A mi encuentro

Volaré a donde el viento me lleve con las alas bien abiertas...

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¿Qué me depara el destino? No sé. Volaré a donde el viento me lleve con las alas bien abiertas para tomar siempre la ruta más movida, por donde encuentre nuevos retos, pero siempre aferrado a mi espada llamada virtudes y mi escudo llamado familia para poder vencerlos. Cuando un reto me derrote, tal como a la mayoría de los triunfadores, volveré a enfrentarlo, pues quien se queda abajo es porque está destinado a estarlo; aclaro que nadie más que cada uno es quien decide cuál es su final. Cómo en otro show ya había escrito, el destino no es lo que te va a pasar, es lo que harás que suceda.

Todos tenemos algo qué hacer en la tierra y aunque este objetivo es un poco incierto, es nuestro corazón quien lo señala mediante el paso diario de nuestro caminar. Si aún no lo encuentras, dirígete al camino en común que todos tenemos: la trascendencia, una gran magia, pues mediante nuestro actuar forjamos lo que será de nosotros y de los demás.

Recuerda que siempre se podrá conseguir el éxito con ayuda de papá Dios, aunque no siempre será al primer intento. La gente que se queda en la pobreza del alma es porque no intenta, porque se decepciona de Dios, de él mismo y de su mundo. El que se rinde es porque padece de ceguera en el alma.
Todos podemos llegar lejos y lo pongo aquí, por escrito, para que otros lo lean y yo también el día de mañana cuando me encuentre derrotado y necesite de mi propio aliento para salir adelante.
Y si un día ven a alguien que se encuentra vencido por su apatía, motívenlo y demuéstrenle que es la clave del futuro de todos.

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