'México necesita a Dios'

El amor por la Patria nos congrega a todos, a unas horas de que el país vibre con la fiesta nacional.

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Hoy, todos los cristianos estamos invitados al banquete, el banquete del gozo, como lo es la fiesta organizada por el padre del hijo pródigo a su regreso. (jesuitascordoba.org)
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SIPSE.com
MÉRIDA, Yuc.- Hoy nos reunimos para pedirle a Dios nuestro Señor el don de su paz y la fuerza de su Espíritu para seguir buscando “el progreso de nuestro país por caminos de justicia y de paz”. 

Ni duda cabe que es el amor a la Patria el que nos congrega a todos en esta ocasión, unas horas antes de que todo México vibre con la tradicional fiesta de la Independencia.

Nosotros, como lo hemos hecho año con año, nos reunimos para implorar a Dios nuestro Señor y agradecerle su presencia en nuestra historia patria.

A.- Reflexión de la Palabra de Dios

Estamos invitados hoy al banquete, el banquete del gozo, como era la característica de la primera comunidad cristiana (Hech 2,46 y 16,34) y como lo es la fiesta organizada por el padre del hijo pródigo a su regreso.

En la alegría culminan las tres parábolas de hoy y de ella debemos estar llenos este día.

Esta alegría que se nos ofrece con el pan y el vino de la Eucaristía tiene una sola fuente: La voluntad del Padre de otorgar misericordia.

Lo que comporta dos conclusiones:

a) La misericordia de Dios, no se compra sino se recibe, por ello debemos pedirla.

b) Y una vez recibida, suscita en nosotros la acción de gracias que se debe manifestar en la capacidad que tengamos de ser misericordiosos.

Así participaremos del gozo del Padre: en la humilde petición de que nos conceda su misericordia; y dejar que esa misericordia actúe en nuestro corazón y se proyecte hacia los demás.

I.- La misericordia de Dios

La liturgia de hoy converge toda a exaltar la misericordia de Dios.

San Lucas subraya algo de lo que está pasando en torno a Jesús: Pues los publicanos y pecadores se acercaban a Él para escucharlo (Lc 15, 19). Si éstos hacen eso, puedo y debo yo también acercarme para aprender de Él.

También se le acercaban “escribas y fariseos” no con el ánimo de aprender y dejarse guiar por Él sino, para murmurar contra Él.

Es obvio que para San Lucas estos son las 99 ovejas que no tienen necesidad de conversión, (v.7) son hipócritas convencidos de ser justos y encerrados en su propia justicia.

Todo su horizonte es la “observancia de la Ley”. Aunque saben bien que la salvación proviene de la misericordia de Dios y que justo no hay uno solo, (Lc 18, II s.s. ySal 14, 1) y en la tercera parábola también ellos son invitados a la conversión. (Lc 15,28)

Ellos son fieles a la Torah y escrupulosos  en su observancia, lo que no hacen publicanos y pecadores. Pero aquí lo interesante es ver cómo unos y otros están alrededor de Jesús. Recordemos que un corazón árido, esteriliza a los demás.

Dios busca a la persona, la ama y quiere su salvación y por ello va en busca de la oveja perdida de la casa de Israel, pero también de la dracma y de cualquiera que ande extraviado, provenga de la raza, nación y cultura que sea. Esto nos hace comprender el corazón, amplio y universal de Cristo, que nos obtiene la reconciliación y salvación ofrecida a todos.

II.- La misericordia y la justicia

¿Cómo concordar la misericordia de Dios con su justicia? Ya sucedió en el Antiguo Testamento que mientras Dios da a Moisés las tablas de la Ley en el Sinaí, el pueblo se fabrica un becerro de oro.

Para corroborar la tesis de que cuando no se obedece a Dios se vuelve uno esclavo de muchos dioses.

Moisés de legislador reacciona y se vuelve intercesor por su pueblo, argumentando que los otros pueblos dirán: Lo sacó de Egipto, para acabarlo en el desierto. (Ex 32, 11-12) y hace un llamado no sólo a la misericordia de Dios sino a su justicia que significa: fidelidad y a sí mismo y a sus promesas. (Ex 32,13) y viene esta otra parte del diálogo tan hermoso: “El Señor es un Dios clemente compasivo, paciente, lleno de amor y fiel, que mantiene su amor eternamente, que soporta la maldad, la iniquidad y el pecado...” (Ex 34.6)

La justicia de Dios se ve atemperado por esa fidelidad a sí mismo que es misericordia porque Dios es amor. La plegaria de intercesión es por lo tanto aquella que en lugar de poner en el centro a una persona, o a su pueblo con sus necesidades, se centra en el corazón del Padre, apelando a su infinita misericordia y respetando en todo su voluntad y designios. Como dice el apóstol: “Si somos infieles, Él permanece fiel porque no puede contradecirse a sí mismo”. (2 Tm 2,13)

III.- El Hijo pródigo

¡Qué grande lección da Jesús a los fariseos y escribas de que se debe buscar la oveja perdida, asegurando las 99! Y también de la misericordia de aquel padre generoso y respetuoso de la legítima personalidad y autonomía de su hijo.

Es notable ver como lo esperaba cada día, como lo recibe, no le reclama, no le echa en cara, sino que lo viste, lo calza, le hace fiesta, le pone el anillo, para hacerle comprender que el perdón comporta misericordia, fiesta, gratitud a Dios y restitución de la dignidad como persona y como hijo.

Las parábolas de la misericordia son presentadas como auxilio a los pecadores y para convertir a los que presumían de ser justos y despreciaban a los demás. (Lc 18, 9)

El hijo mayor, que parecía al inicio “el bueno”, se deja llevar por el desprecio hacia “el malo” que se fue y por la envidia hacia la autonomía que el otro obtuvo.

Es un gran pecado el desprecio a los demás, en nombre de la propia fidelidad, nuestras “cualidades y virtudes”, no pueden ser obstáculo para el amor y la misericordia de Dios.

Así sucedía con los que criticaban a Jesús por su amistad con prostitutas, publicanos y pecadores.

Si nuestra “pretendida bondad”, sirve para alejar, impedir, obstaculizar o condenar a un hermano, es una “bondad falsa”, porque es una traición al amor y misericordia de Dios.

Debemos estar seguros que nuestra comunidad hace fiesta cuando admitimos nuestro pecado y nos reintegramos a ella. Entonces el pecador no tendría miedo de admitir su culpa y responsabilidad. “Dios es más grande que nuestra conciencia”. (S. Jn 3,11s.s.)

B.- La Virgen Dolorosa

Hoy 15 de septiembre, también se nos invita a contemplar a la Madre Dolorosa al pie de la Cruz. Ella nunca dejó de estar pendiente de su Hijo. Le animaba su inmenso amor por el hijo de sus entrañas.

Nunca habría de entender del todo lo que Jesús enseñaba, aunque le admiraba -como todos los discípulos y Apóstoles- y le dejaba sorprendida ver los prodigios milagrosos que hacía.

Sin embargo, “la Madre piadosa estaba, junto a la cruz y lloraba, mientras el Hijo pendía…” ¿Cuánto más podía soportar aquella dulce Madre viendo a Jesús en tan profundo tormento “por los pecados del mundo”?  ¡Era esa “espada” que le atravesaba el alma, como predijo Simeón! .

En ese texto de San Lucas, Jesús es reconocido como el Mesías esperado, “gloria de Israel”, pero también como “luz y salvación” para todos los seres humanos. Sin embargo, en el plan de Dios será “ruina y resurrección de Israel”, y su misión salvadora, “signo de contradicción” en el que algunos tropezarán. De esta manera se conjugan el dolor y el gozo que están presentes y mezclados en toda la vida del Señor, lo mismo que en la vida del discípulo.

C.- Forjemos una Patria digna

Puestos junto a la Cruz, con María, recemos por nuestra Patria. Pidamos al Señor y a la Santísima Virgen María que México prospere por el camino de la verdadera paz y la justicia. 

La sociedad justa no puede ser obra sólo de la Iglesia, sino de la política. No obstante, a la Iglesia le interesa sobremanera trabajar por la justicia, esforzándose por abrir la inteligencia y la voluntad a las exigencias del bien” . 

Por eso la Iglesia ora -e invita a los fieles a orar- por las autoridades civiles. Para que Dios ilumine su entendimiento y fortalezca su voluntad en orden a disponer todo lo que les compete, para alcanzar los objetivos de paz y de justicia en torno al bien común.

Vivimos en un México que enfrenta grandes dificultades y retos, en el cual solo la misericordia de Dios en cada uno de nuestros corazones puede alimentar y fomentar entre nosotros hermanos y mexicanos, la concordia en nuestra sociedad, transformando nuestra comunidad en una mejor lugar de vida en donde el respeto y el derecho de cada uno sea, no solo un principio moral sino de caridad para el prójimo.

El Señor nos invita a ir por el perdido o por el que vive lejos o extraviado, pero también en este contexto de fiestas patrias, se nos invita a ir en pos de nuestro hermano que padece y que clama justicia y libertad.

Conclusión

El mundo necesita a Dios. México necesita a Dios. Que “la santísima Virgen María, que se asoció íntimamente a la pasión, muerte y resurrección de su Hijo, y al pie de la cruz se convirtió en Madre de todos los creyentes, nos ayude a comprender este misterio de amor que cambia los corazones, para poder comunicarlo luego a los hombres y mujeres de nuestro tiempo” . Así sea.

Mérida, Yucatán, 15 de septiembre de 2013

† Emilio Carlos Berlie Belaunzarán
Arzobispo de Yucatán

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