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Decía el filósofo ateniense Platón – fundador de la Academia – que la educación puede definirse como el proceso de socialización de los individuos, fomentando la estructuración del pensamiento y de las formas de expresión: permite al hombre tomar conciencia de la existencia de otra realidad, y más plena, a la que está llamado, de la que procede y hacia la que se dirige.

 Es indudable que un país con educación de calidad, tendrá las herramientas necesarias para desarrollar plenamente su potencial económico y cultural. Las cifras de los organismos internacionales en la materia nos permiten confirmar este corolario.

 Las pruebas estandarizadas, como el diagnóstico PISA de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), nos reflejan que México ocupa los últimos lugares en avance educativo.

 Por ejemplo, según su informe del año 2015, los estudiantes mexicanos se encuentran en un franco rezago, obteniendo puntajes debajo del promedio en las áreas de ciencias, lectura y matemáticas, menos del 1% alcanzan niveles de excelencia en estos tres rubros.

Nos superaron países como Trinidad y Tobago, Uruguay, Turquía, Bulgaria, Rumania y Chipre, entidades que no cuentan con la ubicación geográfica ni los recursos naturales ni humanos que tiene nuestro país.

 La evolución hacia una comunidad con esperanza debe y necesita ser un proceso de varias generaciones, los resultados se construyen con estrategia y diseño de políticas públicas a mediano o largo plazo.

 Entre los intentos fútiles de las últimas décadas, se encuentra la Reforma Educativa, impulsada por el gobierno del aún presidente Enrique Peña Nieto, la cual, fue y ha sido objetivo de rechazo por parte de un sector magisterial, especialmente el sindicalizado, que considera represivo e ilegal, la aplicación de exámenes para determinar la aptitud o no del personal docente.

 He platicado con algunos maestros del nivel de educación básica y ellos consideran útil se aplique un examen, el cual, de obtener una alta calificación, se refleje en una mejor remuneración económica.

 Sin embargo, los mismos profesores señalan que las pruebas pueden ser complementadas con la supervisión y calificación del trabajo que ellos hacen frente a grupo. Muchas veces – reflexionan- es posible que tengas los conocimientos pero no puedas dar una buena clase, o viceversa.

 Desde una postura objetiva hay dos corrientes contrapuestas; por un lado, tenemos a los maestros y maestras, quienes no reciben un salario suficiente, justo y digno, olvidados en un sistema que prioriza otras demandas sociales pero que no ha entendido que en la educación está la clave del desarrollo sustentable.

 Las carencias en infraestructura, especialmente en regiones de difícil acceso, minan el esfuerzo y el talento de cientos de jóvenes preparados, que llegan con todas las ganas de participar en el crecimiento individual de sus educandos y al mismo tiempo no disponen de la tecnología o de los materiales suficientes para alcanzar estos objetivos.

 Por otro lado, tenemos a los padres de familia – especialmente de regiones como Chiapas o Oaxaca, quienes observan como sus hijos se quedan en sus hogares, debido a las manifestaciones que estos docentes realizan para pelear por sus derechos, la pérdida de días escolares, retrasa la evolución natural y pedagógico de sus propios hijos.

 Tenemos que buscar el consenso y el diálogo entre ambas partes, ser creativos, entendiendo que la capacitación del cuerpo docente es indispensable, abrogar si, la Ley General de Educación, mejorar ese modelo y recompensar muy bien al docente que desea y quiere prepararse.

 En la medida que Gobierno, Sociedad y Magisterio comprendan (comprendamos) que nuestro futuro radica en esos cientos de miles de niños y jóvenes, seremos una mejor sociedad, preparada para afrontar los retos de un presente y futuro cada vez más exigente y demandante.

 El debate está sobre la mesa, pero el conocimiento es el poder para cambiar las cosas.

Maestra en Derecho y Doctorante por la Anáhuac Mayab

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