La leyenda del pozo endemoniado

Se cuenta con dos niños hermanos encontraron oro en el fondo de un pozo, pero su padre quiso más y desapareció en el lugar.

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Se cuenta que una familia yucateca tuvo una trágica experiencia en un pozo donde aparecían monedas de oro. (defondos.com)
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Jorge Moreno/Milenio Novedades
MÉRIDA, Yuc.- Antiguamente era común en Yucatán y otros sitios de la península sacar agua de los pozos, lo cual servía para lavar la ropa, utensilios de cocina, el baño y también para beber.

La leyenda que a continuación les presentamos, al parecer ocurrió en un poblado antiguo de lo que hoy es el municipio de Maní en el año de 1894. Hoy en día este sitio ya no existe, pues ahí se construyó una carretera que actualmente atraviesa Teabo rumbo a Akil.

En aquellos tiempos había una hacienda en donde vivía una familia con sus dos hijos de nombres Armando y Ricardo, de 11 y 10 años de edad, respectivamente. Su papá era el capataz de la hacienda, por lo que debido a su labor, casi nunca convivía con ellos.

Una noche su madre les dijo que no se vayan a jugar en el monte porque ahí asustan y la gente rumoraba que rondaba el diablo. Sin embargo Armando y Ricardo comenzaron a ponerse a jugar y, sin darse cuenta, ya estaban dentro del monte; entonces pensaron en que podían aventurarse y caminar un poco más dentro del mismo.

Y como no les ocurría nada ni veían ningún peligro continuaron jugando, pero a la hora de regresar se encontraron con un pequeño camino de rocas que conducía a un pozo.

Las monedas

Acecharon y decidieron sacar la cubeta para ver qué tenía, pero al empujar la soga y ver la cubeta descubrieron que no había nada en el interior, aunque sí estaban talladas en el fondo dos palabras: “tengo hambre”.

Al leer esto, ellos pensaron que a lo mejor un señor vivía ahí, así que de inmediato fueron a su casa, agarraron una pieza de pollo y regresaron al pozo, metieron la comida a la cubeta y gritaron hacia el fondo que ahí le habían llevado un poco de alimento.

Al otro día, regresaron al pozo y cuando sacaron la cubeta notaron que esta tenía una moneda de oro; asombrados pensaron que era una especie de paga por la comida, por lo que decidieron hacer lo mismo, llevar más comida para ver si les daban más monedas.

Así lo hicieron varios días, hasta que una noche, el capataz, quien estaba alcoholizado, vio que sus hijos tenían varias monedas de oro; les preguntó de dónde lo habían sacado y ellos dijeron que en el pozo.

Cegado por la ambición, les exigió que al día siguiente por la mañana les mostrara el sitio exacto en donde estaba el pozo, para después mandarlos a su casa; entonces el capataz decidió meterse al pozo ayudado de la soga, pues pensaba que podía haber ahí un tesoro.

No pasó mucho tiempo cuando se escucharon gritos y golpes dentro del pozo, pero los niños pensaron que su papá lo hacía nada más por asustarlos. Al día siguiente la madre de los pequeños se dio cuenta asustada que su marido no había ido a trabajar el día anterior y tampoco había ido a dormir por la noche, por lo que los niños le dijeron que lo vieron por última vez en el pozo.

Terrible hallazgo

Cuando acudieron a ese sitio, la señora reconoció el pozo y recordó que tenía fama de “sitio maldito”, y cuando vio a un costado del brocal el sombrero de su marido sospechó lo peor.

Decidieron sacar la cubeta para ver que encontraban y se sorprendieron al ver que había muchas monedas de oro, pedazos desgarrados de la ropa del capataz y al fondo de la cubeta otra leyenda escrita que decía: “gracias por la comida”.

Atemorizados soltaron la cubeta, cayendo esta hasta lo más profundo del pozo, luego lo cerraron y de inmediato abandonaron la hacienda para olvidar ese terrible día.

No cabe duda que como en muchas ocasiones, la ambición de una persona le puede ocasionar un final funesto y trágico; se dice que en varios pozos de Yucatán habita el demonio y trata de “comprarte” con dinero en busca de llevarse tu alma.

Hoy en día los pozos casi ya no se usan y quizás por ese motivo esta leyenda ya no es muy conocida. Agradezco al joven Carlos Martínez Villagrán de la ciudad de Mérida que nos haya compartido este relato del Mayab a todos los lectores.

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