La iglesia de Santa Lucía revela sus secretos del pasado

La iglesia de Santa Lucía fue construida para albergar a esclavos que traían de África al servicio de los españoles.

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La iglesia de Santa Lucía está ubicada en la calle 64 por 67 y 69, del Centro Histórico de Mérida. El lugar es también Rectoría de la Arquidiócesis de Yucatán. (Jorge Acosta/Milenio Novedades)
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Ana Hernández/Milenio Novedades
MÉRIDA, Yucatán.- Santa Lucía comenzó como una ermita, incluso su atrio era un cementerio de la ciudad y funcionó como tal hasta 1821. La iglesia que hoy es Rectoría de la Arquidiócesis de Yucatán comenzó a construirse a finales del siglo XVI; destaca que su puerta tiene un rectángulo enmarcado en cantera, vitral y espadaña.

Los investigadores señalan que el conquistador y encomendero Pedro García decidió construir la ermita en 1575,  con el nombre de Santa Lucía, para el servicio religioso de los habitantes del barrio de esa zona, poco a poco el lugar se fue ampliando hasta lograr las dimensiones que ahora se conocen, esto ocurrió en el año de 1760. Se considera una de las primeras iglesias que se edificaron en la ciudad.

Esta iglesia ha estado ligada al parque que se encuentra frente a él, ya que hace cuando menos 212 años, en 1804, el entonces gobernador Benito Pérez Valdelomar la transformó en una plaza vistosa y agradable, el sitio se había convertido en un muladar.

Esta iglesia fue construida para albergar a los esclavos que traían de África al servicio de los españoles; en su atrio había un cementero en el que se inhumaba a los españoles comunes. Fue el encomendero Pedro García quien destinó el terreno de lo que se denominaba Santa Lucía Martir.

La edificación del templo de Santa Lucía comenzó a finales del siglo XVI, sobre lo que era una capilla

Se cree que desde su trazado original, el lugar tuvo un pequeño enverjado para delimitar el espacio del área pública, según lo dispuesto por el obispo Fray Francisco de Toral (1561-1571): “Para el arreglo y orden que se debía seguir en las iglesias, patios y cementerios de los pueblos, mandaba que estuviesen en tal forma que ni bestias ni otros animales entrasen en ellos, lo cual se lograría con cercar los patios”. 

El encomendero Pedro García fue uno de los principales promotores de la construcción del templo, que como muchos comenzó con una estructura de piedras y palos. El templo de Santa Lucía Mártir transformó su techumbre para estrenar una losa de azotea de vigas Decauville  con rollizos que le reforzaban su estabilidad y solidez estructural.

Dos elegantes tallas de madera policromada fueron elaboradas para este templo siguiendo las directrices del Magisterio de la Iglesia de fines del siglo XIX: el Sagrado Corazón de Jesús y la Inmaculada Concepción de María. El canónigo Bruno María Ávila Ayala bendijo las mejoras en 1910. Entre los mecenas estuvieron los hermanos Manuel y Ramón Casellas Rivas.

La antigua iglesia dieciochesca de bóveda de cañón corrido y aspecto colonial ya no era suficiente para el suburbio. Entre 1905 y 1910 se dieron a la tarea de generarle dos capillas laterales a modo de crucero para que quedara con forma de cruz latina.

Eso no sólo les permitía ganar espacio interior para colocar más imágenes al culto, sino que ofrecía un buen pretexto para penetrar el espacio urbano y realzar la presencia del templo. Vitrales y elegantes claraboyas acompañaban el ornato de las capillas recién creadas. 

En 1915, en plena Revolución Social Mexicana, en Mérida, durante el mandato del General Salvador Alvarado, el 24 de septiembre de ese año, irrumpieron y destruyeron la gran mayoría de sus obras de arte y se perdieron como parte de la violencia anticlerical posrevolucionaria. Entre las pérdidas más notables estuvo la venerada imagen de San Lorenzo Mártir del templo de Santa Lucía. 

De muladar a lugar de trova

La plaza de Santa Lucía tiene una historia ligada a la iglesia del mismo nombre. Según los datos de investigadores, luego de que fuera un muladar, en los arcos del parque se guardaban carretas y caballos. Fue rescatado por el gobernador de esa época, estableciendo que los eventos de corridas que ahí se celebraran fueran gratuitos para los asistentes; se le cedió en propiedad, los portales, a Don José Miguel Quijano, pagó por ese avalúo 40 pesos.

Cada señalar que esta plaza tuvo su auge comercial, después decayó. Las autoridades la han convertido en icono de las serenatas yucatecas, pues hay bustos de los compositores más representativos de Yucatán, y hace algunos años se realizó por parte de su propietario una inversión de rescate de la estructura física, hoy sus locales están ocupados por algunos de los restaurantes de reconocidas franquicias gastronómicas.

Desde 1965, cada jueves, se convierte en escenario de la trova local, los trovadores, la Orquesta Típica Yukalpetén y grupos de jaraneros interpretan algunas de las melodías y bailables regionales más populares.

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