Llegaron a Yucatán con un sueño... que nunca se cumplió
Los coreanos que huyeron de la guerra con Japón encontraron en el estado otras batallas: el idioma, el clima y la cultura.
Agencias
MÉRIDA, Yuc.- Motivados por el deseo de darles a sus descendientes un mejor futuro y evitar que sufrieran los estragos de la invasión japonesa, más de un millar de coreanos llegaron a Yucatán en 1905 con sueños que fueron muy distintos a la realidad, según informó Notimex.
De ello da cuenta el Museo Conmemorativo de la Migración Coreana en Mérida, único en su tipo a nivel nacional y que narra a través de documentos, fotografías y diversos objetos, innumerables historias de una cultura que luchó contra las adversidades.
El alimento, el lenguaje, el clima, e incluso la esclavitud fueron algunos de los infortunios que tuvieron que enfrentar y superar, con lo cual al final sustentaron un nuevo mestizaje.
Este museo, levantado en un sitio histórico, por haber sido punto de reunión de la comunidad coreana entre 1930 a 1960, así como una improvisada residencia para adultos mayores, ofrece la posibilidad de revivir 110 años de historia de una legendaria cultura en México.
Orgullosa de su origen patrio, la directora del sitio, Genny Chans Song muestra cada uno de los rincones del inmueble, que también fue emblema del movimiento independentista contra Japón y plataforma de financiamiento contra esa invasión, así como asilo para niñas y niños víctimas de la guerra.
En 1905, apuntó, mil 133 coreanos salieron de Chemulpo, hoy Incheon rumbo a Yucatán con la promesa de mejorar sus condiciones económicas, volverse ricos e inmigrar a Estados Unidos, sueño de muchos migrantes.
Sin embargo, la dura travesía en busca de ese sueño no pudo ser completada por 21 de esos migrantes que murieron en el intento, varios de ellos en el buque SS Ilford, embarcación con bandera inglesa y tripulación alemana que los trajo a América.
Una fotografía da cuenta como era este gigante de los mares que llegó con los migrantes a Salinas Cruz, Oaxaca, donde abordaron un tren rumbo a Coatzacoalcos, Veracruz y de nuevo se embarcaron rumbo a Puerto Progreso, Yucatán donde arribaron el 15 de mayo de 1905.
Combativos y amistosos
Placas de color oro iluminan el museo con los nombre de 300 de esos migrantes, todos son de hombres y cabezas de familia, de los cuales hoy existen más de mil 200 descendientes, algunos con apellidos mayas o españoles.
Techos sostenidos con fuertes vigas de rieles de tren, permiten cobijar piezas de cerámica tradicional, medallas de honor, el traje típico coreano, así como innumerables artículos y documentos que muestran el espíritu combativo y a la vez amistoso de este pueblo.
Una bandera de México y otra de Corea, reciben al visitante que se encuentra con vitrinas de cristal y dentro de ellas símbolos emblemáticos de esta cultura.
Destacan una réplica del llamado Geobukseon o Barco Tortuga; vestidos tradicionales de Hambok, así como numerosos artículos que pertenecieron a migrantes coreanos.
En la parte inferior de la vitrinas, agazapados un tigre y un oso de peluche esperan la llegada del último domingo de cada mes para volver a la vida, cuando alguna de la mujeres más sabias de la comunidad participen en la dinámica "Cuenta un cuento Jalmuni" -abuelita-, donde invariablemente serán protagonistas.
Asimismo, el pasaporte de Chon Sun para viajar de Corea a México, es uno de los pocos que se conservan, de los que no fueron destruidos por los hacendados yucatecos para presionar a los coreanos a permanecer laborando para ellos tras terminar un contrato firmado cuatro años antes.
La Guerra de Castas había diezmado a la población maya y por tanto se necesitaba de mano de obra para trabajar en las haciendas henequeneras, así como la invasión japonesa a Corea, más las mentiras de un mejor futuro para sus familias, motivó a muchos coreanos a viajar a México.
Nobles tristes
Genny Chans refirió que los primeros en sufrir y verse afectados, incluso muchos morirían de tristeza, eran los caballeros yambam, es decir, personas de la nobleza coreana como se les denominaba a quienes habitaban en palacio fueran pariente o no del rey, además de doctores, maestros, abogados, entre otros.
Muchos caballeros yambam viajaron a Yucatán con la idea y esperanza que tras cuatro años de trabajo y con una condición económica buena, entonces podrían migrar a Estados Unidos y tener una mejor vida.
Comentó que el clima en Yucatán era extremadamente caluroso casi todo el año, cuando en Corea las estaciones están bien marcadas, incluso en el verano las temperaturas más altas no superan los 30 grados centígrados.
Asimismo, “la comida era muy pesada para nuestros antepasados, acostumbrados a consumir pescado, carne y arroz, en vez de la bola de masa y las tortillas que les deban para toda su jornada laboral”.
Respecto al henequén, señaló, ésta planta desde luego que no era de fácil cultivo, por el contrario era muy espinosa y les provocaban serias heridas en la manos, se les infectaban, además que, de pronto descubrirían que no les iban a pagar.
Empero, dijo, la gente que más resistiría fue la del campo y unos 200 soldados que migraron a Yucatán, pues se habían quedado sin trabajo luego de que el rey abandonara el palacio a causa de la invasión japonesa.
Pero una vez en Yucatán, el llamado Cuartel de Dragones, un puesto militar, recibe a los migrantes que son separados y enviado a 25 haciendas en lo que sería llamado todo el territorio de Yucatán y por las que Meyers recibía unos 200 dólares por cada migrante.
Así, los abuelos debían contar unas tres mil pencas por día y por las recibirían en pago monedas de metal y madera, sin ningún valor de moneda corriente, más que para ser cambiados en las tiendas de raya por comida y ropa, por las que nunca sería suficiente el trabajo para cubrir las necesidades familiares.
Alvarado, liberador
El Museo Conmemorativo de la Migración Coreana en Mérida, concentra fotocopias de documentos de 1905 y muestra cartas de protesta del gobierno de Corea al de México, en las que denuncia las condiciones en las que vivían.
Así como en las que demanda la repatriación de los migrantes coreanos, sin recibir respuesta positiva ya que se les alegó que ellos viajaron por cuenta propia y tenían un contrato que cumplir.
Chans Songs indicó que aún se desconoce cómo es que los migrantes coreanos logran dar aviso a su gobierno y sus conciudadanos de las difíciles condiciones en que vivían, a fin de frenar una segunda llegada de coreanos.
Dijo que una vez que terminó el tiempo del contrato, los migrantes tuvieron que espera unos dos años más, hasta la llegada de Salvador Alvarado a Yucatán, gobernador del estado de 1915 a 1918, para poder gozar de mejores condiciones de vida y laborales, y así dar pie a una nueva migración, ahora hacia Cuba u otras entidades del país.
El gobierno de Alvarado liberó a muchos indios yaquis, de la huasteca potosina, chinos y coreanos de las esclavitud en las haciendas y mejoró sus condiciones de vida, ya que obligó a los hacendados a pagarles con moneda corriente.
No obstante, aumentó su deseo de retornar a casa pero para entonces era imposible: Japón había convertido a Corea en una colonia (1910-1935).
Chans Song refirió que desde su llegada a México, los abuelos coreanos se vieron en la necesidad de hacer todo lo posible por conservar la pureza de la raza y les estaba prohibido casarse con mujeres mayas, mestizas o de otro origen.
Pero era imposible para ello permanecer en esta condición: el número de hombre que habían llegado, unos 850, superaba el de las mujeres, así que después de 1922 se les permitió a ambos casarse con quien decidieran.
Fotografías en las paredes del museo muestran a adolescentes coreanos casándose, así como a las primeras familias compuestas por hombres coreanos que se unieron con viudas yucatecas o viceversa.
Chans Song abundó que “muchos de nuestros antepasados tienen apellidos mayas o españoles no sólo porque se casaron con locales, sino porque Salvador Alvarado les ayudó a darles una personalidad jurídica”, pues habían nacido en Yucatán y los hacendados no les habían permitido su registro.
Citó el caso del apellido "Xec", que en maya quiere decir revoltijo, y se dio porque muchos padres coreanos no sabían hablar español, incluso aprendieron hablar maya antes que español porque a diario tenían contacto con los indígenas mayas, con ellos trabajaban.
Asimismo, los del registro civil al no entender el idioma le ponían al niño el nombre que entendían o el de la persona que los llevaba a registrar y que no era precisamente el de los padres, o el primero que se le ocurriera a la persona que los registraba.
Para 1922, refirió la entrevistada, inició una nueva migración pero ahora desde Yucatán, cuando unos 300 coreanos se fueron Cuba a trabajar en el corte de la caña de azúcar; otros más Quintana Roo a los campamentos chicleros y de madera.
Otros más se fueron a Campeche a los ingenios azucareros: a Ciudad del Carmen como pescadores, a Champotón a la producción de arroz y en Yucatán a Las Coloradas a la producción de sal. Posteriormente se irían a la zona norte del país y California, Estados Unidos.
Una nueva raza
En el Museo de Migración Coreana en Mérida, las paredes hablan y en ellas se encuentran documentos que muestras cómo desde la lejanía de su tierra enviaban recursos para sostener la guerra contra Japón, para apoyar las misiones en favor de los niños o para atender a sus víctimas de la guerra.
Fotos de las familias antes de continuar la migración en la década de los años 60 del siglo pasado, documentos que consignan la conformación de la agrupación de coreanos en Yucatán y las aportaciones para adquirir lo que a la postre sería la sede del museo conmemorativo de la migración coreana, son parte de la muestra.
Una foto solitaria muestra a Huen Kim, un hombre muy guapo, comentó Geny Chans, “maestro que migró a Cuba y de espíritu caritativo para con los niños, es a la vez un símbolo del amor verdadero”.
"Cuentan los abuelos que este hombre nunca se casó, porque el día que se embarcó para América lo haría con su novia, pero esta por alguna razón nunca llegó al barco”.
Señaló que le escribió cientos de veces con el deseo de contactarla, pero sin resultado positivo, aunque “siempre con la esperanza de regresar algún día a Corea para volver a verla, pero nunca sucedió".
En dicho museo, vitrinas con fotografías a color muestran rostros sonrientes pero nostálgicos de aquellos abuelos que no regresaron a Corea, tal vez por tener nuevas raíces en Yucatán o de las nuevas generaciones de coreanos dispuestos a defender la historia de su nueva raza, mezcla de la coreana y la maya.
Documentos, foto y referencias de un hospital para niños que se levanta al sur de Mérida, son la muestra de la generosidad del pueblo de Corea, de la parte del Sur divido por la guerra y las ideologías, un pueblo que se ha convertido en la 14 economía del mundo y que goza de 70 años de independencia y democracia.