua es la remisión de los pecados, con la real presencia salvífica de Cristo Resucitado.

2º.- Exige de parte de las personas la actitud seria y sincera de la Conversión.

3º.- “Lo central en la vida espiritual es liberar el deseo de la vida y transformarlo en conversión radical, en metonoia, sin la cual no se puede entrar al Reino” (H. de Lubac).

4º.- Que el Señor nos abra el entendimiento para comprender como venida de su mano, las tragedias de la vida, como  la muerte del ser querido, el sufrimiento del amigo, la incomprensión del familiar, el fracaso en el negocio, las dificultades con los hijos, el desamor; y tantos acontecimientos  más que tenemos que iluminar a la luz de la Pasión y Pascua de Jesús.

5º.- Cumplir los Mandamientos será siempre el test de nuestro amor a Cristo.

6º.- Vivamos en la Confianza de que Cristo es intercesor nuestro  ante el Padre (1Jn 2,2).

7º.-  Y pedirle al Espíritu que comprendamos cada vez mejor las Sagradas Escrituras: “El conocimiento de las Sagradas Escrituras, es el conocimiento de Jesucristo”. (San Jerónimo). Amén.

Mérida, Yuc., Abril 19 de 2015.

† Emilio Carlos Berlie Belaunzarán
Arzobispo de Yucatán

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