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Si bien es cierto que la columna Cinematógrafo 04 prácticamente nunca analiza situaciones de orden social, particularmente casos de seguridad, salvo cuando tienen una implicación directa con la película en cuestión, esta semana es imposible girar la vista a otro lado. El asesinato y atroz desaparición de los cuerpos de tres estudiantes de cine en Jalisco indigna y preocupa todavía más a los mexicanos, no sólo a la gente de cine, sino a la sociedad completa. Ahora en el cine nos faltan tres.

Por sí mismo, el asesinato de tres jóvenes productivos y creativos y, peor aún, la manera en que hicieron desaparecer sus cuerpos al diluirlos en ácido clorhídrico es tan indignante como alarmante para todos. Preocupa y mucho saber el grado de inestabilidad y violencia social en la que vivimos, propiciada en gran medida por las condiciones en las que nuestros gobernantes nos tienen desde siempre, pero particularmente en los últimos 15 a 20 años (que son los que recuerdo a la perfección).

El incremento de la brecha económica (los ricos más ricos y los pobres más pobres), la perpetuidad de los cargos políticos, la falta de valores familiares y de la mano el aumento sustancial de la violencia, la falta de empleo, el narcotráfico… en fin, podría continuar enumerando estas causas de la degradación social, que, tal como si fuera una cinta de Quentin Tarantino, David Cronenberg o Lars von Trier, vemos a repetir uno y otro día en los medios de comunicación, en donde se mencionan como algo cotidiano y, por ende, más preocupante aún.

En este contexto vienen a mi mente los filmes de Luis Estrada, donde con su muy peculiar visión retrata y también predice el rumbo que ha tomado y en el que desembocará la sociedad mexicana de mantenerse las condiciones como hasta el momento, cada día más agresiva, más inequitativa, más devaluada y decadente.

La pregunta inevitable es: ¿cómo se puede reparar esta descomposición social? Menudo cuestionamiento que resulta muy complejo responder, acaso la conclusión tendría que ver con la actitud de cada uno de nosotros, al menos para comenzar el cambio.

Un abrazo inmenso y el rotundo apoyo para los familiares de Javier Salomón Aceves Gastélum, Marco Francisco García Ávalos y Jesús Daniel Díaz García. Que venga una pronta resignación. 

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