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Muchos tienen más vocación de oposición que de gobierno porque es más fácil criticar, encontrar los puntos flacos de la autoridad que administrar la cosa pública de manera racional, bajo el escrutinio exhaustivo de la sociedad.

Por ello al pasar de oposición a gobierno se recorre una curva de aprendizaje que puede ocasionar costos muy altos.

En principio, porque cuesta percatarse de que las cosas no son como se decía, que las soluciones no son tan simples y que el margen de maniobra no es tan amplio, como sucedió con temas tan letales como el gasolinazo, la pensión de los ex presidentes y el Aeropuerto.

Incapaz de revertir el aumento de precio de las gasolinas sin comprometer su viabilidad económica, el nuevo gobierno ha preferido, con su legislativo, cancelar la jubilación a los ex ejecutivos federales y del Aeropuerto de Texcoco, decidida por el propio AMLO; medida que solo tendrá carácter formal cuando tome posesión y emita una notificación oficial para dar paso a sus implicaciones legales.

No creo que ningún ex presidente haya pensado ampararse, pero sí que los inversionistas no se comportarán igual.

Ahora bien, surge la pregunta: ¿Cuál es la prisa? ¿Cuál es la razón para que el próximo presidente deje la impresión de haber actuando de manera precipitada?

O, más importante: ¿por qué, enarbolando la causa de la austeridad, decide ahorrar los 15 millones de pesos anuales de las pensiones presidenciales, mientras cancela una obra que representará una erogación de su gobierno, según Bancomer, de más de 200 mil millones de pesos en indemnizaciones, que bastarían para concluirla?

¿Vale la pena tal derroche solo para demostrar quién manda? ¿O solo su gobierno decidirá quién hace negocios en México? ¿Cuál es su desesperación por quemar sus naves?
Porque cuando gobierne será difícil borrar toda sombra de duda sobre la discrecionalidad con que maneje sus contratos, como sucede ya con el nombramiento de un allegado de Riboó a cargo del de Santa Lucía.

Pero lo peor no es eso; aunque antiético, un gobierno como el mexicano puede darse el lujo de derrochar 200 mmp, incluso de doblegar a los inversionistas con promesas a futuro.

Pero lo que no podrá revertir es la anulación de una vía de desarrollo para el país; la cancelación del Aeropuerto de Texcoco representa eso: la cancelación del desarrollo aeroportuario, aeronáutico y del turismo como vías de desarrollo.

Algunos, como los empresarios y el secretario de Turismo, piensan que su anuncio fue tan solo un barrepiés y creen, optimistamente, poder exponerle las razones suficientes para que reconsidere.

Yo quisiera creer, pero hace mucho tiempo que prefiero atenerme a los hechos.

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