La historia de un amor mal entendido ha sido la idea en mi cabeza este fin de semana por varias razones.

La primera es no explicarme cómo es posible que lleguemos al punto tan desolador de la agresión física al borde de la muerte entre un hombre y una mujer; la segunda es escuchar a otras que han vivido una historia parecida, y la tercera es la solidaridad que escucho en muchas mujeres que buscan alzar la voz del ya basta.

En marzo pasado Milenio Novedades publicaba cifras alarmantes sobre la violencia contra el género femenino vista desde lo físico, lo psicológico y lo económico, que también cuenta.

La información indicaba que Yucatán se ubicaba en el lugar 16 de los estados del país donde reportaban violencia contra mujeres de 15 años o más, de las cuales casi siete de cada 10 han sufrido daños por cuestión de género.

La media nacional del problema era del 54.46 por ciento y nuestra entidad registraba 66.8 por ciento, de acuerdo con los datos del Inegi.

Los varones faltan al respeto con la mano en la cintura, al compartir una idea del todo machista que les parece graciosa. Me pregunto siempre si eso no es también violencia.

Una de las historias que se me quedaron grabadas estos días fue de una compañera que me compartía: yo escuché a los 14 años que una mujer del DIF le dijera a mi mamá: regresa con tu esposo, ahí te corresponde estar.

¿Los golpes se perdonan hasta que te matan? Eso tiene 20 años, pero hoy esa misma chica se pregunta cómo hubiera sido la vida de esta yucateca de haber tenido el apoyo de la funcionaria pública.

Y entonces vienen a la cabeza otras preguntas sobre las varias damas que en nuestro estado han fallecido a manos de quienes juraron amarlas.

En el aspecto emocional, las yucatecas cuentan con un indicador de violencia del 7.2 por ciento, lo que las coloca en los 13 primeros lugares con mayor incidencia en este sentido. Más que no venga.

Yo aprovecho que es lunes y que seguiré buscando la compañía de otras que como yo piensan que no se debe añadir a la lista ninguna más.