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El forajido de la Casa Blanca se queja del robo que los mexicanos hacemos a los EU, pues, medido en dólares, les vendemos más de lo que ellos nos compran, y por tanto pasa más dinero de allá para acá que al revés. Responsabiliza de ello, entre otras cosas, al TLC, que ve como terriblemente desventajoso para su país. Pero más allá de sus opiniones, la realidad es que, desde hace varios años, la balanza comercial con nuestro voluble vecino reporta un superávit a nuestro favor superior a los 60 mil millones de dólares.

López Obrador, en su calidad de próximo presidente, ha anunciado diversas medidas para disminuir el aparato burocrático, entre las cuales destaca la eliminación de delegaciones federales en los estados, con la consecuente supresión de posiciones de delegados y otros cargos de confianza vinculados a esas instancias. El ahorro sería destinado a programas de desarrollo.

Pese a lo disímbolas, me parece que las dos ideas tienen un importante sustrato común, la primacía del valor del dinero.

Cuando Trump señala el hecho innegable de que en el comercio de mercancía México obtiene mucho más dinero que EU, no miente. Sin embargo, cuando concluye que eso significa un trato injusto para su país, yerra. El intercambio de dólares entre ambos países no es lo único que ocurre en el comercio bilateral, su contraparte sustancial es el intercambio de mercancías. Si de Estados Unidos sale más dinero del que entra es, sencillamente, porque de México salen más bienes y servicios valiosos que del vecino país. Es exactamente como cuando uno le compra una bolsita de cacahuates a la señora de la esquina. Uno le da a ella dinero y ella le da a uno cosas. Decir que México le roba a Estados Unidos porque recibe más dinero del que da es igual de inteligente que decir que la señora me robó porque yo le di dinero y ella no me dio ni un cinco. Otra cosa es si un país o una persona deciden gastar más de lo que ganan.

Cuando se destaca lo positivo de despedir burócratas, el razonamiento es el mismo. Los empleados públicos reciben dinero y eso nos cuesta; por lo tanto, si los despido ahorro y eso es bueno. El problema es que los burócratas sí trabajan, y mucho, y su trabajo vale, en términos económicos. Cuando además son empleados de confianza, lo hacen con frecuencia fuera de las mínimas condiciones a que la Constitución obliga. La sociedad, a cambio del dinero que le paga a los burócratas, obtiene el trabajo humano indispensable para que el gobierno pueda realizar sus obligaciones. Despedir empleados públicos, personas con la misma condición de trabajadores que cualquier otro, para ahorrar dinero es igual de inteligente que plantear que se va a dejar de comprar comida para no pagar por ella.

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